El 45% de los hijos en la provincia nacen ya fuera del matrimonio

La maternidad fuera del enlace, anecdótica en el pasado, ha crecido un 20%en diez años. Las nuevas formas de familia o la visión de la Iglesia normalizan una situación antaño penalizada

19 mayo 2017 23:09 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:17
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Antaño solía ser un motivo de vergüenza. En la pareja, ella se quedaba embarazada accidentalmente, acaso en un encuentro furtivo y apasionado con él. Entonces había que organizar, casi a escondidas de familia, vecindario y conocidos, una boda a toda prisa para ocultar la concepción ‘en pecado’ de la nueva criatura. 
No hace demasiado tiempo, tener un hijo sin el cobijo previo de un enlace era algo con muy mala prensa y susceptible de crítica pero también estadísticamente muy poco relevante, casi anecdótico. Hace 30 años, sólo el 4,41% de recién nacidos en la provincia de Tarragona venían al mundo fuera del matrimonio. En las tres últimas décadas ese indicador ha sufrido un aumento progresivo.
Los años 90 acabaron con un registro del 16,77%. Esa cifra se ha triplicado en la actualidad, cuando en las comarcas tarraconenses el 45,4% de los niños que nacen (es decir, más de cuatro de cada diez) ya lo hacen sin que sus padres estén casados. 
En números absolutos, 3.451 niños nacieron en Tarragona en 2013 fuera del matrimonio. En una década, el indicador ha aumentado un 20%, y continúa haciéndolo. Todavía más elevado que la media provincial es el dato en las dos grandes ciudades. En Tarragona capital el porcentaje se incrementa al 47,7% y en Reus se sitúa en el 47,2%, según el balance del Idescat referente a 2013, el último disponible. 
De la excepción a la norma
Lo que antes era una excepción, ahora va camino de convertirse en la norma habitual, mientras el número de nacimientos sigue bajando y el modelo tradicional de familia resquebrajándose y dando paso a esquemas más diversos. Al giro de tendencia generalizado se añade, claro está, un cambio de mentalidad. «El matrimonio, que ya había perdido su estatus de marco legítimo de las relaciones sexuales, deja de ser el ámbito exclusivo de la procreación», señala el informe ‘Maternidad sin Matrimonio’. 
«El rápido aumento de la fecundidad no matrimonial en España ha puesto de manifiesto la creciente disociación entre matrimonio y reproducción», añade el estudio. Para algunas voces, el matrimonio se ha resentido como institución, según afirma desde Tarragona Sergi Sánchez, profesor de trabajo social en la UB: «Ha cambiado el rol del matrimonio. Antes constituía un fin en sí mismo y era suficientemente importante como para mantenerse en él independientemente de cómo fuera la relación o del nivel de satisfacción. Ha habido un cambio de valores. Ahora el matrimonio ya no es una institución tan total. Se puede crear una familia sin ese cobijo. El matrimonio no se ve como algo que nos ayudará a ser más felices». 
Sánchez incide en haber alcanzado cierta liberación, en tanto que tener hijos extramatrimoniales se ha ido despojando del estigma social que le afectaba hasta hace un tiempo. «Antes todo el mundo se casaba, tenía su trayecto vital muy marcado. Ahora se asume que la felicidad está por encima de esa unión. Está mejor visto tener hijos sin estar casados, igual que está mejor considerado que se rompa la pareja. El divorcio no está socialmente tan penalizado», indica Sergi Sánchez, que añade: «También la legislación ha favorecido este fenómeno, por ejemplo con los derechos de las parejas de hecho. Nos estamos acercando más a países del norte de Europa, donde hace tiempo que este tipo de uniones son habituales». 
El doctor Àngel Belzunegui, profesor de Sociología de la URV, aporta una opinión distinta: «No es que haya cambiado el rol del matrimonio sino que se ha ampliado el abanico de modelos familiares. La inmensa mayoría de la gente, aunque esté conviviendo bajo diferentes formatos familiares, acaba casándose. El matrimonio aún tiene éxito, pero la gente se casa más tarde. Lo que tenemos observado es que antes se convive y luego, una vez se tiene el primer e incluso el segundo hijo, se opta por formalizar la relación de una u otra manera». 
Con esa inercia, España se acerca más a otros países europeos, pero con matices y especificaciones. «En Dinamarca o Suecia el número de hijos fuera del matrimonio está alrededor del 50% pero a diferencia de esos países o de ciudades como París, aquí hablamos de hijos fuera del matrimonio pero frutos de una unión. Es decir, no son madres solteras, un perfil que en otros lugares sí es más abundante», cuenta Belzunegui, que confirma, además, el cambio de mentalidad. «En los años 60 la mayoría de los hijos nacidos fuera del matrimonio no eran queridos, se veían como resultado de una equivocación. La sociedad ha evolucionado, ha admitido otras maneras de tener hijos», explica el profesor de la URV. 
La aceptación de la religión o el proceso de secularización desde la llegada de la democracia han sido mecanismos decisivos para que, hoy en día, la maternidad extramatrimonial se haya normalizado. «Influye mucho la apertura de todo el ámbito católico a la hora de aceptar más este tipo de situaciones», desgrana Sergi Sánchez. «También tiene que ver la permisividad de la Iglesia o el hecho de que la maternidad sea vista como una cosa más de las mujeres, una decisión de ellas, consustancial a la mujer. Ha sido muy importante todo el proceso de conquista de derechos femeninos», diagnostica Belzunegui. 
Para el sociólogo tarraconense, el reconocimiento de las parejas de hecho también ha sido clave: «Que en muchos casos se haya equiparado al matrimonio también es un factor que ha influido. Es un síntoma de que la sociedad va cambiando. La legislación, que siempre va por detrás de lo social, poco a poco va adaptándose a la realidad, tú no puedes legislar en contra». Parejas de hecho, otras que no oficializan la relación, madres solteras o uniones homosexuales forman parte de la diversificación del núcleo familiar, que ha alumbrado hogares más heterogéneos y, a su vez, complejos. El perfil de la madre soltera, tan negativamente considerado hace tiempo, también gana aceptación. Sin embargo, esa mejoría no va siempre acompañada del progreso, por ejemplo, en cuestión de ayudas sociales, de ahí que los expertos alerten siempre de la feminización de la pobreza, algo que afecta sobre todo a madres solteras o divorciadas con cargas familiares. 
Antaño solía ser un motivo de vergüenza. En la pareja, ella se quedaba embarazada accidentalmente, acaso en un encuentro furtivo y apasionado con él. Entonces había que organizar, casi a escondidas de familia, vecindario y conocidos, una boda a toda prisa para ocultar la concepción ‘en pecado’ de la nueva criatura.

