La luna desde Tarragona

50 aniversario. La sesión ‘La Lluna a Tàrraco’ rinde su particular homenaje a la llegada del hombre al satélite

19 julio 2019 07:30 | Actualizado a 19 julio 2019 07:49
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El anfiteatro romano, con las aguas del Mare Nostrum al fondo, fue el mágico escenario desde el que la noche del miércoles los amantes de la astronomía pudieron descifrar algunos de los enigmas del Universo. Un escenario en el que volvieron a cobrar vida los antiguos dioses clásicos. Selene en la mitología griega, hija de los titanes Hiperión y Tea. La diosa Luna en el mundo romano.

La Lluna a Tàrraco era la tercera y última sesión del verano, que coincidía esta vez con el cincuenta aniversario de la llegada del hombre al satélite, un hito que se conmemora estos días por todo lo alto. Júpiter, Saturno y la propia Luna eran el objetivo de la velada, con permiso de las nubes. Un cielo tapado amenazaba con aguar el encuentro, al que asistieron una treintena de personas, jóvenes de entre 12 y 35 años, en un evento coorganizado por la Conselleria de Cultura i Patrimoni del Ayuntamiento de la ciudad. «Las previsiones dicen que va a escampar», anunció el ponente, el tarraconense Carlos Uriarte. Y así fue.

Uriarte es pedagogo, divulgador astrónomo y astrofotógrafo. Apasionado de la imagen, espera, armado de paciencia, durante horas y horas con su inseparable telescopio a la caza de la mejor fotografía de esos cuerpos celestes del Universo. Pero ¿cuál es el lugar ideal? «La Luna la puedo fotografiar desde cualquier terraza de Tarragona pero si es más profundo, como galaxias o nebulosas, muy tenues, entonces son muchas horas de exposición. A la última imagen que publiqué en Facebook e Instagram, la nebulosa Trífida M20, le apliqué cinco horas pero hay compañeros que tranquilamente están 10 o 20 horas de exposición». No obstante, la espera tiene premio y algunas de sus imágenes han sido reconocidas a nivel internacional.

Antiguas civilizaciones

«En la provincia, el mejor lugar desde el que observar es sin duda la Terra Alta», aseguró. «Gandesa, Ulldemolins, la Pobla de Masaluca o la Torre de l’Espanyol». ¿Prades? «También, pero tiene Tarragona al sur, donde hay mucha contaminación lumínica», manifestó. Y por lo que respecta a la península, está claro. «El Roque de los Muchachos», en la isla canaria de La Palma.

La sesión arrancó con un poco de historia. ¿En qué creían los antiguos griegos y romanos? ¿Y los egipcios? ¿Qué veían o creían ver estos pueblos cuando alzaban su mirada hacia el cielo? ¿Por qué los días del calendario se llaman precisamente así? Lunes por la Luna, sábado por Saturno, domingo, Sunday, por el Sol… ¿Y cómo afecta la Luna a nuestro mundo terrenal? Afecta.

«Hay que tener en cuenta que cuando miramos la Luna lo que realmente vemos es el Sol. La vemos gracias a los rayos de esta estrella, que la iluminan, actúan como espejo y los reflejan hacia nosotros. Y es muy curioso, pero si vamos a un campo de girasoles en una noche de Luna llena, como esta semana, se ve cómo están mirando la Luna, hacia arriba porque brilla mucho. Y esto afecta también a las mareas y a la siembra». En este sentido, repasó algunas de las tradiciones y creencias que se mantienen hoy en día en relación con el satélite. Un ejemplo, «la propia Semana Santa», apuntó. Otros, el crecimiento del cabello o los partos. De todo ello habló el astrofotógrafo mientras daba tiempo a que desaparecieran las nubes por encima del majestuoso anfiteatro.

Así, Uriarte departió sobre la antigüedad y, como no podía ser de otro modo, sobre las misiones Apolo. Habló del nacimiento del satélite, de su cara oculta y de sus particularidades, sus montañas y mares. «Tiene bahías y costas, pero totalmente desérticas».

Uriarte llegó acompañado de Hugo y Vicente, ambos miembros de la Associació Astronòmica de Torroja del Priorat, quienes compartieron sus telescopios con los congregados. Primero Júpiter y después Saturno, con sus inconfundibles anillos, fueron vistos con relativa nitidez. De igual modo, fueron testigos del paso de la Estación Espacial Internacional (EEI), que cruzó rauda el cielo durante la charla. ¿Es un avión o la EEI? se preguntó Uriarte. Para cualquier neófito la respuesta era clara «un avión». Incorrecto. Era la EEI.

Finalmente una Luna llena, de sangre, se prestó al juego. El satélite acompañó a los presentes en una fresca noche veraniega que invitaba a disertar sobre el inconmensurable Universo.

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