¿Arde Catalunya?

"La justicia democrática ciñe espada", nos advertía ayer la prensa de Madrid. "No juguemos a explicar mentiras", sentenciaba Ramoneda mirando a ambos lados

19 mayo 2017 21:23 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:17
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Dice la sabiduría popular que uno de los mejores lugares para leer es el lavabo, por la comodidad del asiento y la soledad del espacio. Ayer era un buen día para ponerse a repasar la prensa en el citado habitáculo. Porque había mucho que leer y por si a uno le entraba el canguelo a la vista de los malos augurios que desprendían los editoriales y artículos de opinión sobre la declaración independentista presentada por Junts pel Sí y la CUP en el Parlament.

«Ha llegado el momento de recordar que la justicia democrática ciñe espada», clamaba Araceli Mangas en El Mundo. En el mismo periódico, Arcadi Espada pronosticaba «la intervención de la autonomía y algunos disturbios en las calles». Todo bastante en línea con el titular de portada: «Rebelión contra el Estado».

En su editorial, El Mundo exigía «unidad frente al secesionismo», porque «este chantaje se ajusta a lo que el Código Penal tipifica como sedición». Sólo el catedrático de Derecho Constitucional Jorge de Esteban introducía alguna variable en el discurso de la contundencia: «Algo que es muy claro y que no parece ver Rajoy, radica en que las próximas Cortes españolas tendrán que pactar una nueva estructura territorial del Estado, porque el nacionalismo catalán no se acabará mañana y alguna justificación puede tener».

 

‘Golpe al Estado’

El País también empleaba tipografía de gran tamaño en su portada: «La declaración de independencia no recibe respuesta de Rajoy». Idea sobre la que ahondaba su editorial: «Golpe al Estado, vacío de Gobierno». Entre sus columnistas, Patxo Unzueta buscaba posibles salidas a partir de la hipótesis de que los resultados de las elecciones españolas obliguen también a largas negociaciones. «La cuestión catalana se convertiría en uno de los asuntos centrales de la negociación española, en la que participarían también los partidos catalanes. En ese marco podría abrirse paso la posibilidad de negociar alguna fórmula aceptable diferente a la independencia y el posible acuerdo someterse a referéndum».

«Todo listo para suspender la autonomía de Cataluña», titulaba ABC, sobre una foto de Jordi Pujol y Marta Ferrusola saliendo de su domicilio durante el registro policial del martes. Para uno de sus opinadores más mordaces, el catalán Salvador Sostres, «el Parlamento de este lunes no fue el inicio de nada sino el final de una época en que creímos que la vida era un regalo y no tendríamos jamás que pagar lo que se debe». Y cerraba con un argumento de corte testicular: «Ni hay suficientes independentistas, ni suficientes independentistas que estén dispuestos a pagar el precio».

 

‘Traición a España’

Más alterado aún se mostraba Mariano Calleja: «Lo de Artur Mas es algo más que deslealtad, que también. Es traición. Traición a España, su país, a la Constitución, a los ciudadanos y a Cataluña».

Por su parte, La Razón habló de «inadmisible golpe a la democracia», aunque el titular principal de su portada de ayer era que «la fortuna oculta de los Pujol procede de comisiones de Barcelona 92». Para La Razón, «ya no es suficiente hablar de principios democráticos. Hay que defenderlos de la misma manera que se han defendido en otros momentos de nuestra historia reciente», argumentaba en su editorial, aunque, en la línea de su admirado Rajoy, no los concretaba.

El incendio no fue menor en la prensa catalana. En La Vanguardia no gustó nada la propuesta de ruptura con España, que marca un «rumbo de colisión» según su posicionamiento editorial: «Las actitudes unilaterales son peligrosas y sólo arriban a puerto cuando están apoyadas por mayorías muy amplias, que ahora y aquí no se dan. Propuestas como la de ayer anuncian días de confrontación. Las partes no han hecho bien las cosas y podemos acabar pagando todos por ello».

 

‘¿Y después qué?’

El influyente Enric Juliana consideró el paso dado por Junts pel Sí y la CUP como una «huida hacia adelante». «No se sabe si habrá presidente –o presidenta– en los próximos setenta días y ya se plantea un programa de ruptura, con una República que no constaba en el programa electoral vencedor». Juliana cierra su crónica dejando en el aire una fría pregunta: «¿Y qué pensáis hacer después de la declaración?», añadiendo que también podría plantearse en Madrid: «¿Y qué pensáis hacer después del artículo 155?».

Para El Periódico, vamos «de mal en peor» porque los resultados del 27-S han dado alas al radicalismo de la CUP, en beneficio de la campaña electoral de Rajoy. «Aún estamos a tiempo de no traducir las palabras del papel en hechos de los que todos nos tengamos que arrepentir», advertía en su editorial.

Ni la propia prensa soberanista escondía las incertidumbres que genera la apertura del proceso hacia la República Catalana. «Cap al xoc institucional», titulaba el Ara. «Tant la declaració com la resposta de l’Estat, ja prefiguren un xoc institucional. Un xoc que, tot i la desigualtat de forces, caldrà gestionar per totes dues bandes amb serenitat. Si no es vol entrar en una dinàmica perjudicial per a tothom, forma part de l’interès mutu minimitzar-ne els efectes: evitar el col·lapse institucional, evitar les turbulències econòmiques i evitar l’afebliment de la cohesió social», apuntaba el Ara en su editorial.

Carles Capdevila era de los columnistas que lo tenía más claro: «Ningú pot evitar que dos milions de persones mobilitzades i una majoria parlamentària avancin de forma decidida. Que el procés sigui irreversible no vol dir ni que sigui previsible ni que sigui fàcil ni que acabi com esperen els seus impulsors».

 

Desde la guerra dels Segadors

Josep Ramoneda ponía el contrapunto con el artículo «No juguem a explicar mentides». «Mentalitzem-nos: Catalunya no té la força per anar-se’n, però Espanya tampoc la té per acabar per decret amb l’independentisme. Resistir el desgast, ampliar l’espai i acumular vots. Va per llarg», pronosticaba el siempre lúcido Ramoneda.

«Tot en marxa», tituló El Punt Avui, que en un editorial ferviente defendía que «la declaració d’emancipació té com a punt clau l’adequació de la legalitat a l’àmbit català de sobirania. Això es legalitzar allò que la legitimitat de les urnes ha encomanat al Parlament».

Y para valoración histórica, la de Vicent Sanchis: «El document que Junts pel Sí i la CUP van presentar a registre és el paper institucional més transgressor i transcendent que s’ha redactat a Catalunya des de la guerra dels Segadors».

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