No hace demasiado tiempo, tener un hijo sin el cobijo previo de un enlace era algo con muy mala prensa y susceptible de crítica pero también estadísticamente muy poco relevante, casi anecdótico. Hace 30 años, sólo el 4,41% de recién nacidos en la provincia de Tarragona venían al mundo fuera del matrimonio. En las tres últimas décadas ese indicador ha sufrido un aumento progresivo.

Los años 90 acabaron con un registro del 16,77%. Esa cifra se ha triplicado en la actualidad, cuando en las comarcas tarraconenses el 45,4% de los niños que nacen (es decir, más de cuatro de cada diez) ya lo hacen sin que sus padres estén casados.

En números absolutos, 3.451 niños nacieron en Tarragona en 2013 fuera del matrimonio. En una década, el indicador ha aumentado un 20%, y continúa haciéndolo. Todavía más elevado que la media provincial es el dato en las dos grandes ciudades. En Tarragona capital el porcentaje se incrementa al 47,7% y en Reus se sitúa en el 47,2%, según el balance del Idescat referente a 2013, el último disponible.

 

De la excepción a la norma

Lo que antes era una excepción, ahora va camino de convertirse en la norma habitual, mientras el número de nacimientos sigue bajando y el modelo tradicional de familia resquebrajándose y dando paso a esquemas más diversos. Al giro de tendencia generalizado se añade, claro está, un cambio de mentalidad. «El matrimonio, que ya había perdido su estatus de marco legítimo de las relaciones sexuales, deja de ser el ámbito exclusivo de la procreación», señala el informe ‘Maternidad sin Matrimonio’.

