'He visto morir a mis compañeros del crucero. Es muy duro'

El alcalde de Vallmoll, Josep Lluís Cusidó, y su esposa estaban entre los turistas atrapados en el Museo del Bardo de Túnez, donde murieron un matrimonio de Barcelona y otras 20 personas

19 mayo 2017 23:16 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:34
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«Nunca había visto a la muerte tan de cerca. He visto morir a mis compañeros del crucero. Es muy duro. Jamás se me olvidará el 18 de marzo de 2015». El alcalde de Vallmoll, Josep Lluís Cusidó (64), atendió ayer la llamada del Diari prácticamente recién rescatado del Museo del Bardo de Túnez, que ayer estaba visitando junto a su mujer, Maria Catalina Ortiz (61), y el resto de compañeros del crucero que viaja en el buque MSC Splendida, cuando aparecieron los terroristas y convirtieron una plácida jornada cultural en una tragedia. La última parada del crucero antes de regresar a Barcelona se truncó en una masacre y en una lucha por la propia vida. «No piensas en nada, solo quieres correr, correr y salir de allí como sea», dice Cusidó sobre el atentado que le ha tocado vivir y que ha costado la vida a 20 extranjeros, entre los cuales un matrimonio de jubilados de Barcelona, además de dos tunecinos, un miembro de las fuerzas de seguridad y una empleada de la limpieza del museo.

«He visto muchos muertos, pobre gente», asegura el alcalde todavía preso de la excitación. Según explica, el grupo de turistas del crucero habían entrado en el Museo del Bardo a las 9.30 horas.

La visita transcurría con toda normalidad, los mosaicos habían cautivado a todo el grupo, por su buen estado de conservación y belleza, y todos estaban encantados con los vestigios romanos, que ellos, Cusidó y su esposa, comparaban con ilusión con los más conocidos de Tarragona. Cuando ya el grupo se disponía a abandonar el museo poco a poco, pues aún quedaba gente rezagada, Cusidó, ya a dos pasos de la puerta de salida, vio entrar «a dos terroristas que venían ya disparando desde la plaza que da acceso al museo, disparando a todo lo que se movía».

«Iban vestidos de calle, pero estaba claro que eran terroristas. No dijeron nada, ni gritaron, empezaron a dispararnos. Yo empecé a correr. No pensé nada en concreto. Fue todo muy rápido. Solo quería protegerme a mí y a mi mujer. Y correr, correr, y salir de allí como fuera. Nunca había visto la muerte tan de cerca», relata.

Disparos y carreras

El terror se apoderó enseguida de todo el museo, y los turistas empezaron a desperdigarse por salas y plantas, buscando ponerse a salvo de los disparos de los terroristas, que les perseguían por los pasillos. «Vi cómo caía al suelo, muerta, una señora que iba detrás de mí, pobre mujer, y después vi a un padre y a su hijo, que eran italianos, qué desgracia, qué desastre», relata Cusidó, que, conmocionado, parece escuchar todavía «los pasos de los terroristas detrás nuestro, y el ruido de los disparos», aunque no recuerda «que hubiera gritos ni exclamaciones».

Él y unos pocos turistas más toparon en su huida por escaleras y corredores «con un balcón, que fue el que nos salvó la vida, porque nos metimos allí como pudimos para escondernos», hasta el punto de que «vimos pasar por delante de nosotros a los terroristas». Su mujer se escondió con otras personas. «Estamos vivos de milagro. Hemos vuelto a nacer», sostiene.

No obstante, no supieron que estaban a salvo –«de hecho todavía no me siento a salvo, mientras no llegue al barco y a Barcelona no lo tengo claro», dice– «hasta que llegaron los militares y nos sacaron de allí».

Caos total

Cusidó solo tiene palabras de agradecimiento para los militares y fuerzas de seguridad tunecinas, «que nos rescataron y nos sacaron de aquel horror».

Mientras habla con el Diari, todavía en la zona de los hechos, explica el alcalde que «esto es un caos total, aunque por suerte tenemos al guía, estamos esperando a que nos conduzcan al barco, que está atracado en el puerto de La Goulette. Lo que más deseo es llegar al barco, quiero irme de este país. ¡Qué pena de país, tan bello y con gente tan amable!, y ahora van a ver cómo se destruye su turismo, porque está claro que este atentado va a traer cola, lo que les faltaba», analiza el edil, que en declaraciones a TV3 explicó que el viaje se debió a que «hace cuatro días celebramos el aniversario de bodas, y pensamos en celebrarlo». Cusidó, que ha hecho con su esposa otros viajes, aunque este era el primero a Túnez, alude a la proverbial hospitalidad árabe porque «cuando finalmente hemos podido salir, cuando todo se ha acabado, nos ha venido a recibir una manifestación popular, de gente que protestaba por el atentado y que, pobres, nos pedían perdón. Nos recibieron con aplausos y nos pedían perdón. Nos decían que ellos no quieren el terror, que no apoyan al terrorismo, que lo condenan. Esto ha sido emocionante, lo único positivo, si puede decirse así».

El caos al desalojar los militares el museo en efecto es tal que Cusidó no ha podido comprobar directamente cómo se encuentra su mujer anímicamente.

El grupo fue evacuado en dos viajes y ellos se separaron, y «sé que está bien porque hemos intercambiado mensajes por el móvil, pero no nos hemos visto», dice. Tampoco habían recibido en el momento de la conversación ni atención médica ni psicológica.

Reconoció Cusidó que ellos entonces no tenían información de cuántas habían sido las víctimas mortales, y se sorprendió al conocer, a través del Diari, el balance de fallecidos. Entonces admitió que «la rabia ahora empieza a reemplazar al miedo, porque hemos pasado miedo, más bien terror, pero ahora siento rabia hacia los terroristas, hacia todos los radicalismos, hacia la violencia», y es sobre todo cuando surge una pregunta, para la que no parece haber respuesta: «¿Por qué, para qué?».

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