A bordo del 'Juan S. de Elcano'

Pocos momentos hay tan emocionantes como el canto de la Oraciónen cubierta, en el mar

19 mayo 2017 18:37 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:10
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Invitado por el AJEMA (Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada), Jaime Muñoz-Delgado y Díaz del Rio, y a raíz de presentarle mi libro La Armada Española en el Puerto de Tarragona 1900-2014, en Madrid, fui seleccionado para la singladura entre Marín (Pontevedra) y Cádiz en el buque escuela Juan S. de Elcano durante los días 2 al 6 de este mes de julio. Cada año, al terminar el viaje de instrucción de los cadetes de la Armada por el Atlántico y siendo desembarcados estos en la Escuela Naval de Marín, un grupo de unas 100 personas, civiles y militares, es invitado a realizar este viaje de retorno del buque escuela a su base de La Carraca (Cádiz).

Abordamos el buque, en Marín, el sábado día 2 entre las 13.30 y 14.45 h; se nos asignó una litera y taquilla, y fuimos recibidos por el comandante CN Victoriano Gilabert. El resto del día nos familiarizamos con el buque, con los asistentes y dotación.

Las jornadas comenzaban con la diana a las 7.00 y a partir de las 9.00, tras el desayuno, se impartían conferencias diariamente, mañana y tarde, sobre la Armada, meteorología, el buque escuela, navegación y carta náutica, navegación astronómica y observación meridiana, maniobra, máquinas, etc., todo ello en la sala comedor-estudio de cadetes bajo cubierta. En el alcázar y toldilla hubo prácticas de observación de astros con sextante, y confección de nudos. También se hicieron recorridos guiados a distintos compartimientos del buque, como cámara del comandante, puente, sala de máquinas, sollados de marinería, pañoles, etc. Se asistió diariamente a la Maniobra General, donde se podían apreciar los esfuerzos y agilidad de la marinería (hombres y mujeres) en la jarcia y palos, cazando escotas, tomando rizos, largando y cobrando velas, etc. En dos turnos se hacían almuerzo y cena. Al anochecer se asistía a una breve ceremonia a la que se hace referencia en el Ceremonial Marítimo del general de División, Juan Chicharro Ortega (R):

«La sensación de pequeñez humana ante la grandeza del cielo y la mar ha ocasionado que desde tiempo inmemorial en los barcos se rece al Señor de los ejércitos. La manifestación de esta fe la vemos todos los días, al anochecer, cuando se reúne la dotación, libre de servicio, formada en cubierta, y en posición de saludo militar canta a coro la Oración Marinera.

»‘Tú que dispones de cielo y mar, haces la calma y la tempestad, ten de nosotros Señor piedad, piedad Señor, Señor piedad’.

»Es una tradición tan antigua como la propia Armada Española y pocos momentos hay tan emocionantes como el canto de la Oración en cubierta, en la mar, con las filas de hombres oscilando con el balance cantando con voces fuertes implorando la protección divina.»

Tras esta oración, a la que asistíamos en posición de firmes, la pequeña banda de música del destacamento a bordo de Infantería de Marina tocaban varias piezas que nos deleitaban cada anochecer. Seguidamente y también en cubierta del alcázar, había sesión de cine de temas náuticos.

El tercer día tuvimos el almuerzo en cubierta, alcázar, al que asistió también toda la dotación libre de servicio; esta vez se sirvió vino. Por la tarde, en una de las embarcaciones inflables a motor (RHIB), se navegó alrededor del buque, en grupos de unas diez personas, por parte de la mayoría de invitados.

En cuanto a la navegación y meteorología que tuvimos en la singladura decir que a la salida al océano y tras dejar el resguardo de la Isla de Ons, tuvimos temporal del NNE con mar gruesa, viento frescachón de unos 38 nudos del NW, olas de 4-4,5 m, visibilidad buena, sin precipitaciones y cielo despejado. El segundo día amainó el temporal, para desaparecer los días siguientes, a partir del paralelo de Lisboa. En estos dos primeros días se alcanzaron puntas de velocidad de 8,8 nudos, lo cual nos hizo adelantar la fecha de arribada a Cádiz, frente a la cual fondeamos la noche del 5 al 6. Al doblar el cabo San Vicente la navegación se había realizado a motor. Fue una bendición el tener vientos fuertes para poder apreciar las cualidades marineras del bergantín-goleta; aunque no se izaron las velas de estay ni las escandalosas por la fuerza del viento, incluso se tomaron rizos al cangrejo de trinquete y de mesana.

El miércoles 6, a las 10.30 se atracó en Cádiz, siendo recibidas a bordo las autoridades civiles y militares; el encuentro de los marinos con sus familiares dieron lugar a escenas emotivas, ya que hacía varios meses que no se veían. Las despedidas entre invitados y entre estos y la dotación, pusieron final a esta inolvidable experiencia.

«Vivir no es necesario. Navegar sí». Nunca entendí bien su significado. Hoy sí.

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