Parar el tratamiento de la diabetes 1 en la adolescencia afecta al cerebro

Otras consecuencias pueden ser retinopatía o enfermedades cardiovasculares

20 octubre 2019 14:40 | Actualizado a 20 octubre 2019 14:53
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Los adolescentes que padecen diabetes tipo 1 y que interrumpen el tratamiento corren el riesgo de sufrir complicaciones graves de esta enfermedad e, incluso, afectaciones en algunas de sus habilidades mentales, como el cálculo y la memoria.

Así lo expuso el jefe de la Unidad de Diabetes Infantojuvenil del Hospital de Sant Joan de Déu, Roque Cardona, durante su intervención en el 60 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), esta semana en Bilbao.

Según resaltó, el problema radica en que algunos adolescentes, precisamente por razón de edad y por patrones erráticos de comida, ejercicio y sueño, presentan dificultades para seguir las pautas de tratamiento y, en estos casos, es cuando surgen «conductas de riesgo». Las consecuencias más inmediatas de mantener «estilos de vida irregulares», según advirtió, son el riesgo de cetoacidosis e hipoglucemia -ambas complicaciones graves- lo que unido a los cambios biológicos de la pubertad incrementan también las posibilidades de padecer retinopatía, nefropatía o enfermedades cardiovasculares. Si estos episodios se repiten pueden afectar a habilidades mentales, como el cálculo y la memoria, por lo que este experto considera «fundamental» la intervención de psicólogos o psiquiatras en los equipos de diabetes que atienden a adolescentes.

«Alguno de los riesgos también son problemas de salud mental como la depresión, el trastorno de la conducta alimentaria o el consumo de tóxicos, que son frecuentes en esa edad, y que a veces necesitan un tratamiento específico», afirmó. Las «claves» de la relación médico-paciente en esas edades, según dijo, son «el contacto periódico, con la frecuencia que cada adolescente necesite, la confianza mutua y fijar metas y objetivos alcanzables». También destacó la importancia de establecer «programas de transición estructurada» desde la asistencia pediátrica a la atención de adultos y que cubra la edad entre 18-21 años.

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