¿Dónde está el techo para el turismo rural?

Territorios tan bien preservados como el Priorat buscan la fórmula para seguir sumando turistas sin perder la identidad ni poner en peligro un paisaje que está en la esencia de su oferta de valor

19 mayo 2017 16:24 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:00
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Este sábado, la sede del Parc Natural de la Serra de Montsant, en La Morera de Montsant (Priorat) acogió una jornada de debate titulada El turisme sostenible i els pobles del Priorat: una mirada local, en la que los sectores público y privado reflexionaron sobre el futuro del turismo rural en entornos como el suyo. No son los únicos que están abordando este debate.

La demarcación de Tarragona es rica en entornos rurales muy bien preservados, sin grandes impactos urbanísticos, que ven hoy en el turismo una oportunidad en la que proyectar su futuro. El reto es cómo seguir sumando turistas sin perder la identidad ni poner en peligro un paisaje agrícola que está en la base de su oferta de valor. Es decir, cómo hacerlo sostenible.

«En cinco años hemos multiplicado por tres el número de plazas de alojamiento en el Priorat, hasta las 2.000 actuales, con la apuesta de que el sector turístico tome el relevo del vino como locomotora económica de la comarca», explica Enric Calvo, secretario de la patronal de micro, pequeñas y medianas empresas Pimec en el Priorat, además de presidente de Priorat Enoturisme, una asociación empresarial que agrupa a bodegas, restaurantes, hoteles, alojamientos rurales, apartamentos turísticos y empresas de actividades deportivas y de aventura.

Para que el turismo pueda llegar a ser la locomotora económica del Priorat y otras comarcas como ésta, «necesitamos –plantea Calvo– que las infraestructuras que tenemos aguanten esa afluencia, que seamos sostenibles, y hay que abrir el debate».

¿Morir de éxito?

Siurana, en Cornudella de Montsant, es el ejemplo recurrente. Este pequeño municipio emplazado en lo alto de una cima ha sido el primero en experimentar la presión del éxito. En cuestión de pocos años, la serpenteante carretera que conduce hasta Siurana ha acusado colapsos de tráfico, con unas instalaciones de aparcamiento incapaces en ocasiones de absorber la demanda.

Hoy se está trabajando en un proyecto para adecuar las infraestructuras a la afluencia de visitantes. Pero si el futuro del Priorat pasa por seguir sumando turistas, sin duda otros puntos de esta comarca vivirán en algún momento desafíos similares. En opinión de Enric Calvo, la gran preocupación es «que no se desborde todo, descubriendo en ese momento que no había cabida para tanto».

Aunque la cuestión no está, a su entender, en poner límites, sino en planificar y gestionar adecuadamente. «Los modelos aplicables –cuenta– son los que han trabajado con mucha anticipación. De ahí a pensar que se ha desbordado, en absoluto. Hay mucho recorrido todavía para crecer».

Del mismo parecer es Meritxell Cardona, consellera de Turisme del Consell Comarcal del Priorat, que coincide en que «no tenemos nuestro techo, y eso es un reto. Es una oportunidad y no podemos vetar posibilidades, pero tenemos que darle conocimiento y experiencia, para que el patrimonio tenga valor».

«Defendemos –cuenta Cardona– el Priorat como Patrimonio Inmaterial de la UNESCO por su modelo agrícola mediterráneo. Eso no lo tienen ni los italianos de la Toscana ni los franceses de Borgoña. Aquí defendemos todo el conjunto: con los animales, los payeses, los marges [los muros de piedra seca que caracterizan las terrazas de los viñedos del Priorat]... Es todo un sistema de vida y no queremos adulterar el territorio, sino hacer las cosas bien hechas y preservar el patrimonio cultural y económico».

¿Cómo se hace eso? Anticipándose a la aparición de los conflictos. «Si empezamos con prohibiciones, restricciones, etcétera, es que vamos mal», adelanta Cardona. Significaría que, en efecto, el Priorat (o cualquier otra comarca que pueda verse reflejada en este ejemplo) ha llegado a ese punto en el que le asalta el riesgo de morir de éxito.

