Una vuelta al mundo en busca de clavo 500 años después de Magallanes

La idea principal de aquel viaje era abrir una ruta comercial para conseguir este ingrediente, al que ahora no se le presta atención

04 octubre 2019 11:40 | Actualizado a 04 octubre 2019 11:44
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En la verde isla de Ternate (Indonesia), muy cerca del volcán Gamalama, hay un árbol con nombre propio. Seco, pelado y cercado por un pequeño muro, resulta una anomalía entre la exuberante vegetación tropical que le rodea.

Se llama Afo y es el clavero más viejo del mundo, una reliquia vegetal nacida hace unos 400 años. En ese momento y después de muchas idas y venidas, acuerdos y desacuerdos geopolíticos, los españoles acababan de capturar el fuerte de la isla y su capital se denominaba Nuestra Señora del Rosario de Terrenate. Y todo por el fruto de aquel árbol.

Afo no estaba allí aún, pero en noviembre del año 1522 sus ancestros fueron testigos mudos de la llegada al puerto de la nao Trinidad, la nave capitana de la expedición de Magallanes. Se hundió allí mismo, la pobre.

Dos meses antes, el 8 de septiembre de aquel mismo 1522, dieciocho hombres famélicos, enfermos y desdentados habían llegado a Sevilla después de dar la vuelta al mundo. Juan Sebastián Elcano (1476-1526) y su tripulación volvieron a España con la nao Victoria cargada de unos 28.000 kilos de clavo de olor, habiendo dejado atrás un capitán general -Fernando de Magallanes- acribillado en Mactán, tres años de penurias, cuatro barcos y más de doscientos compañeros.

El jerezano Ginés de Mafra (1493-1546), marinero y cronista de la Trinidad, relató su épico viaje y es junto al italiano Antonio Pigafetta, el griego Francisco Albo, el pacense Hernando de Bustamante o el burgalés Gonzalo Gómez de Espinosa uno de los testimonios directos que conocemos sobre cómo fue aquella aventura iniciada hace 500 años en busca de clavo y que de paso hizo algo nunca visto: circunnavegar el globo.

¿Cuál fue la última vez que usaron ustedes clavo para cocinar? Piénsenlo bien. El sabor del clavo de olor cada vez nos resulta más ajeno y parece que esta especia se ha quedado para vestir santos, curries y galletas navideñas.

Y sin embargo, el Syzygium aromaticum fue una de las mercaderías más apreciadas tanto en España como en Europa durante la Edad Media, ingrediente básico de multitud de platos y objeto de deseo capaz de desencadenar una de las mayores hazañas de la humanidad, esa primera vuelta al mundo de la que se cumple ahora el quinto centenario.

Fernando de Magallanes no quería rodear la Tierra porque sí, por puro afán de protagonismo u honores -que también-. Cuando presentó a Carlos I su propuesta, la idea principal era abrir una ruta comercial directa a la fuente de las especias, el Maluco (islas Molucas, Indonesia). Así, esperando hallar la fuente del clavo se montó la gran «expedición al descubrimiento de la Especiería» bajo el mando del portugués Magallanes.

La empresa fue culminada por el guipuzcoano Elcano quien también trajo sándalo, jengibre, macis, nuez moscada y pimienta, tal y como contó en su carta al emperador. Más de mil días de viaje hechos para conseguir un ingrediente al que ahora, cinco siglos después, no prestamos atención.

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