Cipriano Martos, un crimen del franquismo que resurge del olvido

Fue detenido en 1973 por difundir propaganda contra el régimen. Murió tras ser obligado a beber ácido en el cuartel de la Guardia Civil de Reus. Tenía 28 años, era encofrador y comunista

19 mayo 2017 23:59 | Actualizado a 20 mayo 2017 21:37
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Ni siquiera el doctor Eduard Prats Alonso, una eminencia médica en Reus, recuerda ahora haber atendido en el Hospital Sant Joan a Cipriano Martos Jiménez por las heridas que le provocó el ácido que le obligaron a ingerir en la casa cuartel de la Guardia Civil. «Pacientes así habré atendido a cuatro o cinco pero no puedo aportar nada más. Yo le debí atender, sí, pero la visión del profesional hace abstracción del hecho político. Tienes un paciente que ha ingerido eso y le prestas la atención necesaria, sin pensar en el hecho social o político. Yo aún no era especialista en digestivo. Debía estar haciendo alguna sustitución», recuerda ahora, 41 años después de la muerte de Cipriano, justo cuando se ha sabido que la justicia argentina investigará aquel fallecimiento oscuro y aún por aclarar.

Martos, sindicalista y activista comunista, murió tras beber ácido en el cuartel de la Guardia Civil de Reus, después de ser arrestado por repartir propaganda antifranquista. Cuatro décadas después, aún no se sabe quién le suministró el líquido corrosivo. Ahora la juez María Servini deberá arrojar luz sobre todo lo que rodeó a los últimos días de la vida del granadino Cipriano Martos.

 

Emigrar para ganarse la vida

Prueba de la nebulosa que envolvió los hechos es otra declaración, en este caso la de Octavio Chiapella, el forense que le practicó la autopsia y que dice no recordar circunstancias especiales en aquel proceso. «Ha pasado mucho tiempo, ya no me dedico a hacer autopsias», dice.

Tanto los nombres del doctor como del forense aparecen en la documentación que forma parte de la investigación. Sin embargo, la pregunta clave es: ¿quién fue realmente Cipriano Martos y qué hacía en Reus?. La capital del Baix Camp fue la última estación de un ajetreado y precoz periplo por varios lugares en busca de un empleo para ganarse la vida.

 

La llegada a Reus

Nacido en Huétor-Tájar (Granada) el 5 de julio de 1945, hijo de una humilde familia de jornaleros del campo, tuvo que emigrar pronto para huir de la miseria de posguerra. Cipriano, que trabajó desde los 11 años en el campo, se fue pronto de casa: fue jornalero en Morón de la Frontera (Sevilla), minero en Teruel, empleado en fábricas textiles de Sabadell y Terrassa y, por último, encofrador en Reus. Según explicó él mismo en sus declaraciones en el auto de prisión, pudo llegar a la capital del Baix Camp «cuatro o cinco meses» antes de que sucedieran los hechos, esto es, entre marzo y abril de aquel 1973.

Ya por entonces, espoleado por la situación de precariedad, opresión y represión de la dictadura, había forjado su espíritu contestatario con militancias varias: desde joven estuvo afiliado a los sindicatos CCOO (Comisiones Obreras) y OSO (Oposición Sindical Obrera). Era también un republicano que militaba en el PCE (M-L) (Partido Comunista Español Marxista- Leninista) y en el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).

Martos trabajaba para la empresa Ramón Cubero S. A., con sede en el número 1 de la calle Macià Vila. Fue precisamente en ese lugar donde le detuvieron. Así reza el atestado: «Acudió sobre las 14 horas de hoy 25 de agosto de 1973, siendo detenido y trasladado hasta este acuartelamiento de Reus para ser interrogado sobre el lanzamiento de propaganda antirégimen». En ese punto la Guardia Civil montó «servicio de apostadero», igual que en su vivienda, que «no frecuentaba mucho» y que estaba ubicada en el número 2 de la calle Pubill Oriol. Así consta en el relato de la documentación, en este caso bajo la firma de Braulio Ramos Ferreruela, por entonces teniente de la línea de la Guardia Civil de Salou, y que aquellos días también era el «mando accidental de la primera compañía de Reus».

