La Camorra planeó construir 25 chalets en la playa de Alcanar

Una casa iba a albergar un zulo para esconder al capo. La Audiencia Nacional propone juzgar a 43 personas ligadas a los Polverino, el clan que dejó rastro en El Vendrell, L\'Hospitalet o Salou

19 mayo 2017 23:04 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:21
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El capo de la Camorra napolitana, Giuseppe Polverino, tenía planificado su escondite en Tarragona: un zulo de hormigón armado y con una profundidad de más de cinco metros en un chalet de nueva construcción en la playa de Alcanar. En ese municipio del Montsià, en concreto en la zona denominada como La Finqueta, se inició la construcción de lo que iban a ser 25 chalets impulsados por una célula mafiosa que anduvo durante varios años por toda la provincia. Salou, L’Hospitalet de l’Infant y, sobre todo, El Vendrell, fueron escenarios de las actividades del clan Polverino.

Después de cinco años de instrucción, el auto del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco relata en 35 páginas las actuaciones de la banda en España. El magistrado propone juzgar a 43 personas relacionadas con el caso.

Según el auto, la Costa Daurada constituyó en España la primera ‘paranza’ del grupo, como así se conoce en el argot al establecimiento en un lugar para dirigir las operaciones. El clan Polverino ganaba con el hachís unos 60 millones al año, buena parte de los cuales blanqueaba en Tarragona. El hachís solía proceder de Marruecos y se introducía en Nápoles después de sus respectivas escalas en España.

 

La ruta del hachís

La droga iba oculta en camiones entre envíos de mercancía legal, como frutas o verduras. «La principal ruta utilizada suele ser por carretera hasta un puerto de la costa este de España: Barcelona, Alicante o Valencia, desde el que zarpan ferries con destino Italia», sostiene el auto. El transportista recibía por parte del clan un pago por sus servicios de aproximadamente 60.000 euros por viaje. La recepción de la mercancía se realizaba en Italia, cuando los miembros de la organización concertaban un lugar de reunión con el conductor. «La comunicación se realizaba por medio de SMS, enviados a través de terminales telefónicos de prepago, facilitados a ambas partes que únicamente son utilizados durante esa operativa», expone el texto judicial. El pago era también en el país transalpino, desde donde el dinero en efectivo regresaba en manos del camionero a España, donde se repartía a intermediarios y suministradores de la organización marroquí. Los Polverino tenían lo que se denomina, en el argot de la droga, crédito, esto es, una fiabilidad total con sus socios de Marruecos. Es decir, no se hacía el pago hasta que la droga llegaba a Italia.

Para entender cómo funcionaba la trama hay que ir a un lugar concreto en la provincia: un chalet de lujo de grandes dimensiones en el 11 de la calle José Roca y Sastre, en Coma-ruga, en El Vendrell. «Este domicilio, punto de parada y reunión de varios de los individuos de la organización que se desplazaban hasta España fue parte de la infraestructura en la provincia», sostiene el juez. Otros dos domicilios, estos en el 31 de la calle Roda, también servían para ejercer la actividad.

 

Micromecenazgo de la droga

Los Polverino financiaban las operaciones mediante un sistema de aportaciones económicas, una especie de ‘crowdfunding’ del narcotráfico. Las cuotas se aportan en función del rol que cada miembro tiene en la organización. «El capo siempre tiene el derecho de participar en todas las operaciones que se lleven a cabo, independientemente del grupo que las realice, siendo el mayor inversor para estas operaciones y el que más beneficios obtendría», explica el auto. El resto, en este peculiar sistema de micromecenazgo, invierten hasta cubrir lo necesario para un envío de droga, de forma que la ganancia irá en función de su aportación.

Los miembros directos del clan estaban al mando, pero el organigrama se completaba así: en un segundo plano estaban los familiares directos, especialmente las mujeres de los camorristas, con un rol clave a la hora de ocultarlos, de proporcionar vehículos, dinero o domicilios. En tercer lugar figuraban los colaboradores, responsables del alquiler de viviendas, de coches o que ejercían incluso de conductores.

 

Un promotor en Alcanar

En Tarragona, un ciudadano argentino realizaba labores para la organización como las relacionadas con obras, ayuda en la venta de infraestructura domiciliaria o conducción de algunos miembros del clan. En la inversión en Tarragona, hay un nombre clave, el del constructor originario de Alcanar Agustín Andrés Valls Reverter. Él fue el promotor de los 25 adosados en Alcanar y tenía una participación de un 10% en el negocio. Durante su declaración Agustín Valls Reverte admitió que conocía desde 2001 a varios de los jefes del clan mafioso. Reconoció haber realizado viajes a Italia para celebrar reuniones en algunos de los domicilios de los capos de la Camorra.

La operación policial contra el clan arrancó en diciembre de 2009, con el arresto en L’Hospitalet de l’Infant de Domenico Verde, máximo responsable de la ‘paranza’ en la Costa Daurada. Su detención fue el primer paso de la caída de todo el clan, que en febrero de 2010 vive otro momento clave: los Carabinieri ponen a la Guardia Civil sobre la pista de Kelen Barbosa Da Silva. Es la pareja del jefe, Giuseppe Polverino, que residía en el chalet del Vendrell junto a un niño, que resultó ser el hijo del capo.

El clan, que llegó a Tarragona en 2007, se acabó marchando, acuciado por las investigaciones, a partir de septiembre de 2010. Se desplazó a Alicante, su nuevo destino, y ahí empezó una ‘huida’ que acabaría en Andalucía. Las mensualidades de los alquileres en las que vivían se abonaban en efectivo y, si se iban antes de tiempo y a toda prisa, entregaban las llaves y renunciaban incluso a la devolución de las fianzas.

El auto del juez desgrana toda una red de colaboradores: desde agentes inmobiliarios que miraban hacia otro lado cuando recibían cantidades de dinero astronómicas a abogados que creaban estructuras empresariales para ocultar el origen ilícito del dinero procedente de la droga. Incluso tenían a sueldo a un empleado de banca que avisaba a los miembros del clan cuando los jueces requerían información.

A la espera del juicio, la instrucción del caso Polverino ha concluido tras una extensa investigación que tuvo su punto álgido en la operación Laurel VIII, coordinada por la Fiscalía Anticorrupción española y la Fiscalía Antimafia italiana. Las cifras de esa intervención dan una idea de la magnitud de la actividad de los Polverino:263 cuentas bancarias intervenidas, 136 inmuebles incautados, 69 detenidos en Italia y 30 en España, y 30 coches de lujo confiscados. La huella del jefazo O Barone y sus secuaces se extendió por toda la costa mediterránea, desde Tarragona a Ceuta, pasando por Castellón, Alicante, Málaga y Cádiz.

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