El arte de ser cartero en Mongolia

¿Cómo encontrar una yurta, una tienda de campaña utilizada por los nómadas, en la estepa? Un sistema de direcciones de tres palabras ligadas a coordenadas de GPS puede ser la solución

19 mayo 2017 18:27 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:50
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Ser cartero es el oficio más difícil de Mongolia: ¿cómo encontrar una yurta –tienda de campaña utilizada por los nómadas– en medio de la estepa?. ¿Y en el desierto?. Por suerte para los repartidores de cartas, eso puede estar a punto de cambiar.

Un sistema de direcciones de tres palabras ligadas a coordenadas de GPS puede ser la solución a los problemas de uno de los últimos países nómadas del planeta.

A día de hoy, Mongolia no cuenta con un sistema de correo a domicilio, porque le es casi imposible tenerlo: la mayoría de los ciudadanos carecen de dirección, incluso en algunas partes de la capital, Ulán Bator, donde cada vez un mayor número de nómadas echa raíces aunque sin dejar de lado su yurta, formando asentamientos en el extrarradio de la ciudad.

«En Ulán Bator, en Mongolia, cuando tienes que dar una dirección, no dices el nombre de la calle, explicas que el lugar está cerca de tal edificio, cerca de esa plaza (...) Si dijeras el nombre de la calle, nadie sabría dónde está», comenta entre risas una traductora que trabaja en la capital, Ochko, a las puertas de la oficina principal de correos de la ciudad.

A su lado, un octogenario que ha venido a enviar una postal explica en tono más serio el trasfondo de la situación: «El sistema de correos actual sólo existe desde hace 95 años. Antes los carteros montaban a caballo y cada 25 kilómetros tenían que cambiar de animal para completar su recorrido».

«Actualmente, la entrega de cartas a personas que no tienen una dirección concreta es un problema. No tenemos un sistema para nombrar las calles o numerar las casas», añade el anciano en esta sede de correos, donde la gente debe acudir a recoger su correspondencia.

Aunque nadie aún esté al corriente, esta práctica puede tener los días contados.

Con una superficie tres veces mayor que la de España y una población de tan sólo 2,8 millones de personas, Mongolia ha decidido acabar con el problema con una idea revolucionaria: el sistema «What3Words», que asigna una dirección de tres palabras a cada nueve metros cuadrados de la Tierra.

La firma, creada por británicos, lo pone fácil: si se quiere enviar una carta al presidente Barack Obama a la Casa Blanca, ya no se tendrá que escribir en el sobre «avenida Pensilvania 1600, Washington, DC 20500», sino simplemente «suponía.inversa.pulcro», tres palabras elegidas al azar que están ligadas a unas coordenadas de GPS para localizar la residencia de la manera más precisa posible con tan sólo un móvil e incluso sin internet.

Lo mismo ocurre con otras partes del mundo, ya sean emblemáticas o no. Todas tienen su nombre en el sistema. A golpe de «click» en la página oficial de la empresa, cualquier persona puede encontrar la frase que «What3Words» le da a su casa, ya sea introduciendo el nombre y número de su calle –si es que lo tiene– o buscando el punto en el que se encuentra en el mapa, como en el caso de los mongoles.

La start-up británica busca con esta fórmula solventar el problema que enfrenta el 75 % de la población mundial: 4.000 millones de personas que «son invisibles», sin dirección para recibir entregas o asistencia, y sin poder ejercer sus derechos como ciudadanos.

Desde abrirse una cuenta de banco hasta ir a votar en unas elecciones; no tener dirección no es un asunto baladí y, como destaca la firma en su web, «dificulta el crecimiento y desarrollo de naciones enteras».

Organizaciones como la ONU ya se han rendido a las ventajas de este método, y Mongolia se convertirá en el primer país que lo utilice de forma oficial.

Tras firmar un acuerdo con la empresa británica, el Gobierno mongol lo pondrá a prueba en una oficina de correos de la capital y, si tiene éxito, comenzará a implementarlo en toda la urbe y posteriormente en todo el país, según explicó a Efe la directora de Correos de Mongolia, Sodchimeg.

«Si conseguimos llegar a las zonas rurales, será un cambio histórico», exclama. Nunca se había visto tan cerca la posibilidad de encontrar una aguja en un pajar.

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