El sector de las extraescolares lucha por sobrevivir

Academias de música, baile, idiomas... tratan de ofrecer servicios ‘online’, pero no siempre es posible y algunas ven peligrar su futuro

08 abril 2020 06:40 | Actualizado a 09 abril 2020 11:10
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Las actividades extraescolares pararon en Catalunya incluso antes de que se cerraran escuelas e institutos. El sector, formado en su mayoría por pequeñas empresas, ha intentado seguir con la actividad online, aunque no en todos los casos es viable. Todas afrontan con angustia el hecho de no saber cuándo se podrán reemprender las actividades colectivas en las que participan niños y adolescentes y cómo quedará la economía de las familias para las que trabajan.

Bailando desde el salón

Dúnia Grau tiene 27 años y su socia, Carolina López, 28. Ambas fundaron hace siete años su primera escuela, Infinity Dansa, en Valls. Hoy tienen dos locales y unos 180 alumnos, especialmente niños, pero también adultos.

Estos días están usando todas las vías posibles para seguir trabajando a distancia. En el caso de los niños, las profesoras preparan las lecciones en sus casas y se las envían a los padres por WhatsApp. Ellos, a su vez, graban a los alumnos y se las mandan a ellas para ver cómo lo están haciendo.

Además, también dan clases en directo por Instagram, pensando especialmente en los niños más pequeños.

La mayoría son pequeños empresarios que no saben si tendrán ayudas económicas

En el caso de las alumnas de zumba, que son adultas, han optado por preparar las coreografías en YouTube para que puedan practicarlas cuando quieran.

Mientras, van colgando en sus redes sociales rutinas útiles de calentamientos, posición de los pies...

Dúnia reconoce que están siendo días complicados. En marzo ya habían cobrado la cuota y lo que ofrecieron fue recuperar las clases que no se hubieran dado. En abril la idea es cobrar una cuota de mantenimiento para no tener que cerrar y hacer frente a los gastos como los del alquiler. De momento han pedido una rebaja a los propietarios, pero no les han contestado.

«Unas familias lo entienden y otras no», relata. Hay quienes se han dado de baja porque los padres se han quedado sin ingresos, pero también las hay «que nos ofrecen pagarnos todo el mes porque quieren que sigamos».

El reto de ensamblar la orquesta

Paco Martín es director de la escuela de música Rambla Music, que funciona en la sede de la Escola Teresianes de Tarragona. Aquí también se han adaptado, en todo lo posible, a la nueva situación, pero ya desde un primer momento se dieron cuenta de que las clases online que hacen con grupos de niños muy pequeños serían inviables. Tienen unos 260 alumnos de 2 a 78 años.

En el caso de los niños un poco más mayores sí que están haciendo clases en grupo, por videoconferencia, de lenguaje musical y luego individualmente, de cada instrumento. Previamente, los profesores mandan a los padres las partituras que tienen que practicar en PDF.

Una de las ventajas, apunta Martín, es que los niños tienen muy asumido el uso de los móviles y las tablets para hacer videollamadas, así que la parte tecnológica no ha sido un problema.

Para rizar el rizo, en los grupos de instrumento piden a los alumnos que, cuando tengan su parte bien preparada, la graben por vídeo y se la manden. Así Martín se dedica a ‘ensamblarlas’ en casa para ver cómo quedaría si tocaran todos juntos. Es un trabajo laborioso, «estos días las horas de trabajo se nos han multiplicado muchísimo, menos mal que nos gusta lo que hacemos», cuenta.

En los grupos corales también les mandan material grabado para que practiquen porque conservan la esperanza «de que la gente no se pare y podamos hacer el concierto de fin de curso».

De momento las familias están respondiendo bien y a los niños les hace gracia ver a los profesores en sus casas y con sus mascotas, pero tendrán que evaluar qué hacer este mes de abril teniendo en cuenta que las clases de los grupos más numerosos, de donde obtiene la escuela buena parte de sus ingresos, se han tenido que suspender.

25 años de clases de inglés

William Loving está al frente de Bill’s, la academia de inglés que fundó su padre y que está a punto de cumplir 25 años. Tienen alumnos de distintas edades, pero especialmente niños y adolescentes que estudian en la escuela e instituto cercanos.

Casi desde el comienzo de la crisis comenzaron a ofrecer clases online, con los programas de videoconferencias que había a mano. Ahora están comprando programas específicos.

Relata que cuentan con la ventaja de que la media de las clases tiene 6 ó 7 alumnos, lo que permite tener una dinámica muy parecida a la de una clase presencial. En clases más grandes sería mucho más difícil, apunta.

En general, explica, la acogida de las familias ha sido buena, sobre todo porque en los primeros días los niños no tenían mucho que hacer. No obstante, reconoce que para una empresa familiar como la suya es muy complicado trabajar con esta incertidumbre.

Recuerda que, como otras academias, tienen muchos gastos fijos como el alquiler de locales y suministros, pero también equipamientos, como por ejemplo el renting de la fotocopiadora que deben seguir pagando aunque no la usen, o los derechos por el material que emplean.

El problema, vaticina, es que se trata de una cadena y habrá que ver cómo queda la situación económica de las familias después de la crisis sanitaria. «Además nos falta información sobre si habrá ayudas a las que podamos acogernos y cómo. Yo acabo de pagar mi cuota de autónomo, pero no podemos tener una previsión de cómo acabará todo», señala.

Transformación solidaria

Adrián Garcés está al frente de Petits Enginyers y reconoce que «nacimos en 2013, así que sabemos de crisis».

Él, junto a otros ocho trabajadores, organizan actividades de ciencia y tecnología para niños y jóvenes como impresión 3D, robótica o electrónica.

Garcés cuenta que las actividades que hacen no podían seguir a distancia porque los alumnos no tienen el material en sus casas, pero han decidido no parar y ahora usan las impresoras 3D que tienen para confeccionar, de manera altruista, viseras de protección para el personal sanitario junto con otros ‘makers’.

El parón en seco ha sido un descalabro importante para la empresa, sobre todo por las posibilidades de que ya no se regrese a las clases este curso. Apunta que tienen un tipo de negocio en que cuentan con ingresos durante el curso escolar, «pero si el curso acaba en marzo en vez de en junio, ¿qué haces?... Trataremos de aguantar hasta septiembre como sea».

Programar a distancia

Natasha Shnavel da clases extraescolares de programación en un colegio de Tarragona. Ella también ha conseguido adaptar sus clases a la modalidad online, pero sobre todo para los niños mayores. En el caso de los más pequeños cuesta más porque depende de que los padres les puedan ayudar y no todos tienen los conocimientos necesarios o el tiempo. «Nos pilló a todos por sorpresa, si lo hubiera podido planificar habría ofrecido alguna formación a los padres», se lamenta.

Por lo demás, relata que las clases las prepara igual que presencialmente y con la plataforma que usa, los alumnos pueden verla y ella, a su vez, ver lo que están haciendo. «Muchos de los chicos siguen y me siento muy orgullosa, porque veo los resultados de lo que han ido aprendiendo y su autonomía».

Ella es autónoma, «esto es casi un trabajo voluntario» y reconoce que entre sus alumnos hay situaciones económicas muy diferentes, así que está dispuesta a «compartir mi material con los padres interesados para hacer los proyectos en Scratch por su cuenta». En Facebook se puede contactar con ella en @TarragonaScratch.

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