Acostumbrarse al horror

Han venido a un planeta desagradable poblado por tribus belicosas

19 mayo 2017 21:53 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:57
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Nos habíamos habituado a ver cómo sus padres mueren hacinados en camiones, pero la imagen de estos niños muertos que devolvió la orilla en la playa de Bodrum ha conseguido herir nuestra blindada sensibilidad. Todos los niños chicos se parecen, ya que hay cosas que no se saben más que al principio de la vida, cuando empezamos a preguntar por todo y pronto nos damos cuenta de que nadie responde. «¿Para qué hizo Dios el mundo?», le debieron de preguntar a estos párvulos náufragos. Alguno debió de contestar que para darse a conocer, o sea, que buscaba una cierta popularidad. Quizá le hubiera venido mejor seguir siendo un desconocido porque la verdad es que no se entiende su conducta.

Grecia ha recibido a más de 23.000 inmigrantes en esta última semana, lo que supone un 50% más con respecto a la anterior. Buscan un sitio donde vivir, pero la vida no es un lugar donde quepan todos y en los cementerios marinos no hay cruces. Sucesos así nos hacen solicitar algunas explicaciones incluso a los viejos que ya estábamos resignados a los fracasos humanos y al silencio divino. Esto no hay dios que lo entienda, a pesar de haber inventado tantos y tantas religiones, todas verdaderas, así que hay que dedicarle algún tiempo a impedir la reforma constitucional y al fútbol, que se reanuda dentro de un par de días. La gran aportación de la frivolidad es que supone una amnistía de lo trascendente, que se está poniendo muy pesado y nos reclama mucho tiempo desde el principio de los tiempos. A lo que estamos. Una vez dedicado un escalofrío a los niños muertos en el mar Egeo, hay que procurar que la vida sea un poco menos lúgubre para los que quedan vivos. Han venido a un planeta sumamente desagradable poblado por tribus belicosas que gastan su tiempo y su dinero en prepararse para futuras contiendas. Angelitos al cielo o a la mar, que es un «cielo caído por querer ser la luz». Las cosas escalofriantes duran poco, lo que dura un repeluzno. Lo más largo es el asco y la vergüenza.

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