La debilidad territorial de Podemos en todo el Estado amenaza su futuro

El partido de Pablo Iglesias ha perdido poder en todas las autonomías en un solo año por culpa de las crisis internas

20 julio 2020 06:40 | Actualizado a 20 julio 2020 07:32
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«Nuestro espacio electoral ha sufrido una derrota sin paliativos». Las palabras escritas en las redes sociales por Pablo Iglesias al final de la noche electoral del 12-J, en las que Podemos fue barrido del Parlamento gallego y pasó de once a seis diputados en la Cámara de Vitoria, ilustran la principal urgencia de un partido que en enero celebraba con lágrimas de alegría su histórica entrada en el Gobierno de España y ahora lamenta amargamente su debilidad en el ámbito territorial.

Desde 2018, la formación que encabeza Iglesias y sus confluencias han visto como el terreno ganado en las autonomías se ha ido borrando tan rápido como se conquistó. Además de en Galicia, donde en 2016 fueron la segunda fuerza más votada en alianza con las ‘mareas’, también han perdido a todos los representantes que tenían en los parlamentos de Cantabria y Castilla-La Mancha.

Las derrotas «sin paliativos» se repitieron el año pasado en Baleares, donde pasaron de tener diez diputados en 2015 a los seis actuales; en Canarias (de siete a cuatro); en Castilla y León (de diez a dos); en la Comunidad Valenciana (de trece a ocho)... Y la lista sigue sin que ningún territorio se salve de la quema.

Tampoco Madrid, cuna del partido, donde el nacimiento de Más Madrid, encabezado por la exmano derecha de Iglesias, Iñigo Errejón, disputó el espacio del que antes formada parte Podemos y los dejó con siete escaños (frente a los 27 de cuatro años antes).

El que fuera número dos del partido hizo leña del árbol caído y dijo 24 horas después de las elecciones vascas y gallegas que «Unidas Podemos ya no existe».

El viernes pasado se reunió la comisión ejecutiva para analizar los resultados, pero no hubo explicaciones públicas al finalizar el encuentro. Nadie es ajeno ya a que el talón de Aquiles es la falta de una estructura territorial sólida, algo que anhelan Iglesias y su portavoz parlamentario, Pablo Echenique. Consideran que aún están «a tiempo» de recuperar el terreno perdido, como explican fuentes de Unidas Podemos, aunque no saben bien cómo encarar la «debilidad organizativa» de su formación. Culpan a «las peleas internas de la etapa anterior», pero no solo es eso.

Candidatos afines

Desde la llegada de Alberto Rodríguez a la secretaría de organización en sustitución de Echenique, Podemos ha celebrado procesos asamblearios en otras tantas comunidades, entre ellas el País Vasco. Ganaron todos los candidatos afines a Iglesias, que también renovó en junio su mandanto al frente de la secretaría general de la formación en una plácida III Asamblea Ciudadana.

Tampoco se han gestionado bien las alianzas periféricas. En Galicia, el acuerdo con las ‘mareas’, que tan buenos frutos dio en 2016, saltó por los aires en marzo, cuando ya evitaban coincidir en los mítines de Galicia en Común y aún no se habían retrasado las autonómicas por culpa del coronavirus. El BNG se hizo con ese electorado.

La presencia en el Gobierno de cuatro ministros y un vicepresidente de Unidas Podemos tampoco ha podido frenar una sangría que también tiene reflejo en el ámbito nacional. En las generales del 26 de junio de 2016, la coalición consiguió su mejor resultado con 71 diputados y más de cinco millones de votos. Dos elecciones después, vieron reducido el apoyo a prácticamente la mitad, con 35 escaños y tres millones de votos.

La llegada al Gobierno, con la renuncia a parte de su programa en pos de mantener el pacto con el PSOE, y las alianzas que se han forjado con partidos como Bildu o BNG para lograr salvar la legislatura, han acabado por traspasar el voto morado a estas formaciones nacionalistas. «La izquierda nacionalista vasca y gallega se ha podemizado», criticaba el lunes pasado el cofundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, que dejó un consejo a Iglesias: «Hay que construir partido».

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