De repente vimos el abrazo entre Pedro y Pablo, apóstoles de la nueva gobernabilidad. Tienen 47 y 41 años, es decir: Pedro Sánchez tenía tres cuando murió Franco y Pablo no había nacido.
Su reconciliación pasó por una premisa: los agravios pasados quedan olvidados. Empieza el futuro. Ahora hace falta que la pareja del cuento encuentre la compañía de siete enanitos.
En otros países hubiera sido posible la gran coalición. Uno no puede encastillarse en sus posiciones y esperar a que le den toda la razón. En los pactos hay una cesión mutua de objetivos. Lo que no puede ser es una política de dogmas y bloques: derecha o izquierda; independencia o 155. El blanco y el negro no son los únicos ejemplares en una caja de lápices de colores.