El día en que 'murió' la URSS

Putin añora la vieja gloria soviética

19 mayo 2017 18:25 | Actualizado a 21 mayo 2017 16:52
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Rusia conmemoró ayer el 25 aniversario del fallido golpe de Estado que precipitó la desintegración de la URSS inmersa en la nostalgia por su pasado soviético, que, según se aleja en el tiempo, se percibe por gran parte de la población como una época cada vez más luminosa.

Un cuarto de siglo después de que el ala conservadora del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) intentara hacerse con el poder para frenar las reformas aperturistas, tan sólo un tercio de los rusos condenan aquel golpe de Estado, según un reciente estudio del prestigioso centro de sondeos Levada.

Hace diez años, eran casi dos tercios los ciudadanos que se expresaban en contra de las acciones emprendidas por el autodenominado Comité Estatal de Emergencia, que incomunicó al entonces líder soviético Mijail Gorbachov en su dacha (casa de campo) de Crimea y ordenó la entrada de tropas acorazadas en Moscú.

Cuando cayó el telón de acero y una renovada Rusia salió del aislamiento en el que había vivido durante décadas, la kilométrica cola al restaurante de comida rápida McDonalds, recién inaugurado en Moscú, simbolizó el ansia de los rusos por las bondades occidentales.

Pero desde hace unos años, el tradicional ‘kvas’ ruso (refresco de centeno fermentado) le gana terreno a la Coca Cola, al tiempo que las empresas de alimentación presumen de antiguos estándares de calidad soviéticos para vender mejor sus productos, ahora que madres y abuelas no se cansan de repetir que entonces la comida era mejor.

Otro tanto sucede con la elite política, alentada por las palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, que ha calificado la desintegración de la Unión Soviética como la «mayor catástrofe geopolítica del siglo XX».

Expertos y políticos de todos los colores coinciden en una visión negativa de la desaparición de la Unión Soviética, desde una perspectiva que si bien condena a los golpistas, no lo hace por su «loable» intención de evitar la desintegración del imperio, sino precisamente por acelerar ese hecho pese a pretender lo contrario.

Los golpistas introdujeron tanques en Moscú, pero Borís Yeltsin, entonces presidente de la República Federativa de Rusia aún integrada en la URSS, encabezó una campaña de desobediencia civil con el respaldo de Occidente. La negativa del Ejército de apoyar a los golpistas y la firme actitud de los moscovitas, que formaron un escudo humano en torno al Parlamento para evitar su asalto, condicionaron el fracaso de la asonada, que terminó dos días más tarde con la detención de los golpistas y el retorno de Gorbachov.

Pero en Moscú el poder ya había pasado a manos de Yeltsin, quien no dudó en capitalizar su victoria y suspendió las actividades del Partido Comunista. El 8 de diciembre los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia disolvieron la Unión Soviética, y el día 25 de ese mes Gorbachov anunció su dimisión y la desintegración de la URSS.

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