Trump echa gasolina a la peor crisis racial de su polémica presidencia en Estados Unidos

Biden: «Cuando se dispersa a manifestantes pacíficos desde el umbral de la Casa Blanca, a fin de escenificar una foto, el presidente está más interesado en el poder que en los principios»

03 junio 2020 07:50 | Actualizado a 03 junio 2020 09:32
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Donald Trump podía ver el fuego desde su ventana, pero no dudó en echarle gasolina. Ante la peor crisis racial de su mandato, el presidente de EEUU ha rescatado su lema electoral de «ley y orden» para instigar la represión de las protestas, elevando las tensiones que tienen al país en llamas.

A cinco meses de jugarse el cargo en las elecciones de noviembre y aún inmerso en la polémica por su gestión de la pandemia del coronavirus, Trump ha vuelto a diseñar su respuesta a una crisis nacional a medida de lo que espera su base de votantes, evitando cualquier llamada a la calma y a la reunificación nacional.

«Soy su presidente de la ley y el orden», clamó Trump desde el jardín de la Casa Blanca. Mientras él hablaba y se declaraba «un aliado de los manifestantes», las autoridades utilizaban gas lacrimógeno para expulsar a quienes protestaban de la plaza que separa la Casa Blanca de una histórica iglesia que Trump planeaba visitar minutos después, y donde se hizo una foto con la Biblia en la mano.

Cálculos electorales

Esa secuencia, con sus guiños a la fuerza policial y a la religión, dejó claro el peso que tienen los cálculos electorales en la reacción de Trump a las protestas desatadas por el homicidio del afroamericano George Floyd, que han reabierto una vez más la herida causada por la violencia policial contra los negros en EEUU.

«El presidente parece más centrado en echar carne roja a su base de votantes que en intentar unir a la gente de este país», sostiene un profesor de ciencias políticas en la Universidad de Louisville, Dewey Clayton.

Pero la respuesta de Trump a las manifestaciones no puede entenderse sin otra constante en su Presidencia: su tendencia a echar más leña al fuego ante cualquier polémica, incluso cuando la Casa Blanca asegura que intenta contenerla.

«(Trump) solo tiene una herramienta en su arsenal presidencial, y es la de inflamar, dividir, sembrar el odio», opina el historiador político Matthew Dallek, de la Universidad George Washington.

Para el casi seguro candidato presidencial demócrata, Joe Biden, «cuando se dispersa a manifestantes pacíficos por orden del presidente desde el umbral de la casa del pueblo, la Casa Blanca, usando gas lacrimógeno y granadas de detonación, a fin de escenificar una foto en una iglesia noble, se nos puede perdonar por creer que el presidente está más interesado en el poder que en los principios».

El exvicepresidente Biden añadió que Trump está «más interesado en satisfacer las pasiones de sus votantes que en las necesidades de la ciudadanía que se le ha encomendado».

Poco antes del anochecer del lunes, las fuerzas de seguridad dispersaron violentamente a centenares de personas que protestaban ruidosa pero pacíficamente en la Plaza Lafayette, frente a la Casa Blanca, una semana después que George Floyd, un hombre negro, murió ahogado a manos de agentes de la policía de Minéapolis (Minesota).

La agresión de los policías, captada en vídeos tomados por transeúntes, ha levantado protestas por las cuales más de 26 estados han movilizado su Guardia Nacional, y más de 50 ciudades han estado bajo toque de queda en las noches, entre ellas Nueva York.

Trump, acompañado por miembros de su Gobierno, cruzó la plaza entre dos filas de soldados y policías y llegó a la iglesia episcopaliana St. John, dañada en disturbios de la noche anterior, y levantando una Biblia en su mano derecha, advirtió que usaría la fuerza militar para detener las protestas.

«‘No puedo respirar’ fueron las últimas palabras de George Floyd. Pero esas palabras no murieron con él. Se escuchan todavía. Resuenan en todo el país», sentenció Biden.

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