Luces cortas 
y luces largas 
en Tarragona

12 septiembre 2019 07:10 | Actualizado a 12 septiembre 2019 07:51
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Estamos comenzando un curso político, probablemente decisivo para los próximos años, en Catalunya, en España y en Europa; con el Brexit por delante como incógnita a despejar y cuyos efectos pueden ser nocivos para muchos europeos, ya sean británicos o no lo sean.

En España sólo aparecen dos alternativas como viables. La de unas nuevas elecciones generales en noviembre. O la de un gobierno socialista, con el apoyo de Unidas-Podemos, en el último día del plazo legal para ello.

Y en Catalunya, ya sabemos que el curso político dependerá del resultado de la sentencia pendiente del Tribunal Supremo. Y de la utilización que de la misma se pretenda hacer desde el gobierno de la Generalitat.

Por ello, entiendo que puede ser un buen momento para hablar de la ciudad de Tarragona. Y de su nuevo alcalde y equipo de gobierno. Antes de entrar en materia, debo manifestar mi aprecio personal al nuevo alcalde Pau Ricomà, desde hace ya muchos años. Pero como a nivel político tenemos una esencial diferencia, él es independentista y yo soy federalista, no habrá problema alguno en guardar una cierta objetividad, en estas reflexiones.

En primer lugar, Tarragona es la capital de la provincia desde el año 1833, hace ya casi 200 años. Una historia anterior y basada en los hechos de 1811, que fueron decisivos para darle la capitalidad política y administrativa. Y se trata de una ciudad mediana, en la que muchos vecinos se conocen entre ellos.

En segundo lugar, Tarragona tiene un enorme pasado, desde que fue capital de una parte de la actual España, en la época del imperio romano. Y cuenta con un legado de primer nivel de patrimonio histórico, para conservar y promocionar en el exterior; y con la importancia de tener la Catedral Basílica Metropolitana y Primada, desde hace siglos, con su gran incidencia en la historia de la ciudad.

En tercer lugar, Tarragona ha multiplicado por tres sus habitantes y residentes en los últimos sesenta años. Con sus diversos barrios, que ayudan a su actual pluralidad cultural y humana; y con gentes venidas de otras tierras españolas y del exterior. Y con una industria que ha fortalecido notablemente su tejido económico.

Y en cuarto lugar, Tarragona tiene una ciudadanía que no es mayoritariamente independentista y que nunca ha tenido un planteamiento rupturista frente a España. Y ello según se desprende, de forma reiterada, de los resultados de las urnas.

Estas son, en mi opinión, las cuatro patas de la actual Tarragona. Y con ellas, el alcalde Pau Ricomà y su equipo de gobierno debería hacer frente a la dificultad del momento presente, pensando en el futuro de la ciudad. Creo que queda clara la necesidad de utilizar y combinar las luces cortas y largas, para realizar una buena gestión y una buena dirección política desde el ayuntamiento de la ciudad.

En las luces cortas, entre otras, deben estar las de una buena y eficiente administración de los recursos públicos disponibles, así como la satisfacción de las necesidades básicas de los ciudadanos. Ordenación urbana, limpieza, seguridad, educación, deporte, acción cultural, industria, turismo, comercio y una positiva proyección e imagen de la ciudad hacia el exterior, deberían ser las bases esenciales de la actividad municipal.

Una honesta administración de los recursos públicos en estos aspectos básicos del día a día de los ciudadanos, ha de resultar imprescindible para que un alcalde deje buena huella y buen recuerdo de su etapa en el ayuntamiento de Tarragona.

Pero, para la historia de la ciudad, es también muy importante que un alcalde de Tarragona tenga las dosis de valor y de prudencia necesarias para llevar las luces largas en su etapa de gobierno. Unas luces largas que no pueden estar sometidas a las políticas del momento o a las necesidades electorales. Pues bien, en base a estas reflexiones sobre las cuatro patas de la ciudad, la conducción con luces largas, debería llevar a las siguientes tareas y objetivos de futuro.

En primer lugar, mantener la capitalidad política, económica y social de Tarragona, dentro de su ámbito territorial. Y ello con una buena relación personal y colectiva con las ciudades y pueblos de su entorno.

En segundo lugar, ser y estar en la historia de la ciudad, tratando el pasado con mimo y orgullo en todos sus aspectos positivos. Y promoviendo una ciudad más grande y con más confianza en su futuro. Y ello, sin olvidar que la geografía ha concedido a Tarragona un territorio y un clima privilegiados.

En tercer lugar, debería realizarse la promoción de la Tarragona del futuro, como una ciudad plural, amable y abierta, que sea capaz de integrar a todas aquellas personas que quieran sumarse al proyecto común y aportar su voluntad y esfuerzo. Sin trabas ideológicas o de cualquier otro tipo.

Y en cuarto lugar, trabajar desde el ayuntamiento, contando con la mayoría de la sociedad civil, para que Tarragona pueda consolidarse como la capital de la segunda área metropolitana de Catalunya. Y con las fuerzas físicas y mentales preparadas para competir, dentro de España, Europa y el Mediterráneo, de forma y manera que estemos en los primeros lugares de la clasificación, en satisfacción ciudadana, sostenibilidad económica y expectativas de futuro.

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