'Mentiría si dijera que me arrepiento de haberla matado; era ella o mi hija'

Montserrat González, asesina confesa de Isabel Carrasco, justifica que disparó contra la presidenta de la Diputación de León por temor a que su hija Triana se suicidara debido al acoso de la víctima

19 mayo 2017 20:30 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:54
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«¿Está arrepentida? No, porque si no mentiría. Estaba convencida de que si no lo hago iba a ir al entierro de mi hija. Sentí miedo, Triana perdió 25 kilos en un año por el acoso laboral y personal al que la sometió Isabel Carrasco, después de que se negara a tener relaciones sexuales con ella. Temía que se suicidara. La maté porque era ella o mi hija». Compungida, seria y un tanto nerviosa –solo la calmaba la continúa presión de sus manos sobre un botellín de agua–, Montserrat González declaró ayer durante dos horas ante el tribunal del jurado popular que dirime el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, el 12 de mayo de 2012.

La asesina confesa de la que también fuera presidenta del PP leonés se la jugó desde el primer minuto del interrogatorio. Rechazó contestar a las preguntas del fiscal, también por lógica a las acusaciones particulares, y tan solo respondió a las cuestiones planteadas por su abogado, José Ramón García. El penalista llevó a Montserrat de la mano, construyendo un alegato centrado sobre todo en las razones que le llevaron a descerrajar tres tiros a la víctima. Pero obviando, así se resumió de sus palabras, un asunto capital: la búsqueda de la eximente por trastorno mental que alegó la defensa en su escrito de calificación. Razón por la cual pide seis años y medio de prisión por el delito de asesinato, más uno por tenencia ilícita de armas, en lugar de los 23 años que reclama la Fiscalía.

De si el crimen lo cometió por la pérdida de sus facultades, apenas dijo nada Montserrat o le preguntó su abogado. Más bien se centraron en cómo se desencadenaron los acontecimientos desde que su hija Triana Martínez, de 36 años, entró a trabajar en la Diputación en 2007 hasta que la madre le pegó tres tiros a Carrasco, cinco años después.

Bien de 2007 a 2010

«Triana se afilió al PP a través de un amigo, llamado Gaspar, dueño del Hotel Gaudí de Astorga (León) e íntimo de Juan Vicente Herrera (presidente de la Junta). A mi hija la apadrinó Javier García Prieto, expresidente de la Diputación leonesa y rival de Carrasco. Estuvieron bien de 2007 a 2010. Pero en enero de ese año Isabel quiso tener relaciones sexuales con ella en su casa y Triana salió corriendo. Ahí comenzó todo», relató Montserrat bajo la atenta mirada de los cinco hombres y cuatro mujeres que componen el jurado popular.

De lo profesional a lo personal

La mujer del que fuera inspector de Policía de Astorga declaró que el «acoso» comenzó en lo profesional y acabó en lo personal. Expedientes de Hacienda (Carrasco fue inspectora), pérdida de la oposición en la Diputación, facturas de trabajo sin pagar y, como colofón, un juicio laboral que ganó Triana.

«Vi muy deprimida a mi hija, estaba muy mal, sentí miedo por ella. Su amiga Yoli se tiró al tren de una depresión y no quería que mi hija se suicidara», afirmó la procesada, que lleva desde su detención en prisión preventiva.

Mercado negro

La persecución también llegó al terreno de la política. Triana no pudo recoger su acta de concejal del PP en Astorga, pero el punto de no retorno fue cuando en el Congreso Nacional de los populares, en enero de 2012, «Mariano Rajoy no apoyó a Javier García Prieto (para presidir el PP leonés), siguió Isabel Carrasco, y entonces decidí que la iba a matar porque le iba a hacer la vida imposible», declaró.

Desde ese momento hasta el asesinato transcurren cuatro meses. Pero ya en diciembre admite que viajó a Gijón a comprar la pistola, que le costó 1.200 euros en el mercado negro. «Triana miró información del arma en internet, pero me dijo que el asesinato no era la solución», señaló.

La tarde del crimen, detalló Montserrat, «la llamé para decirle que había visto a la Carrasco y que esto se iba a acabar ya». Triana le contestó «que no hiciera nada». «Pero al final la vi cruzar el puente, me acerqué y le di en la espalda y luego le di más, pero no sé dónde le di», concluyó antes de recalcar que ni su hija ni la policía local Raquel Gago, las otras dos acusadas que declararán mañana, son responsables del crimen.

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