«El rápido aumento de la fecundidad no matrimonial en España ha puesto de manifiesto la creciente disociación entre matrimonio y reproducción», añade el estudio. Para algunas voces, el matrimonio se ha resentido como institución, según afirma desde Tarragona Sergi Sánchez, profesor de trabajo social en la UB: «Ha cambiado el rol del matrimonio. Antes constituía un fin en sí mismo y era suficientemente importante como para mantenerse en él independientemente de cómo fuera la relación o del nivel de satisfacción. Ha habido un cambio de valores. Ahora el matrimonio ya no es una institución tan total. Se puede crear una familia sin ese cobijo. El matrimonio no se ve como algo que nos ayudará a ser más felices».

Sánchez incide en haber alcanzado cierta liberación, en tanto que tener hijos extramatrimoniales se ha ido despojando del estigma social que le afectaba hasta hace un tiempo. «Antes todo el mundo se casaba, tenía su trayecto vital muy marcado. Ahora se asume que la felicidad está por encima de esa unión. Está mejor visto tener hijos sin estar casados, igual que está mejor considerado que se rompa la pareja. El divorcio no está socialmente tan penalizado», indica Sergi Sánchez, que añade: «También la legislación ha favorecido este fenómeno, por ejemplo con los derechos de las parejas de hecho. Nos estamos acercando más a países del norte de Europa, donde hace tiempo que este tipo de uniones son habituales».

El doctor Àngel Belzunegui, profesor de Sociología de la URV, aporta una opinión distinta: «No es que haya cambiado el rol del matrimonio sino que se ha ampliado el abanico de modelos familiares. La inmensa mayoría de la gente, aunque esté conviviendo bajo diferentes formatos familiares, acaba casándose. El matrimonio aún tiene éxito, pero la gente se casa más tarde. Lo que tenemos observado es que antes se convive y luego, una vez se tiene el primer e incluso el segundo hijo, se opta por formalizar la relación de una u otra manera».

Con esa inercia, España se acerca más a otros países europeos, pero con matices y especificaciones. «En Dinamarca o Suecia el número de hijos fuera del matrimonio está alrededor del 50% pero a diferencia de esos países o de ciudades como París, aquí hablamos de hijos fuera del matrimonio pero frutos de una unión. Es decir, no son madres solteras, un perfil que en otros lugares sí es más abundante», cuenta Belzunegui, que confirma, además, el cambio de mentalidad. «En los años 60 la mayoría de los hijos nacidos fuera del matrimonio no eran queridos, se veían como resultado de una equivocación. La sociedad ha evolucionado, ha admitido otras maneras de tener hijos», explica el profesor de la URV.

La aceptación de la religión o el proceso de secularización desde la llegada de la democracia han sido mecanismos decisivos para que, hoy en día, la maternidad extramatrimonial se haya normalizado. «Influye mucho la apertura de todo el ámbito católico a la hora de aceptar más este tipo de situaciones», desgrana Sergi Sánchez. «También tiene que ver la permisividad de la Iglesia o el hecho de que la maternidad sea vista como una cosa más de las mujeres, una decisión de ellas, consustancial a la mujer. Ha sido muy importante todo el proceso de conquista de derechos femeninos», diagnostica Belzunegui.

Para el sociólogo tarraconense, el reconocimiento de las parejas de hecho también ha sido clave: «Que en muchos casos se haya equiparado al matrimonio también es un factor que ha influido. Es un síntoma de que la sociedad va cambiando. La legislación, que siempre va por detrás de lo social, poco a poco va adaptándose a la realidad, tú no puedes legislar en contra». Parejas de hecho, otras que no oficializan la relación, madres solteras o uniones homosexuales forman parte de la diversificación del núcleo familiar, que ha alumbrado hogares más heterogéneos y, a su vez, complejos. El perfil de la madre soltera, tan negativamente considerado hace tiempo, también gana aceptación. Sin embargo, esa mejoría no va siempre acompañada del progreso, por ejemplo, en cuestión de ayudas sociales, de ahí que los expertos alerten siempre de la feminización de la pobreza, algo que afecta sobre todo a madres solteras o divorciadas con cargas familiares.

 

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