1937. Sant Jaume Hilari, una historia increíble y verdadera

El jefe del pelotón da la orden de ‘¡fuego!’, produciéndose una fuerte descarga, pero Jaume Hilari apenas se inmuta y permanece en pie

13 enero 2021 09:20 | Actualizado a 13 enero 2021 09:41
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El 18 de enero se cumplirá el 84 aniversario del asombroso y sobrecogedor fusilamiento de Manuel Barbal (Sant Jaume Hilari). Cansados de soportar la incansable propaganda izquierdista y secesionista sobre lo horrenda que fue la represión franquista, es de justicia dar a conocer las pavorosas atrocidades cometidas por el Frente Popular en la retaguardia durante la Guerra Civil, que especialmente en Cataluña fueron incontables y terribles.

Hoy daremos sólo unas pinceladas sobre la vida y pasión de Manuel Barbal Cosán (Jaume Hilari), una historia increíble y verdadera. Y como tantas otras, olvidada y ocultada, sobre él nadie hará una película o un documental porque no fue una víctima del franquismo; fue simplemente un mártir víctima del odio, la crueldad y la deshumanización que practicó el Front Popular contra los religiosos y contra todos aquellos que no compartían su ideario. Recordar que en la Cataluña presidida por Lluís Companys, entre 1936 y 1939, fueron asesinadas 8.352 personas. De estas, 2.437 eran religiosos (4 obispos).

Manuel Balbal Cosán nació el 2 de enero de 1889 en Enviny, pequeño pueblo del Pirineo leridano, en el seno de una laboriosa familia de payeses, profundamente cristiana. A los trece años ingresó en el Seminario Menor de la Seu d’Urgell, pero no pudo concluir sus estudios al sufrir una grave enfermedad auditiva. En 1917 (con 19 años) ingresó en el noviciado de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle), donde concluyó sus estudios y tomó el hábito religioso en Irún, tomando el nombre de hermano como Jaime Hilario. Se dedicó a partir de entonces a la enseñanza y la catequesis, en Mollerusa, Pibrac (Francia) y Calaf. Hasta que su progresiva sordera le impidió continuar su labor educativa. A finales de 1934 fue trasladado a la Casa de Sant Josep de La Salle en Cambrils, donde pasó a ocuparse, como hortelano, de las tareas del campo. Nada más estallar la Guerra Civil, cuando se dirigía a su pueblo natal, el 23 de julio, en una parada que hizo en Mollerussa, en plena persecución religiosa, fue visto por unos milicianos, que lo detuvieron y lo condujeron a la prisión de Lérida. En diciembre de 1936, al constar como residente en Cambrils, es enviado a Tarragona, al barco prisión «Mahón».

El 15 de enero de 1937 fue juzgado (tenía 38 años) por el Tribunal Popular de Tarragona en una sala del Seminario (que había sido confiscado) habilitada para celebrar los juicios de este Tribunal.

El Juicio se celebró con la sala abarrotada de público (había sido anunciado por el diario Llibertat) . Y según consta en las actas, finalizó de esta manera:

– Presidente del Tribunal (Andreu Massó): ¡Ya está! ¿Para qué necesitamos más explicaciones? ¿No habéis oído su declaración?… ¡Estudió latín, y eso basta!

El Fiscal (Esteve Escudero), en la misma línea dirá: «Camaradas, a este hay que matarlo (…) se dedica a la formación de fascistas (…) y ya tiene más agravantes que el otro que hemos condenado a 30 años de cárcel; éste ha estudiado latín (...)».

El abogado defensor ( F. Montañés) pide que conste en acta su protesta por estas desafortunadas intervenciones. Se producen entonces en la sala gritos de «¡Fuera, fuera!» para el abogado y de “¡Matadlo, matadlo!» para el religioso.

El Tribunal Popular (compuesto por un representante de cada una de las organizaciones del Front Popular: ERC, CNT, FAI, PSUC, UGT, POUM, ACR, UR) después de deliberar apenas un minuto, condena a muerte al procesado y decreta la confiscación de todos sus bienes (tras practicar todas las actuaciones pertinentes se constató que no tenía ni un solo bien material).

