El sector industrial reivindica su efecto tractor sobre la economía

Los precios de la energía están en el punto de mira pero también las compensaciones por fugas de CO2 y la volatilidad legal

19 mayo 2017 22:58 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:26
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«Sin actividad industrial no es posible la generación de bienestar». Esta afirmación la hacía Esther Alonso, presidenta de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE), en el marco del foro de esta organización, y en el que la industria electrointensiva reivindicó el papel tractor de esta actividad económica en nuestro país.

El reto es ambicioso. Hay que llegar al 2020 que establece la Comisión Europea. Y esto significa que, para que la industria alcance el 20% del PIB en cinco años –ahora representa el 14%–, hay que sumar un crecimiento anual del 6%. «Si no hay programas específicos no vamos a llegar a ningún sito», decía Anton Valero, presidente de la Federación Empresarial de la Industria Química.

La necesidad de impulsar un renacimiento industrial está en todas las diagnosis para la recuperación económica. Las cifras hablan por sí solas. El sector representa una cuarta parte de todos los puestos de trabajo privados. Cada empleo directo genera otros dos indirectos. Uun 85% de los contratos son indefinidos (hasta un 95% en el caso de la química) y está detrás del 57% de las exportaciones. Un último elemento: detrás del 65% del gasto en I+D en España está la industria.

 

No hay tratamiento

Sin embargo, en estos años en los que se ha hablado tanto de la reindustrialización de nuestro país, tampoco se ha aplicado un tratamiento específico. Seguimos lejos de los niveles precrisis, y tan solo Estados Unidos y Alemania, que han impulsado políticas específicas, han recuperado las cifras de antes de la Gran Recesión.

De momento el Gobierno español ha aprobado la Agenda por el fortalecimiento de la Industria en España, con 97 actuaciones, pero sin dotación económica.

Los cambios han venido en materia energética. Pese a que representa el auténtico caballo de batalla de las empresas, éstas han visto que las decisiones adoptadas han ido exclusivamente en la dirección de contener el déficit.

Según la directora general de Política Energética y Minas, María Teresa Baquedano, «las medidas tomadas han permitido que los precios de la energía se hayan estabilizado y la tendencia sea a la baja». Sin embargo, para los grandes consumidores, los precios se han incrementado un 124% desde el año 2003.

 

Más de la mitad de los costes

Desde las empresas químicas a las del acero, pasando por la siderurgia y el cemento estuvieron representadas en el foro. Actividades en las que la factura eléctrica oscila entre el 35% y el 60% de los gastos totales.

La competitividad está en juego y las compañías españolas denuncian que están en una clara situación de desventaja. «El sobrecoste en España es del 31% respecto a las plantas que tenemos en Alemania, sin olvidar que las plantas de aquí son más eficientes», decía Jaime Ruiz de Haro, vicepresidente de Oficemen.

El representante de este grupo de empresas cementeras, que tiene una planta en Alcanar, argumentó que «necesitamos costes sostenibles para poder hacer exportaciones y sostenernos».

Las inversiones se han centrado básicamente en la línea de ser más eficientes. Y, en este sentido, la química ha liderado la carrera para mejorar sus plantas. «En algunos sectores permite ser más competitivo, en otros no», argumentaba Antonio Merino, director de Estudios y Análisis del Entorno de Repsol.

No debatió si el gas de esquiste es la solución para la industria europea, tal y como lo ha sido para la estadounidense. De hecho, el único que habló al respecto fue Fernand Felzinger, presidente de la International Federation of Industrial Energy Consumers (IFIEC). Éste incidía en que «aquí el precio de la energía para los grandes consumidores es dos veces superior al de Estados Unidos».

 

¿Más Europa?

Felzinger abogó por la integración energética entre países. Un aspecto sobre el que también habló el presidente de Feique, quien exigía que «dentro de la misma Europa podamos jugar todos con la misma baraja». Y esto pasa también por seguir avanzando en materia de interconexiones.

Aunque los grandes consumidores también fueron muy críticos con la política europea. Sobre todo en lo que se refiere a política medio ambiental. «Entre la energía, los costes derivados de las emisiones de CO2 y las políticas de apoyo a las renovables, partimos de un sobrecoste de un 11% superior respecto a cualquier planta de fuera de la UE», decía Rosa García. La presidenta de Alcoa España fue muy crítica con la política del Viejo Continente ya que aseguró que «Europa ha renunciado a nuestra industria a favor de terceros países».

Rosa García le ponía cifras: «Ha desaparecido un tercio de la producción de aluminio primario, mientras que el consumo sigue creciendo un 7% anual, que se compensa a partir de importaciones». Lo que le llevó a hablar de una deslocalización silenciosa que necesita «políticas de apoyo».

España creó un mecanismo de compensación de costes de emisiones de gases de efecto invernadero. Perolos 3 millones que prevé destinar este año, quedan muy lejos de los 203 de Alemania. Unos fondos que, por otro lado, hace dos años que el Gobierno no otorga.

 

‘No somos agricultores’

Con todo, los grandes consumidores pedían estabilidad. «Las inversiones industriales son muy a largo plazo. Hay que tener una visión amplia y dejarnos de esta inestabilidad en la regulación», decía Javier Targhetta, consejero delegado de Atlantic Copper. Y ésta pasa también por dejar de lado la volatilidad en los precios de la electricidad. «No tenemos vocación de agricultores», decía José Antonio Jainaga, consejero delegado de Gerdau Europa. Y se refería a que la industria no puede estar pendiente de si hace viento o si llueve para saber qué fuente entrará antes en el mix y marcará el precio.

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