El desperdicio de alimentos, ¿una nueva pandemia?

El coronavirus ha provocado que se gaste menos en alimentación fuera de casa y se incrementen los residuos en los hogares

27 noviembre 2020 09:00 | Actualizado a 27 noviembre 2020 09:16
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El covid sigue poniendo en la palestra nuestras debilidades. Lejos de salir reforzados de una situación tan extrema con una actitud más en pro de cuidar de la sociedad y del medio ambiente y ser menos individualistas, nos hemos tornado más egoístas y acaparadores. Sin ir más lejos, la sorprendente necesidad de hacer acopio de un excesivo número de rollos de papel de baño o dejar las estanterías de los supermercados sin existencias de levadura.

No se nos escapa que a la dolorosa pérdida de millones de vidas habrá que añadir una profunda crisis económica, incrementando con toda probabiliadad la pobreza extrema en lo que ya se calcula: 115 millones de personas y hambre crónica para 132 millones de personas a nivel mundial.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que cerca de un tercio de la producción mundial de alimentos para consumo humano se desaprovecha cada año. Un total de 1.300 millones de toneladas que descartamos sin consumir.

Según datos de el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), en 2019, los hogares españoles desperdiciaron 1.352 millones de kilos de alimentos y bebidas, el 1 % más que en 2018, que estima que un 42 % del desperdicio alimentario total se origina en las casas particulares. Sin tener datos aún de este 2020 y aunque se cree que se ha llevado a cabo una cocina de aprovechamiento, la Asociación de Empresas del Gran Consumo (Aecoc), calcula que cerca de un 40 % de la población española ha tendido a acumular más alimentos en el confinamiento.

Además, a raíz del encierro por el virus, las familias consumen menos fuera de casa, descontrolando en parte la gestión de los desechos, ya que no parece ser suficientemente eficiente en los hogares particulares.

Objetivo: reducir desperdicios

Por estas razones se vuelve especialmente importante la lucha contra las pérdidas y los desperdicios de alimentos, así como apoyar a los pequeños productores con la intención de mitigar los costes de producción, así como de distribución. Todo ello con el objetivo de conseguir que la comida sea un bien asequible, saludable y disponible para todos.

A pequeña escala podemos realizar acciones que ayuden a contribuir a solucionar este problema: comprar sólo lo que necesitamos, aprovechar las sobras, vigilar el etiquetado y la fecha de caducidad, almacenar bien los alimentos, no descartar frutas y verduras por su aspecto,... Pero sin duda, el primordial es intentar mantener una dieta sostenible, ya que además de ser beneficiosa para nuestra salud, según la FAO «genera un impacto ambiental reducido y contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional. Además protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, accesibles, económicamente justas y asequibles y nutricionalmente adecuadas, inocuas y saludables, y optimizan los recursos naturales y humanos».

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