Y aunque seguramente podría haber escapado de esta condena, renegando de su condición de religioso, como le aconsejó su abogado, él no quiso ocultar nunca su condición de Hermano de la Salle.

Después de ser juzgado, mientras esperaba ser trasladado a prisión, Jaume Hilari escribirá, en un trozo de papel, esta breve carta a su familia: «Querido padre y familia (su madre ya había fallecido): he sido juzgado y condenado a muerte. Acepto contento la sentencia. No me han hecho ningún cargo. Sólo porque soy religioso he sido condenado. No lloréis; no soy digno de lástima. Moriré por Dios y por mi patria. Adiós, os esperaré en el cielo. Manuel Barbal».

El día siguiente (16 de enero) su abogado viaja a Barcelona y presenta en la Consellería de Justicia de la Generalitat (siendo conseller Rafael Vidiella - PSUC) un escrito solicitando la conmutación de la pena de muerte por 30 años de cárcel. Siendo esta petición desestimada.

El 18 de enero, poco antes de las tres de la tarde, es sacado de la prisión de Pilatos y conducido por dos vehículos (en uno viaja el reo y dos guardias y en el otro, el pelotón de fusilamiento y el jefe del mismo, un tal Rabàs,) hasta las afueras del cementerio de Tarragona. Los vehículos se detienen junto al camino que conduce a la Muntanyeta de l’Oliva, donde los esperaba el doctor Miquel Aleu Padreny (médico forense), quien había recibido un oficio de Ordre Públic de la Generalitat para que se personara a esa hora en dicho lugar. La comitiva se dirige hasta un recodo del camino, donde los milicianos se preparan y sitúan al hermano Jaume Hilari a unos tres metros junto a la cuneta. Este permanece tranquilo, como en estado de oración, con las manos juntas sobre el pecho. Uno de los guardias le comunica al doctor que el reo está más sordo que una tapia. Cuando el pelotón de fusilamiento apunta, Jaume Hilari les dice: «Morir para Cristo es vivir, amigos». El jefe del pelotón da la orden de ‘¡fuego!’, produciéndose una fuerte descarga, pero Jaume Hilari apenas se inmuta y permanece en pie mirando al cielo, como si continuara inmerso en su oración. El jefe del piquete, visiblemente airado, ordena a un nervioso pelotón cargar otra vez los fusiles, dando nuevamente la orden de ¡fuego!, a la que sigue otra fuerte descarga. La víctima hace un gesto de dolor pero continúa en pie, en la misma actitud. Algunos milicianos entonces tiran sus fusiles y huyen espantados entre los pinos. El jefe del piquete, encolerizado y maldiciendo, se acerca al reo y le suelta a bocajarro varios pistoletazos en la cabeza y la víctima cae entonces ensangrentada a sus pies. Y le pregunta al doctor: «Escolta, per què no queia aquest podrit» y el doctor, muy impresionado y sin saber qué responder, le dice: «Como estaba muy sordo igual no oía los disparos». El médico Miquel Aleu fue un testigo de excepción de todo lo sucedido. En noviembre de 1999 Jaume Hilari fue canonizado por Juan Pablo II. Fue el primer santo de la Guerra Civil.

El periodista Francesc Basco, la persona que más ha investigado y escrito sobre Jaume Hilari, en una entrevista que le hizo al Dr. Aleu, le preguntó, al final, por las atrocidades cometidas por ambos bandos en Tarragona y este le respondió: «Oh, en això els del Front Popular guanyen per golejada».

Salvador Caamaño Morado: Diplomado en Relaciones Laborales. Exsecretario del PCC y exdirigente del PSUC y del sindicato Comisiones Obreras. Fundador en Tarragona de Fòrum Babel. Presidente de la Junta Provincial de Societat Civil Catalana (SCC).

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