Los beneficios de los lácteos

Prevención. Su consumo puede reducir el riesgo de sufrir algunas de las enfermedades más prevalentes actuales

08 diciembre 2019 11:30 | Actualizado a 08 diciembre 2019 18:18
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Los lácteos son perjudiciales para la salud, su ingesta provoca un aumento del perímetro abdominal así como de la tensión arterial, el ser humano es el único mamífero que bebe leche de otro animal, por lo que son mejores las vegetales... ¿Quién no ha oído o leído en alguna ocasión alguna de estas afirmaciones?

No obstante, «¿qué hay de verdad en estas recomendaciones?», se pregunta el doctor Guillermo Mena-Sánchez. Ante la información sin control o desinformación, multiplicada por las redes sociales y algunos influencers, los expertos piden rigor científico e investigación.

«Hace tiempo que los lácteos están en el ojo del huracán, en boca de muchos profesionales sanitarios y de otros que no lo son. O de médicos que no son especialistas en nutrición», asegura. Para despejar dudas, ha dedicado tres años de su vida a investigar las propiedades de estos alimentos en relación con algunas enfermedades. Una tesis doctoral que viene avalada por el equipo de la Unitat de Nutrició del Departament de Bioquímica i Biotecnologia de la Universitat Rovira i Virgili (URV) con el profesor Jordi Salas y la doctora Nancy Babio como directores.

No es la primera vez que un estudio de profesionales del territorio certifica las bondades de este grupo alimentario y el último, publicado el pasado mayo, ya apuntaba en esta dirección. En esta línea, Guillermo Mena centra su análisis en tres productos concretos, la leche, el yogur y el queso quedando fuera mantequilla, nata y crema. «Tenemos que empezar a dejar de hablar de lácteos de forma general ya que existen diferencias. Y tampoco se deben mezclar los desnatados con los enteros porque no es lo mismo» sostiene el especialista. El resultado de sus investigaciones pone de relieve que independientemente del contenido en grasa, los productos lácteos podrían ser una herramienta útil para la prevención de algunas de las enfermedades más prevalentes entre la población en la actualidad.

«En la introducción, la tesis doctoral incluye una revisión de cómo influían en la incidencia de diabetes, sobrepeso y obesidad, hipertrigliceridemia, tener el colesterol bueno bajo, tensión alta o bien en el síndrome metabólico», cuenta. Un síndrome que aparece cuando se acumulan tres de los factores anteriormente citados. «En todo el mundo se considera que un 25% de la población padece síndrome metabólico, un dato que se prevé que irá en aumento», revela.

Proteína de alto valor biológico

Así las cosas, el estudio no es cosa baladí. En primer lugar leche, yogur y queso contienen «una elevada densidad nutricional». ¿Qué quiere decir esto? «Que con poca cantidad se tienen muchos nutrientes en forma de grasa, proteínas, vitaminas, minerales e hidratos de carbono como la lactosa y la galactosa. La lactosa se identifica como un azúcar perjudicial que no tiene por qué ser así ya que la lactosa facilita, por ejemplo, la absorción del calcio», señala. Cuando una persona es intolerante a la lactosa, como yo, lo que tiene que hacer es retirarla totalmente y después encontrar el grado de tolerancia. Es decir, comprobar cuál es la cantidad de lactosa que se puede tolerar para aprovechar sus beneficios». Una de las maneras de hacerlo es eliminar de la dieta todos los alimentos que contengan lactosa, no solo los lácteos, ya que también se encuentra en muchos embutidos. Después, con la ayuda de un dietista-nutricionista, de forma pautada, se deben ir introduciendo hasta encontrar qué cantidad se puede ingerir diariamente. «Es encontrar el equilibrio».

«Tienen una elevada densidad nutricional y también son ricos en vitaminas y minerales», explica Guillermo Mena, especialista en nutrición 

Asimismo, además, otro punto a su favor es que contienen «una proteína de alto valor biológico, presente en no demasiados grupos alimentarios. Lo que quiere decir que tanto la leche como el yogur y el queso disponen de aminoácidos que son esenciales para construir nuevo músculo o ayudar en su recuperación». Y además, son una fuente de minerales como calcio, fósforo o magnesio así como de grasa saturada.

Grasa, el vocablo maldito en las sociedades occidentales. Precisamente por ello, una de las hipótesis de la tesis era verificar si todas las grasas se podían meter en un mismo saco. «Pues no. Parece ser que no es lo mismo. De hecho hay un estudio que plasma que la tendencia del consumo de carne roja se asocia con el riesgo cardiovascular mientras que la de los lácteos no». Y en cuanto a las vitaminas, incluyen las liposolubles, es decir, «que se absorben con la grasa. Por tanto, cuando una persona toma un lácteo desnatado, sin grasa, estas vitaminas no se absorben con tanta facilidad», apunta.

Más investigaciones

En definitiva, unas bondades a las que se suman los productos Bio, los lácteos fermentados, que «tienen una característica que los hace únicos y especiales que son las bacterias a las que se ha asociado con diferentes potenciales beneficiosos para la salud».

La tesis acredita de esta manera algunas de las investigaciones realizadas con anterioridad. Y relaciona el consumo de los lácteos con la disminución del riesgo de padecer síndrome metabólico, triglicéridos altos, hiperuricemia o el ácido úrico elevado en plasma así como de tener el colesterol bueno bajo.

Sin embargo, todavía no se puede establecer una relación de causa-efecto. «Se debe seguir investigando en esta línea y efectuar ensayos clínicos. Es el último paso que necesitamos para revisar las guías alimentarias actuales», apunta Guillermo.

Unas guías que de momento ya han dado el paso de no dividir entre productos desnatados y enteros. «Desde 2017 empiezan a salir análisis a favor del lácteo entero y la última guía de la gencat, Petits canvis per menjar millor ya no dice nada al respecto, lo que es un paso adelante».

¿Y ahora qué? Este especialista invita a los investigadores a indagar sobre estos productos que tan mala fama han tenido en los últimos tiempos.

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