Los repatriados de Wuhan: «Nos podéis dar besos y abrazos»

Termina la cuarentena de los españoles aislados en el Hospital Gómez Ulla, que desean regresar lo antes posible a la ciudad china epicentro de la epidemia y donde la mayoría «tiene allí su vida»

13 febrero 2020 19:50 | Actualizado a 13 febrero 2020 19:53
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El aislamiento había comenzado mucho antes de la repatriación. Cuando comenzó a cundir la alarma por el coronavirus, los españoles en Wuhan se confinaron voluntariamente en sus casas, como gran parte de sus vecinos chinos. «Cuarentena total», recordaba ayer Pedro Morilla, director deportivo del club local Wuhan Shangwen, en la sala de prensa del Hospital Gómez Ulla, donde ha estado aislado desde el último jueves de enero. Catorce días «menos unas horas», calculó María Vicenta García, jefa del servicio de medicina preventiva del recinto hospitalario militar. «Estábamos en casa, controlando la temperatura, esperando la repatriación, cada día con menos paciencia», reconoció Morilla, que habló en nombre de los 12 de su grupo deportivo, de las 21 personas que han estado en el Gómez Ulla.

Ayer terminó la «vigilancia de los repatriados», como lo llama Fernando Simón, director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad. El final de la cuarentena coincide con que el virus pierde fuerza a nivel global. «Está claramente en descenso», dice Simón, al mando de la operación de aislamiento que duró «dos días más de la transmisión usual de este virus, que es de doce». «Habían pasado días difíciles y queríamos que se sintieran bien», dijo Vicenta García. «Debíamos pensar en estas personas, que estaban sanos pero a las que les debíamos prestar un servicio de asistencia médica y humano», añadió. La atención mereció un «agradecimiento de por vida», en palabras de Morilla. «Hemos comido fenomenal. Ha sido mucho más llevadero de lo que en un principio podíamos imaginar».

Volver pronto

Asistidos por el personal de la planta 22, especializado en los casos de aislamiento y en turnos de cinco personas, los españoles de Wuhan ocuparon sus habitaciones en la 17. «La situación era complicada», reconoció Pilar Cadenas-Alonso, coordinadora de enfermería de la unidad de aislamiento de alto nivel, quien comandó a un personal que se ofreció voluntario para la tarea. Entre ellos se han despedido como amigos, con la vista puesta en Wuhan. «Algunos pasarán una temporada aquí, pero la mayoría dice que va a volver en cuanto pueda», explicó Cadenas-Alonso. «Tienen su vida allí».

En su equipo hay más de 700 niños y «ninguno ha contraído el virus», sostiene Morilla. «Que los niños sigan jugando con ellos», dijo a los menores que también estuvieron recluidos en el hospital, junto a sus padres, y de los que no ha trascendido detalle.

Durante las dos semanas de cuarentena se les controló la temperatura tres veces al día para identificar el primer rasgo de esta enfermedad, que tiene una letalidad de «un paciente por cada 462», lo que significa una mortalidad del 0,2%, según datos de Simón, aunque en Wuhan se eleva a un 3%. «En España no se ha producido ninguna transmisión», recordó Simón. «Hasta ahora no hay riesgo de infectarse».

En el hospital madrileño, la jornada comenzaba con la visita de un especialista, que les preguntaba cómo estaban y si sentían algún tipo de síntoma. Las respuestas siempre fueron negativas. Jamás fueron considerados pacientes. Ni siquiera se les abrió un expediente de ingreso, explican en el hospital. Excepto a uno, a quien se trató de gota. Después de esa primera visita y del desayuno, «hacían lo que les apetecía, siempre respetando las normas, que alguno llamó los ‘once mandamientos’». «Nos vamos con diploma incluido», ironiza Morilla, por el certificado del director del hospital donde se especifica que han pasado el periodo de vigilancia. «Nos podéis dar besos y abrazos sin peligro», concluyó Morilla.

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