Paso a la política tras siete años de procés

¿Hasta cuándo? ¿Cuánto daño tiene que sufrir un tejido social yeconómico como el catalán para que alguien ponga sentido común, audacia y habilidad política para desbloquear la situación?

16 octubre 2019 09:30 | Actualizado a 16 octubre 2019 11:02
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Cuando ustedes lean este artículo llevaremos 24 horas desde la publicación por el Tribunal Supremo de la sentencia más importante de los últimos años en democracia. Una sentencia que como era de preveer, no ha gustado a nadie ya que las penas impuestas de nueve a trece años para Junqueras y los otros líderes del Procés por sedición y malversación a unos les han parecido salvajes y a los otros demasiado suaves.

En Madrid estos últimos, la derecha civilizada… y la otra, ha salido en tromba a argumentar la debilidad del sistema judicial o a lanzar sospechas sobre los espúreos efectos de un supuesto pacto secreto de Sánchez con los independentistas que habría dado como resultado un fallo que no incluye el castigo por rebelión por el que suspiraban.

Y es que han sido meses y años (y lo que nos queda me temo) abonando con el «raca raca» la idea de que aquí se había producido un golpe de estado, un levantamiento violento contra el estado español y ahora cuesta digerir el texto de la sala que resalta que «los altercados que hubo en Catalunya no bastaban por si mismos para imponer de hecho la independencia y derogar la Constitución».

Los independentistas más extremos por su parte que llevan en silencio preparando el otoño caliente -que el año pasado no fue- se han apresurado a acusar de antidemocrática y vengativa la sentencia y han invitado indisimuladamente a sus seguidores (dos millones de ciudadanos) a manifestarse. Y lo han hecho con una voluntad tan encomiable como falsa: hay que movilizarse pero sobre todo de una forma pacífica… ya saben: la revolución de la sonrisa.

Es difícil que con los actores actuales la foto cambie. Ni de un lado ni de otro 

No quiero faltar al respeto a los ciudadanos catalanes que se creyeron que la República se conseguiría como prometían los lideres ahora procesados pero con el mismo engaño con el que ilusionaron a medio país les han mandado a la calle a cortar calles, carreteras, vías y aeropuertos. Y a quien pille en medio pues que no se moleste por favor y lo tome de una forma pacífica.

Saben si han seguido mis reflexiones en esta Contra, que nunca he estado a favor de la prisión preventiva (utilizada en exceso) pero también que no me he cortado denunciando lo cobardes que han sido Puigddemont y el resto de fugados responsables indirectos de estas medidas.

Ahora con la sentencia en la mano, considero que el proceso ha sido ejemplar en cuanto a los procedimientos y a las garantías de las que se han beneficiado los acusados.

Tras el humo y el ruido de estas horas, la pregunta pertinente que me asalta y a muchos de ustedes también es: ¿Y ahora qué?

Ambas partes se enfrentan al mismo reto: responder a la sociedad catalana con soluciones

Nos esperan días difíciles y agrios, palabras gruesas y grandilocuentes, rabia a destajo, provocaciones y llamadas a la calma. Por si algo nos faltaba pasarán dos días y nos veremos inmersos en una nueva campaña electoral en el que todo se utilizará. Y ¿al ciudadano que opción le queda para poder seguir adelante y evitar este camino a ninguna parte?

Es difícil que con los actores actuales la foto cambie. Ni de un lado ni de otro porque nadie se va a mover ni un milímetro de sus posiciones.

Si fuera éste un ensayo de ciencia ficción contemplaríamos la opción de que en ambas partes surgieran voces y caras nuevas que pudieran plantear caminos diferentes. No fáciles, no obvios pero distintos al muro sin salida al que nos empujan desde Madrid y desde el Palau.

Pero como tenemos que tratar sobre la vida real (dejo mi lado creativo para mi actividad principal de productor de televisión) debemos levantar la vista allá donde ellos no pueden y dedicar todo el poder de nuestro motor democrático a empujar a los representantes políticos a que actúen y que la política encuentre vías donde ni la justicia ni la intolerancia quieren o pueden mirar. ¿Cuánto tiempo puede estar un país en espera? ¿Cuánto daño tiene que sufrir un tejido social y económico como el catalán para que alguien ponga sentido común,audacia y habilidad política para desbloquear la situación?

Ahórrense los insultos, las bravuconadas y los lamentos y justifiquen su salario y dedicación: los siete millones y pico de ciudadanos de Catalunya se lo merecen.

* Periodista. Javier Pons inició su carrera en Radio Reus. Ha sido director de ‘El Terrat’, director de TVE y CEO de Prisa Radio. Actualmente dirige la productora Globomedia (Mediapro).

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