Así fueron las últimas horas de Rajoy en la Moncloa

El Gobierno confió en la mediación de la CEOE y Confebask para convencer al PNV y frustrar el triunfo de la moción de censura

03 junio 2018 14:35 | Actualizado a 03 junio 2018 14:40
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Al final, el Gobierno no sobrevivió a mayo. Los asesores del Ejecutivo ya habían asumido que la duración del mandato iba a depender de lo que sucediera ese mes y del interés volátil de la oposición en sostener o dejar caer a Mariano Rajoy.

Pero nadie vaticinó este desenlace abrupto y precipitado.  Cuando hace una semana, el PSOE registró en el Congreso la moción de censura, el entorno del presidente vio la operación de Pedro Sánchez más cerca del fracaso que del éxito. Siete días después, el presidente recogía sus bártulos en la Moncloa. Esta es la historia del final de una era.            

Viernes, 25 de mayo. A las 14:00, y tras horas de indecisión, Rajoy compareció de manera extraordinaria tras el Consejo de Ministros. El anuncio de la moción había indignado al presidente. Estaba dispuesto a plantar cara y superar el enésimo bache de su trayectoria.

Esa misma tarde, la Secretaría de Estado de Comunicación se abstuvo de enviar la agenda de la semana entrante. Rajoy había decidido cancelar todos sus actos y prepararse para el envite en el Congreso.

La estrategia pasaba por acelerar los plazos y forzar que el debate se celebrara en cuestión de días. «Sin margen de reacción para el PSOE», rememoran ahora fuentes populares. Y así fue.              

El lunes la presidenta de la Cámara baja, Ana Pastor, comunicó a Sánchez su intención de convocar la sesión el jueves 31 de mayo para que la votación se produjese al día siguiente. Lo que más sorprendió a los populares es que los socialistas aceptaran de buena gana. Si iban a plantear la moción en términos de «Rajoy, sí o no», no necesitaban más tiempo.

Movimientos decisivos

Cinco días para la cuenta atrás. En la Moncloa, Rajoy siguió trabajando, fundamentalmente, con su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, su jefe de Gabinete, José Luis Ayllón, y la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro. La derrota aún no se atisbaba. 

El martes, las sensaciones empezaron a cambiar. El secretario de Organización del PSOE, José Luis Abalos, mantuvo encuentros con los portavoces parlamentarios. El diputado del PDeCAT, Carles Campuzano, salió de la reunión sin definir su postura, pero coincidió en la «gravedad» del fallo de Gürtel. ¿Y si los nacionalistas vascos no resistían la presión?

A última hora, en el PP se reconocieron nerviosos y el Gobierno comenzó a lanzar señales de alerta. En la Moncloa se establecieron tres áreas prioritarias de trabajo: Ciudadanos, PDeCAT y PNV.

Se trataba de evitar por todos los medios que los nacionalistas vascos se quedaran solos sosteniendo a Rajoy y se vieran forzados a sumarse al resto de la oposición. 

El miércoles se pusieron manos a la obra. El coordinador general del PP, Fernando Martínez-Maillo, se vio con su interlocutor de Ciudadanos, José Manuel Villegas. El no a Sánchez estaba garantizado.

De sondear al PDeCAT se encargaron el delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, y el secretario de Estado para las Administraciones Territoriales, Roberto Bermúdez de Castro. Puigdemont era partidario de la abstención, pero el partido se inclinaba por el sí.

En ese momento, las esperanzas del Ejecutivo cayeron en picado. Tenían la convicción de que el PNV, en contacto permanente con el PDeCAT, no podía hacer otra cosa que respaldar la moción del PSOE. 

Aunque algunos en el Gobierno confiaron aún en la mediación de la CEOE y la patronal vasca, Confebask, para disuadir a los nacionalistas vascos. El Ejecutivo esperó frutos de estos contactos, al tiempo que el presidente autonómico del PP, Alfonso Alonso, amenazaba con dejar en minoría a Iñigo Urkullu el resto de la legislatura. 

No funcionó. Lo que ocurrió el jueves sólo constató que el PP iba a perder el Gobierno. El PNV anunció que se sumaba a la moción y Rajoy se encerró con ministros y miembros de su equipo en un restaurante cercano a la madrileña Puerta de Alcalá.

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