Regreso al horror en Nueva Zelanda

Los musulmanes vuelven a las mezquitas de Nueva Zelanda arropados por amigos y vecinos. Entre las víctimas, hay un niño de tres años de edad. El asesino se mostraba «calmado mientras iba disparando y disparando», dice un testigo

18 marzo 2019 08:28 | Actualizado a 18 marzo 2019 08:36
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La comunidad musulmana en Christchurch, arropada por vecinos y amigos, volvió ayer «a rezar de la misma manera que antes del día de la masacre», aseguró uno de sus líderes, mientras se comienza a conocer las identidades de las víctimas.

«Lo que pasó en ese acto de violencia terrorista será visible y todos esperan que el sermón lo subraye. Llevará un tiempo sanar, particularmente en Christchurch», dijo Anwar Sahib, representante del Centro de Información Islámica de Nueva Zelanda.

Pero la herida aún es fresca y duele, especialmente a medida que se conocen los nombres de algunas de las víctimas como Mucad Ibrahim, de apenas 3 años, o Sayyad Milne, de 14, entre otros.

El autor de la masacre, Brenton Harrison Tarrant, afirmó en su manifiesto que estaba de turismo por Francia, España, Portugal y otros países europeos cuando tuvo lugar el ataque terrorista de Estocolmo de 2017.

«Mi hermano ha muerto»
«Hoy es un mal día. Mi hermano ha muerto’»: así evita las preguntas Mohammed Ashif, sin aclarar si se trata de su hermano de sangre o una expresión coloquial o d amistad.

En su primera declaración pública, el imam de la mezquita de Al Noor, Gamal Fouda, recordó como el asaltante, del australiano Brenton Tarrant, se mostraba «calmado» mientras iba «disparando y disparando y disparando».

«Aun no me puedo creer que esté vivo. Iba disparando a la gente y los que estábamos ahí (escondidos) apenas podíamos respirar con el humo y las balas volando por todas partes», dijo Fouda.

En las calles alrededor de la mezquita, donde hubo 42 de los 50 muertos, el dolor es extremo y visible. Una mujer con nicab grita su llanto y llora en el hombro de otra, de aspecto anglosajón, que intenta tranquilizarla y solloza con ella mientras recorren, a paso lento, la residencial avenida Deans en la que se encuentra el centro de culto.

Ese punto se ha convertido en un altar improvisado para colocar ofrendas florales, derramar lágrimas en silencio o para que los maoríes canten y hagan danzas tradicionales como el «haka» para honrar a las víctimas.

En el parque frente a la mezquita, un joven tendido en el suelo es consolado por varios jóvenes isleños, mientras otros cantan a su alrededor canciones de amor y esperanza, y lanzan proclamas en las que aseguran que «Christchurch es una ciudad de paz».

La venganza islamófoba de Tarrant «nos ha unido con más fuerza. Nosotros vivimos en paz y armonía en este país», dijo Sahib sobre la comunidad islámica de Nueva Zelanda, presente en el país desde el siglo XIX.

Las oleadas migratorias de fiyianos indios a mediados del siglo XX y las de refugiados de Oriente Medio, sobre todo los últimos años con los procedentes de Siria, conformaron esta comunidad que representa poco más del 1 por ciento de los 4,25 millones de habitantes del país.

Otras minorías
En Christchurch, los musulmanes conviven con otras minorías como sijs, chinos, judíos, isleños del Pacífico y una pequeña comunidad latina que utiliza su página de Facebook para ayudar a las víctimas.

«El ataque del viernes ha afectado a varios amigos de mi familia. Uno de ellos, Abdul, un compañero de trabajo de mi esposo, perdió a su esposa y quiere llevarla de regreso a India. Cualquier donación es apreciada», dice Dani Cancino Mendieta en ese grupo virtual.

«Nueva Zelanda es una ciudad pacífica y agradable y con el tiempo nos recuperaremos», dice el presidente del Consejo Multicultural de Christchurch, Surinder Tandon, de origen indio, que fue acompañado del pastor metodista, Andrew Donaldson, a un al altar improvisado cerca de Al Noor.

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