 

Una redada en varios puntos

A Cipriano se le acusaba de haber repartido «propaganda subversiva» en Igualada la noche del 10 de aquel mes de agosto. Fue detenido en el marco de una redada en Reus (y en otros puntos de la provincia como La Selva del Camp o Tarragona) que implicó a más personas, integrantes de aquel círculo de comunistas en el que Cipriano, pese a llevar sólo unos meses en la ciudad, ya se desenvolvía. Nombres como Pascual Carrilero, Rafael Falcón y Joaquín López también fueron detenidos e interrogados. Ellos aparecen, a veces entre apodos, como «elementos principales de una célula» que repartía propaganda por diversos puntos. Otros motes como ‘El de Flix’, ‘El Juan’, ‘El Lucas’ o ‘El de Morell’ también transitan por unas páginas plagadas de órdenes de registros en sus domicilios y relación del abundante material encontrado y vinculado a propaganda de izquierdas y críticas al régimen.

 

El ‘cóctel de la verdad’

En esos círculos más o menos cerrados se movía la vida de Cipriano, en base a citas en el paseo Prim o en su propio piso de la calle Pubill Oriol. La documentación también hace referencia al complicado estado de salud de Cipriano. Tras dos días de tortura en la casa cuartel, fue obligado a ingerir el llamado ‘cóctel de la verdad’, un líquido definido en algunos documentos de la investigación como «cáustico ácido» y «ácido corrosivo».

Esa circunstancia trastocó por completo los hechos e incluso sus declaraciones. Aquel veneno le abrasó por dentro y él fue trasladado al Hospital Sant Joan. El informe del doctor y el parte del centro hablan de «un pronóstico grave»: «vómitos oscuros, dolor abdominal, quemaduras de aspecto blanquecino en cara interna de labios y lengua». «No se encuentra en condiciones de declarar», añade el informe.

Aún sin recuperarse, fue trasladado a las dependencias de la Guardia Civil. Allí continuaron los interrogatorios con violencia e incluso le pudo ser suministrado otra dosis del ácido letal. En la documentación no queda claro el proceso según el cual ingirió el líquido que acabaría con él ni tampoco los nombres de los responsables. El resultado es que Cipriano ya no se pudo recuperar. Estuvo luchando varios días por su vida, hasta que finalmente falleció en el Hospital Sant Joan, a la edad de 28 años.

 

Una familia destrozada

Según su certificado de defunción la causa de la muerte fue el clásico «hemorragia interna». Su muerte dejó a unos padres y hermanos destrozados que no pudieron despedirse de él. Su madre y su hermano intentaron verlo en el hospital y, según cuentan, los guardias civiles se lo impidieron amenazándolos con violencia. La madre de Cipriano, de rodillas y llorando, suplicó una y otra vez por su hijo pero al parecer solo recibió puntapiés e insultos.

Cipriano fue enterrado en una fosa de beneficencia en el Cementerio General de Reus el 20 de septiembre de 1973. Lo sepultaron sin la presencia de sus seres queridos y en un total secretismo. «Fue una forma de silenciar su caso», explica la investigadora María José Bernete. La noticia entonces sólo se conoció en ámbitos políticos concretos y muy reducidos. Se tardó tiempo en saber qué había ocurrido realmente y en que los afines a la ideología de Cipriano empezaran a reivindicar su figura.

Su cuerpo continúa en el cementerio de Reus. Allí sus compañeros de militancia del PCE le erigieron una losa de mármol. Allí ha ido a visitarle su hermano Antonio en varias ocasiones, en actos mezcla de homenaje y denuncia, siempre con la intención de que se haga justicia. Los juzgados de Argentina tendrán la próxima palabra para saber cómo murió Cipriano Martos, el sindicalista granadino que encontró en Reus su último destino y que se ha erigido ya en un icono de la lucha por las libertades.

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