Nujeen o la victoria del optimismo

La historia de esta menor, refugiada y discapacitada representa el triunfo del espíritu de superación y así lo ha plasmado en un libro. Es una muestra más del drama de los refugiados

19 mayo 2017 17:47 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:27
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Abandonó Siria huyendo de los islamistas y de la brutal represión de la dictadura, cruzó Europa de la mano de traficantes buscando una nueva vida en Alemania. Y todo eso siendo menor de edad y marchando en silla de ruedas.

Nujeen Mustafa, una joven siria de 17 años, es el perfecto ejemplo de la capacidad de superación y también de un optimismo vital, casi ingenuo, que se crece cuando vienen mal dadas, como revela su primer libro

Su objetivo con este libro de más de 250 páginas era poner rostro y voz a las cifras de la actual crisis de los refugiados, la mayor desde el final de la II Guerra Mundial, y por la que más de un millón de personas -sirios, iraquíes y afganos, pero también eritreos, somalís y libios, entre otros- han marchado hacia Europa.«La gente se olvida de que los refugiados son personas que sufren y no sólo números», denuncia.

Mustafa, sonriente, dice haberse sentido «muy bien» repasando su vida, poniendo negro sobre blanco sin complejos, con los ojos abiertos pero rehuyendo el dramatismo y el victimismo, las múltiples penurias por las que ha pasado.

El libro recoge cómo esta joven fue discriminada durante años en Siria por pertenecer a la minoría étnica kurda y por padecer espasticidad en sus extremidades, un trastorno motor del sistema nervioso por el que algunos músculos están permanentemente contraídos, lo que le impide andar.

También relata la decepción de una Nujeen adolescente que ve cómo la esperanzadora primavera árabe llegaba a su país y cómo se tornaba en una cruenta guerra civil que embestía con especial dureza a su querida Alepo, símbolo ya del horror de este conflicto.

La joven ve como el mundo, tal como lo conocía, se viene abajo y siente de pronto su vida en peligro por los ataques del ejército del presidente Bachar al Asad y el de los yihadistas del Estado Islámico (ISIS).

Entonces su vida se acelera: si durante años apenas salió de su pequeño apartamento en un quinto piso y sin ascensor, sus padres deciden que por seguridad ella y su hermana Nasrine, la que siempre la ha cuidado y atendido, debían marchar rumbo a Alemania.

La odisea de la travesía de las dos hermanas, que les llevó 13 meses y les costó más de 5.000 euros por cabeza, les hizo atravesar Turquía, Grecia, Macedonia, Serbia, Croacia, Eslovenia y Austria, 5.782 kilómetros en total, para llegar a Alemania. «Me estoy ‘alemanizando’», dice entre risas y salta de un fluido inglés -que aprendió viendo la televisión- a un correcto alemán, pese a que lleva apenas unos meses aprendiéndolo.

A su juicio, «es triste» sentirse diferente, pero también que «mucha gente» piense que los refugiados no serán capaces de adaptarse a su país de acogida.

«Nada es igual ahora», concede Mustafa algo desconcertada sobre su nueva vida en Wesseling, una localidad de 35.000 habitantes entre Bonn y Colonia, donde acude a un colegio por primera vez en su vida y es tratada de su enfermedad por especialistas.

Sus mejoras en todos los ámbitos no hacen a la adolescente olvidar lo que ha dejado atrás: su país y, sobre todo a sus padres, a los que no ha visto en más de un año y a los que aspira a llevar a Alemania con un programa de reagrupación familiar, aunque sabe que «va para largo».

«Mantengo la esperanza de que se acabe la guerra. Nada es para siempre, ¿no? Las cosas tienen que mejorar. Si termina la guerra seguro que volveré», asegura convencida.

Ella, que cree que «toda persona tiene una misión», como repite a lo largo del libro, aspira a «hacer el mundo mejor» y a contribuir a que su país vuelva a ponerse en pie tras el conflicto.

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