Villamayor: 'La política nunca debe convertirse en una profesión'

Javier Villamayor Inicia una nueva etapa profesional y académica, tras su decisión de abandonar la política activa... de momento

13 julio 2019 09:10 | Actualizado a 16 julio 2019 11:21
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Aunque la mayoría de quinielas apostaban por él como delfín de Josep Fèlix Ballesteros, Javier Villamayor decidió finalmente renunciar a la carrera de sucesión y no presentarse a las elecciones del pasado mes de mayo. Hoy muestra un gesto más relajado que hace unos meses, al entrar en la cafetería del hotel Ciutat de Tarragona.

De la conversación se deduce que cierra esta etapa satisfecho con su trabajo en la plaza de la Font e  ilusionado con sus proyectos de futuro, aunque no es capaz de disimular cierto enfado y decepción por la forma en que se desarrollaron algunos episodios de los últimos tiempos.

Su mejor recuerdo de estos ocho años es su labor como concejal de los barrios de Ponent: «Nací en Bonavista en el 78, mi familia fue una de las primeras en llegar en los años 60, mi madre sigue allí como maestra… He sido muy feliz preocupándome por sus vecinos y por hacer oír su voz».

Aunque durante estas dos legislaturas ha tenido que «tocar todos los palos», se muestra especialmente orgulloso de haber logrado la implicación de catorce administraciones para sacar adelante los Jocs Mediterranis. Pero, sobre todo, se marcha con la satisfacción de «haber dejado, pese a los errores, la imagen de un tío trabajador, discreto y honesto».

Villamayor tiene una idea muy clara sobre cómo debe ser un político local: «Primero, debe tener una enorme vocación de servicio público, porque existe tal  proximidad que no hay cortafuegos entre el problema y tú. Segundo, debe demostrar una gran capacidad de gestión, porque la política desde un ayuntamiento no puede ser de salón, sino real y concreta.

Y tercero, debe representar los intereses de los diferentes colectivos de la ciudad». Sin embargo, lamenta la proliferación de «politiquillos» sin capacidad de trabajar con altura de miras y ambición, probablemente por la «actual incapacidad de la política para atraer talento».

De hecho, una de sus grandes obsesiones a nivel profesional ha sido combinar el trabajo en la administración con la formación académica. Su futuro inmediato muestra también este doble aspecto.

Por un lado, acaba de reintegrarse en el cuerpo de funcionarios de la Diputación de Barcelona («mi casa y una excelente escuela»), donde ha ejercido diversas responsabilidades desde el año 2002. Paralelamente, está a punto de iniciar un doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid sobre gestión pública y derecho.

El gesto de entusiasmo al comentar sus planes de futuro se desvanece al rememorar algunos malos momentos de estos últimos años. «Las críticas contra el anterior equipo de gobierno fueron despiadadas. Con el tiempo se valorará la magnitud política de Josep Fèlix Ballesteros, y lo conseguido durante sus doce años de gestión.

Errores los cometemos todos, pero ha realizado una labor increíble. De hecho, volvió a ganar las elecciones en mayo». Pese al agrio recuerdo que conserva del trato recibido en algunas ocasiones, manifiesta el deseo de que «el alcalde Ricomà consiga muchos éxitos. Pero el nuevo equipo de gobierno tiene que darse cuenta de que no es lo mismo hacer oposición y llevar el timón. Del dicho al hecho hay un trecho».

Con la perspectiva que otorgan dos legislaturas en el ejecutivo municipal, Villamayor tiene claros los retos pendientes a los que se enfrenta nuestra ciudad, que desgrana de forma sistemática. Por un lado, es imprescindible que «el medio plazo de la ciudad sea acordado por una mayoría significativa de los partidos políticos: urbanismo, grandes apuestas… Necesitamos horizontes transversales y sólidos que representen a una mayoría amplia de tarraconenses».

En segundo lugar, «la gestión local es otra gran apuesta pendiente: tecnología, procesos... Hay que modernizar el Ayuntamiento y ponerlo al servicio de los ciudadanos. Entono un mea culpa por la parte que me toca».

Otros desafíos que destaca son la consolidación de «la región del conocimiento, definida por Francesc Xavier Grau desde la URV y por Josep Poblet desde la Diputación», la necesidad de establecer una estrategia que permita combinar los diferentes motores económicos de la ciudad («cuidado con hacer apuestas que pongan el acento sólo en un sector») y la implementación de un modelo urbano que conecte con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible.

Desde un punto de vista más concreto, Villamayor añade dos objetivos más: «En el ámbito cultural, hay que avanzar en la Tabacalera como referente, y en el turístico, debemos resolver el asunto de la Ciutat Residencial y el Preventorio de la Savinosa». Lo fundamental es que «Tarragona mejore su autoestima y sentido de pertenencia para que se le reconozca el peso político que le corresponde, y que de hecho no ejerce». 

Tras un largo café, me resisto a concluir el encuentro sin plantearle mis dudas sobre el alcance de su decisión de abandonar la política activa. No se anda con rodeos. «Hay vida más allá de la política y esta labor no debe convertirse nunca en una profesión.

Pero todavía tengo cuarenta años, y no descarto para nada volver a dedicarme a la política en el futuro. Eso sí, prefiero que me echen de menos que de más». Aunque los pronósticos son siempre arriesgados, no parece aventurado sospechar que quizás volvamos a ver a Javier Villamayor por los pasillos de nuestro Ayuntamiento antes de lo que alguno imagina.
 

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