«En el ártico saben mucho del procés independentista»

El viajero del hielo. Miguel A. Julián (Barcelona, 1981) conoce el Ártico ruso como la palma de su mano. Acaba de publicar un libro sobre sus vivencias: ‘El Ártico siberiano. Territorio Desconocido’

02 marzo 2020 08:50 | Actualizado a 02 marzo 2020 09:56
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¿Cómo empezó su pasión por viajar al Ártico ruso?

De casualidad. Circunstancias de la vida. Viajé a Groenlandia, donde conocí a un guía que me habló de expediciones deportivas.

¿Deportivas?

Sí, con esquís y trineos. Además soy físico de profesión y en 2008 quería ir a ver un eclipse en Siberia. Entonces no sabía nada de Rusia. Me apunté a clases de ruso y empecé a descubrir la zona.

Debió ser emocionante ver el eclipse en Siberia.

No pude ir. Viajé semanas más tarde. Fui de Barcelona a Hong Kong en tren. Tardé dos meses.

¡Dos meses! Tuvo que ser realmente agotador.

Sí, pero es una experiencia que debería vivir todo el mundo. Conoces a mucha gente interesante. Por ejemplo, un hombre me habló de Siberia y me animó a ir. Desde entonces he viajado cada año, sobre todo en invierno.

¿Qué se siente en medio de esas llanuras heladas?

Suelo viajar con Agustín Amaro, un fotógrafo de Tenerife. Hace tres o cuatro años visitamos un lugar en el que no había estado ningún extranjero en las últimas décadas. Es una sensación increíble, extraña. Habíamos estado en sitios remotos, pero no tanto.

¿Cómo le recibieron?

Con los brazos abiertos. Los indígenas son muy parecidos a los catalanes. Son cerrados al principio, pero una vez que rompes la barrera tienes un amigo para toda la vida. Te ofrecen todo. Para ellos es un orgullo que un extranjero se interese por su cultura.

Decía usted que en un viaje tan largo se conoce a mucha gente. ¿Cree que Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal, Quim Torra, Pablo Iglesias... deberían viajar juntos? O mejor... ¿dejarlos un tiempo en el Ártico a ver si solucionaban algo y dejaban de insultarse?

Prefiero que no. En el Ártico están muy tranquilos como para enviarles a esta gente (ríe). Ya tienen bastantes problemas como para llevarles a nuestros políticos.

Tranquilos. ¿Y aislados? ¿Están al tanto de la actualidad? ¿Conocen, por ejemplo, Catalunya y lo que está ocurriendo?

Tienen más cultura que nosotros. Recuerdo que le dije a uno de ellos que yo venía de Barcelona y empezó a enumerar todo lo que sabía de la ciudad: Montserrat Caballé, la capital de Catalunya, el Camp Nou... A mi compañero de Tenerife le contó también un montón de cosas sobre Tenerife. Pregunta aquí cualquier cosa no ya del Ártico, sino de Rusia...

... Y te responderán algo de Putin y poca cosa más.

Exacto. Ellos están muy informados. Leen mucho. Cuando los indígenas van a un poblado desde los campamentos cogen los periódicos y se los llevan. Leen las noticias. Conocen de sobra el tema de la independencia.

¿Sí?

En Siberia en concreto y en Rusia en general están al tanto del Procés. Se ha dado mucha difusión.

¿Qué opinan? ¿Hacen algún tipo de paralelismo con su situación?

Piensan que todos los catalanes somos independentistas. Apoyan la independencia. Incluso uno me llegó a asegurar que, si pasase alguna cosa, Catalunya podría anexionarse a Rusia (ríe).

La imagen que se tiene de Putin en España, y en Occidente en general, es muy negativa.

Mi mujer es del centro de Siberia. Hace unos años decidimos que ya no íbamos a ver más la televisión. Solo los dibujos de mis hijos. Todas las noticias son negativas. Mis padres, cuando viajo a Rusia, me recomiendan que vaya con cuidado. Rusia es un país completamente seguro.