Esta misma semana, Jordi Gascón, doctor en Antropología por la Universitat de Barcelona (UB) especializado en el impacto del turismo en el mundo agrario y miembro de Fòrum de Turisme Responsable, participó en una jornada celebrada en el campus Catalunya de la Universitat Rovira i Virgili (URV), donde habló de El consum turístic de territoris agraris i patrimonis alimentaris: consolidació de la producció camperola o gentrificació rural?

Cuenta Gascón que ejemplos como el del Priorat, «en los que puedes encontrar payeses jóvenes, son muy escasos en Europa. Lo que tenemos hoy es un proceso general de gentrificación rural, que empezó con la expulsión de los pescadores de la costa y ahora está entrando en el interior de Catalunya».

A trazos gruesos, el de gentrificación es un concepto nacido en entornos urbanos, que designa el fenómeno por el cual los habitantes tradicionales de un barrio son desplazados por otros colectivos llegados de fuera, que ocupan sus espacios gracias a un mayor poder adquisitivo, que dispara los precios residenciales y hace imposible la permanencia de las clases sociales más populares.

«Con el turismo –explica Gascón– hay una subida en los precios del suelo, en el coste de la vida... el turismo se ha convertido en un vector que impulsa esos procesos de gentrificación rural, con los precios como vector de expulsión». ¿Qué tiene de malo eso en entornos donde la falta de relevo generacional y la despoblación suelen ser norma? En este caso, el problema no viene por «el neorrural, que acostumbra a llevarse su trabajo urbano al campo. Lo que de verdad te genera un problema son las segundas residencias», asegura Gascón.

Falta de viviendas

Sin hablar de gentrificación, Meritxell Cardona, del Consell Comarcal del Priorat, detecta algunos síntomas. Con la figura del agricultor como elemento fundamental en ese patrimonio cultural y económico sobre el que se sostiene la propuesta turística que ha construido el Priorat, se han buscado opciones para facilitar el relevo y la incorporación de personas al cultivo de la tierra.

Los ‘Bancs de Terres’, donde se ponen tierras de cultivo en abandono a disposición de quien quiera trabajarlas, son la propuesta más ambiciosa para asegurar la actividad agrícola en esta comarca. «Después de este esfuerzo para recuperar campos con los ‘Bancs de Terres’ –cuenta Meritxell Cardona– ahora veo un problema: no encontramos viviendas para esas personas. Con el turismo, muchas viviendas han pasado a ser de uso turístico. Esa gente no puede pagar un alquiler pensado para alojamiento turístico. Y si no tienen ningún lugar al que ir a vivir, no habrá relevo y las escuelas y los comercios cerrarán, porque una población flotante no da ingresos a los municipios».

Las soluciones no son sencillas. ¿Una moratoria sobre las viviendas de uso turístico, como la que se ha hecho en Barcelona? ¿Bloques de pisos y crecimiento urbanístico? De ninguna manera, en ninguno de estos casos, a decir de Cardona. «Pienso –dice– que la solución pasa por fomentar la vivienda social».

Son retos incipientes, sobre los que todavía hay mucho margen para trabajar. Jaume Salvat, profesor asociado del departamento de Geografia de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y miembro del grupo de investigación de Anàlisi Territorial i Estudis Turístics de la URV, reconoce que «sí que hay más presión que antes» de los turistas urbanos sobre el medio rural, pero matiza que «hay una percepción de saturación en lugares donde la actividad es realmente muy pequeña, y esa percepción está provocada por la falta de regulación».

«Hay que ver –prosigue Salvat– cómo se regula, pero estamos hablando de entornos muy castigados económicamente, en los que el turismo puede jugar un papel importante en la economía y en la autoestima de la gente del entorno. Pienso que todavía estamos muy lejos de una presión excesiva en los entornos rurales».

«Ojalá en los entornos rurales tuviésemos que gestionar ese éxito –añade– que ha llevado a la turismofobia de Barcelona, donde el turista siempre es el otro y yo soy ‘el viajero’. Cuando pensemos en regular, pensemos en facilitar o en no facilitar. Tú puedes regular poniendo barreras económicas, pero pienso que deberían ser barreras de valor. Comarcas como el Priorat no tienen ni 10.000 habitantes. Conviene que la gente vaya a vivir allí y tengan nuevas oportunidades laborales».

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