Ventisca en el Premi Dow

La entrega del 38 Premi Dow en La Canonja se convierte en un acto de reivindicación y denuncia de las trabas competitivas que afronta la industria química europea, de las cuales Tarragona no es ajena

19 mayo 2017 19:36 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:37
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El mensaje fue claro ayer. Y fue coral. «Vientos en contra», dijo Kepa Díaz de Mendíbil, director de Dow Chemical Tarragona. «No podemos estar callados ante la situación en la que estamos poniendo entre todos a la industria en nuestro continente europeo», reivindicó Anton Valero, presidente de Dow Chemical Ibérica. «Necesitamos su ayuda. Se trata del futuro de la industria. No podemos asumir la pérdida de la industria en Europa», remachó Heinz Haller, vicepresidente ejecutivo y presidente de Dow Europa, Oriente Medio, África e India de The Dow Chemical Company.

Un acto reivindicativo, con todas las luces de alerta roja, para la 38 edición del Premi Dow en La Canonja. Un memorial de agravios ante representantes del Govern de la Generalitat –con el conseller de Interior, Jordi Jané, al frente–, del gobierno del Estado, de las administraciones locales y del mundo universitario.

«Somos moderadamente optimistas [sobre el futuro de la industria química en Tarragona] –abrió Kepa Díaz de Mendíbil–, pero hay barreras importantes como los costes energéticos, las infraestructuras o la legislación. Preferiríamos no tener estos vientos en contra. Pero seguiremos pedaleando. Será difícil, pero juntos y con esfuerzo lo conseguiremos».

Antes, Anton Valero ya había fijado la posición de partida. Tras glosar los avances sociales y económicos que habían supuesto en el Camp de Tarragona estas más de cuatro décadas de presencia de la industria química –a la que atribuyó el impulso principal para que fuese posible la constitución de la Universitat Rovira i Virgili (URV)–, Valero planteó la cuestión: «¿Estamos extrayendo todo el valor de esta potencia de conocimiento que tenemos?». Y añadió: «Estamos luchando por mantener actividades en el Polígono. Pero hay políticas poco claras», que no ayudan a ese esfuerzo.

En una alusión indirecta, el también presidente de Feique –la patronal española de la industria química– se refirió a las declaraciones de la víspera en las que Jesús Loma-Ossorio, presidente de la Associació Empresarial Química de Tarragona (AEQT), hablaba por primera vez de los riesgos reales, aunque «no inminentes», de un ‘efecto dominó’ en el cierre de plantas químicas en el polo petroquímico de Tarragona.

Y llegó el turno de Heinz Haller, miembro también de Cefic, la patronal europea de la industria química que trata con cierta vehemencia ya de hacer entender en Bruselas los riesgos reales y la pérdida creciente de competitividad que atraviesa esta industria en el continente europeo.

«El polo petroquímico de Tarragona –arrancó Haller– juega un rol crítico en el éxito de la manufactura de esta industria, no sólo en Tarragona, sino en el conjunto de Europa. Los centenares de empresas que hay alrededor marcan la diferencia real». Pero «hay algo» que no va fino, alertó Haller. «Los beneficios de esta industria sólo pueden garantizarse si la industria química europea puede competir». Y no lo está haciendo en las condiciones en las que debería hacerlo. Una realidad que vale para Tarragona, pero también para Amberes.

En diez años, la industria química europea «ha dejado escapar más del 20% del crecimiento mundial» en este sector, que no ha sabido aprovechar, conservar, atraer hacia sí misma. Otras áreas del planeta mucho más competitivas le han pasado la mano por la cara y le han hecho perder cuota de mercado, inversiones... y puestos de trabajo que podían haberse creado en Europa. También en Tarragona. «Son muchos puestos de trabajo [dejados de ganar] durante estos últimos años», espetó Haller.

¿Hay esperanza? Hay cosas que hacer. En concreto, tres. Son los grandes temas que, en opinión de Haller, lastran hoy con más fuerza la competitividad de esta industria. El primero de ellos es «la política energética». En su opinión, contar con «una política energética común en Europa es crucial».

«Necesitamos que el mercado energético europeo –señaló– esté conectado y sea dinámico. Necesitamos políticas que minimicen los costes energéticos. Necesitamos ser competitivos».

La excesiva –a su entender– regulación que hay en la Unión Europea es el segundo gran problema hoy para la industria química europea. «No da confianza. Necesitamos regulaciones que alienten la innovación, no que la dañen. Necesitamos una innovación activa, a la vez que se protege el entorno y el crecimiento».

Un nombre propio: Directiva de Emisiones Industriales. «Conlleva costes de competitividad para la industria. No es una regulación inteligente, y puede provocar un enorme daño a la industria y a los empleos».

Tercer punto: TTIP. Es decir, Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión. «Decirle a los críticos con este tratado que los beneficios son más altos [que los perjuicios], y que el comercio sigue siendo la clave para la prosperidad económica».

«Una vez más – remachó Haller–, necesitamos apoyo legislativo a escala europea. Necesitamos la ayuda de sus voces para ponerlo en las agendas políticas. No podemos asumir la pérdida de la industria en Europa».

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