¿Qué opina usted de Putin?

Podrás estar de acuerdo o no con sus políticas. Yo de hecho no estoy de acuerdo con algunas, pero es un gran político para su país. Rusia es un país muy grande y también tiene problemas con movimientos independentistas, pero Putin lo soluciona muy bien.

¿Cómo?

Rusia está dividida en regiones autónomas, repúblicas y regiones ‘normales’. Para intentar contentar a los nacionalistas, Putin les ofrece competencias en las materias que deseen.

Pero en Chechenia hubo una guerra muy dura.

Sí. El Cáucaso es otra historia. En Rusia hay muchas otras regiones y nacionalidades.

Putin pretende proyectar una imagen de ‘superhombre’. Se hizo fotografiar en Siberia con el torso desnudo. Aquí Abascal (Vox) intenta imitarle, pero en general un político con esa imagen se ve ridículo en España.

Rusia es otra cultura. Los rusos quieren y necesitan un liderazgo fuerte. Cuando vas allí, los propios rusos te preguntan que cómo es que has viajado, pero si tú criticas algo suyo sacan el orgullo.

Dejemos la política. Explíqueme cómo es la vida allí.

Fuera de las grandes ciudades, no hay carreteras. Su autobús es el helicóptero o la moto de nieve. Si quieres ir a un poblado pequeño, te desplazas en helicóptero. Si vas a visitar a los nómadas, coges una oruga hasta los campamentos.

¿De qué viven?

En las grandes ciudades, suele haber una gran empresa que es la que gestiona en la práctica la ciudad y la mitad de la población trabaja en esa empresa. Los nómadas viven de los renos. En los poblados, en cambio, hay muchos que no tienen nada para vivir. Solo subsisten. De ahí nace el problema del alcoholismo.

¿Cuándo se traslada de un poblado a un campamento de nómadas no tiene miedo? Puede quedarse aislado en la nieve.

No es un sitio peligroso, pero si se estropea la moto de nieve tienes un problema. Pero ellos mismos las reparan. Las motos son de la época soviética y las arreglan a martillazos. Usan lo que les resulta más práctico. Recuerdo lo que me dijo un indígena...

¿Qué le dijo?

Él se desplazaba en renos, no en moto de nieve. Le pregunté por qué y me respondió: «un reno nunca se estropea, una moto sí. Si muere un reno, tienes otro».

¿Ha vivido algún momento especialmente emotivo?

Sí. En un campamento ubicado en el lugar que antes le mencionaba, en el que no había estado ningún extranjero en décadas.

¿Qué sucedió?

Cuando ya me había subido a la moto de nieve para irme, le dije a una mujer «ya nos veremos». Me replicó: «¿cómo que ya nos veremos? Si no vais a volver nunca. Los extranjeros nunca vienen». Primero no supe qué contestar, pero luego le aseguré: «Te prometo que volveré».

¿Y ha vuelto?

Pues no. Lo intenté un año. Tenía el viaje organizado y a punto, pero hizo mal tiempo. Una tormenta de nieve impidió el acceso.

¿Volverá?

Me haría mucha ilusión. Si no vuelvo pronto, no podré volver.

¿Por qué?

Porque son culturas que están desapareciendo a un ritmo muy rápido. Un grupo de nómadas con el que estuve me dijo que no iban a durar más de cinco o diez años.

¿Y eso?

Son todos muy mayores. No hay jóvenes. Los mayores se mueren de hambre. En la época soviética al menos podían subsistir. Gracias a los renos comían y se vestían. Ahora, en el mundo globalizado, tienen que pagar impuestos por cada reno.

Hacienda llega hasta el Ártico.

Lo que obtienen por los renos no cubre ni los impuestos. El precio real de la carne de reno debería ser 800 rublos el kilo, pero la carne de cerdo importada está a 300 rublos. Por esto tienen que venden la carne de reno a 400 rublos con pérdidas. Es insostenible.

Una pena.

Es un mundo que desaparece. He estado en campamentos que ahoa ya no existen.

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