Como aquel cosquilleo de 1980

Catalunya vive sus elecciones más decisivas en 35 años. Los primeros comicios tras el franquismo tenían, como el 27-S, un carácter histórico. ´Se respira la ilusión por algo nuevo´, dice un diputado

19 mayo 2017 21:42 | Actualizado a 22 mayo 2017 13:06
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El Nottingham Forest ganaba la Copa de Europa, el batería de Led Zeppelin, John Bonham, moría tras beberse 40 vodkas y Adolfo Suárez era el presidente del Gobierno. ¿Se parece en algo social y políticamente aquel año, 1980, con la actualidad?. Muchos han adjetivado estas elecciones de históricas, por su trascendentalidad, y algunos sostienen que son los comicios más importantes de Catalunya en 35 años, desde que el 20 de marzo de 1980 se celebraran las primeras autonómicas, tras la restitución de la democracia.

Varios diputados tarraconenses de aquella primera legislatura creen que sí hay coincidencias. «En ilusión ambas situaciones son comparables, hay una chispa por construir algo nuevo, como entonces, cuando llegábamos a un Parlament donde estaba todo por construir», narra Matías Vives, abogado y economista de Montblanc, diputado entonces por el PSUC. «Lo que se consiguió entonces ahora parece poco, pero en su momento era mucho. Veníamos de la dictadura, pensábamos que en dos días cambiaríamos el mundo», sostiene el arquitecto ampostino Josep Simó, entonces diputado socialista.

La particularidad del momento la ilustra una anécdota de Vives: «Unas semanas antes de las elecciones, fui con un amigo a visitar el museo de arte moderno y nos pudimos colar en el hemiciclo del Parlament. Estaba lleno de polvo, era una sala en la que no había habido actividad desde hacía mucho tiempo. Era una imagen fantasmagórica. Poco después entré de nuevo y el lugar estaba limpio y ordenado, me llamó la atención aquel contraste».

El arquitecto tarraconense Josep Maria Garreta también fue diputado aquellos años. «Entré a media legislatura, sustituyendo a Josep Roig, que era conseller de ERC. Por entonces ni se hablaba de independencia». A pesar de que su padre se oponía, Garreta aceptó el reto político: «Me reuní con el presidente de ERC, Heribert Barrera, y me puso al lado a un concejal, que era mi profesor de Matemáticas en la carrera de Arquitectura, Miquel Ponseti. Eso me convenció. Si él estaba allí, yo tenía que ir también». Garreta recuerda tiempos estimulantes: «Todo aquello parecía un gran invento social, todo el mundo parlamentario, los protocolos, la liturgia…». Joan Manuel Margalef, ampostino y también arquitecto, percibe similitudes: «Ahora también parece que está todo por hacer, que se puede llegar a plantear incluso una nueva forma de vivir».

Muchos de ellos se habían movilizado, con un espíritu similar, en las elecciones municipales de 1977, la auténtica puerta a la democracia. Es el caso de Matías Vives, que con 19 años, con Franco todavía vivo, entró en el PSUC, donde, en la clandestinidad, acabó siendo el responsable de las comarcas ebrenses. «Yo había participado ya en algunas elecciones en Italia. Cuando me ponía muy neuras, muy excitado, el PSUC me enviaba al extranjero, participaba en democracia, aquello me relajaba y podía volver aquí. Eso me permitió conocer cómo funcionaban unas elecciones», rememora Matías, que como diputado y portavoz recuerda la etapa como vibrante: «Fue un trabajo, en general, creativo, en una legislatura irrepetible. Estábamos en la oposición y cumplíamos la función de perseguir al Govern».

Garreta fue ponente de la Ley de Urbanismo, el mismo ámbito en el que trabajó Margalef. Josep Maria Simó estuvo en la comisión de política territorial y en la de Industria, entre otras labores. Otros políticos tarraconenses como José Clua, Joan Descals y Agustí Forné también ocupaban asiento en aquel nuevo hemiciclo.

Si Catalunya comenzaba entonces el despliegue de su organigrama como comunidad, en el marco de una Constitución, ahora la encrucijada, y a la vez el anhelo de muchos, es alumbrar estructuras de Estado independiente. Garreta es uno de aquellos diputados convencidos ahora de su voto por la secesión: «El Estado ha tenido una trayectoria de autoritarismo y mala gestión, una actitud de violencia verbal. No nos roban pero nos menosprecian y se aprovechan. Si el Estado hubiera tenido más vista, habría dejado hacer un referéndum. Tienes que tener una posición de libertad para poder actuar».

Menos contundente, aunque de acuerdo en el fondo, es Vives. «Yo votaré a Junts pel sí. Estaba en el equipo de Jordi Solé i Tura y participé en la redacción de la Constitución de 1978. No soy independentista ni nada que se le parezca pero llega un momento en el que dices ‘hasta aquí hemos llegado’. ¿De qué manera puedo hacer realidad aquello que planteaba Maragall de una relación de tú a tú?. Llego a la conclusión de que la única posibilidad que queda es la de un Estado propio, que no son los viejos estados del siglo XIX».

Josep Simó, todavía militante socialista, asume que el PSC «se ha descolgado del derecho a decidir y es un error», y baraja un voto por la independencia: «El referéndum es la única salida. Si la alternativa es seguir como hasta ahora, quiero la independencia, pero yo optaría por una estructura de Estado federal, con gran nivel de autogobierno».

35 años separan aquel viejo cosquilleo del actual. Los que abogan por un nuevo estado, e incluso los que aspiran a otra fórmula respiran, por primera vez en mucho tiempo, la emoción de una cita histórica con las urnas.

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