Adiós Messi, adiós

El Barça pierde el mejor futbolista que ha tenido, lo que disminuirá el 30 % de sus ingresos, su potencialidad futbolística, su peso específico en el concierto de los equipos europeos punteros y, previsiblemente, el número de títulos que conseguirá

10 agosto 2021 08:31 | Actualizado a 10 agosto 2021 08:39
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En la fábrica donde nacen los niños el Hacedor solo tiene una norma: que todas las criaturas nazcan con todos los defectos y virtudes que existen, sin importar las proporciones. En cumplimiento de esa regla, el ángel de turno llena el molde niño/niña con todos los rasgos de carácter, lo mete en el claustro materno... y ya saben. El día que nació Messi el ángel estaba depre. Comenzó a cargar el molde y cuando lo había llenado en un noventa por cien, se percató de que solo había puesto un ingrediente (aptitudes futbolísticas), de modo que en el escaso resto que quedaba tuvo que meter todos los demás. 

Este paralelismo con Astérix explicaría la excelencia futbolística del astro argentino, su juego mágico, cargado de genialidades. De otra galaxia, vaya. El mejor jugador, no ya del mundo, sino de la historia. El futbolista con más goles (672), partidos (778) y títulos (35) del Barça. En las seis décadas de uso de razón futbolístico que acumulo, no conocí ningún otro jugador que le superara. Ni Pelé, ni Di Stéfano, ni Cruyff, ni Maradona. Y pese a la relevancia de Messi, su comportamiento siempre fue  humilde y discreto. Y desde esa posición soportó la presión y el desgaste emocional que genera un club tan singular como el Barça. Un ejemplo para todos, en especial para los jóvenes… salvo en las «calcomanías» que cubren parte de su cuerpo.

La semana pasada Laporta anunciaba que el club renunciaba a la continuidad de Messi por imposibilidad económica. La nefasta gestión económica de la anterior junta y la inflexibilidad de La Liga estaban en el origen de la decisión,  según el mandatorio azulgrana. La noticia causó estupor y conmoción. Un mal sueño para los seguidores del Barça, una pesadilla. El apocalipsis, vaya.
En su rueda de prensa del domingo vimos un Messi quebrado, hundido. «Estoy bloqueado y siento mucha tristeza, el momento más difícil de mi carrera, siempre priorizamos estar en Barcelona», confesó, tras varios minutos de sollozos. Cuando se repuso de las lágrimas adoptó un discurso escueto y parco en palabras y no quiso entrar en las causas de su obligada marcha. «No ha podido ser», concluyó, como si su desgracia tuviera un origen natural, no la actividad humana. Y es que el escenario que le «prepararon» para la rueda de prensa no era el más apropiado para que un hombre hundido tirara de la manta: Laporta en primera fila, la mujer y los hijos del jugador también, varios compañeros de la plantilla… Un escenario trampa para que el jugador no se saliera del guión oficial. Signicativa la ausencia del padre de Messi, la persona más adecuada para criticar la mala pasada a su hijo. Habrá que oír más adelante al ya exjugador azulgrana, cuando esté sereno y con libertad para decir lo que piensa. 

Estragos de la Covid aparte, en mi opinión tres son los responsables de la casi infamante marcha del argentino. En primer lugar, Bartomeu, que debió respetar su voluntad y ponerle puente de plata para marchar el año pasado, cuando «el lío del burofax»,  aligerando a la vez el pasivo del club. Pero le entró el miedo escénico de pasar a la historia como el presidente que «perdió» a Messi, y le barró la salida con una interpretación sui géneris del término del contrato, que el jugador, enemigo de los conflictos judiciales, al final aceptó.
El comportamiento de Laporta fue de verdadero trilero con apariencia de buen gestor. Utilizó a Messi como pancarta electoral, prometiendo que si ganaba seguiría en el club («el contrato de Leo lo arreglo en un santiamén»), lo que sin duda incidió en el resultado de la elección. Y eso tiene nombre: fraude electoral, pues engañó al electorado y al propio Messi, que tuvo el gesto, inédito en él, de ir a votar. En abril, tras ganar las elecciones, cenó con el jugador y le aseguró que continuaría («después de esa charla, estaba convencido de que iba a seguir», dijo Leo). Pero al final Laporta dio un giro copernicano y dejó tirado al jugador. 

El comportamiento de Laporta fue de verdadero trilero con apariencia de buen gestor. Utilizó a Messi como pancarta electoral, prometiendo que si ganaba seguiría en el club («el contrato de Leo lo arreglo en un santiamén»), lo que sin duda incidió en el resultado de la elección

Laporta conocía las reglas del fair play cuando concurrió a las elecciones y también la situación económica del club, al menos a partir de su victoria electoral del 7 de marzo. Si quería deshacerse de Messi porque su libreto obligaba a pasar por él todo el juego del equipo, o por razones económicas, lo habríamos entendido, pero tendría que haberlo dicho y hecho al principio. No alimentar esperanzas y después dejarlo caer. ¿Cómo es que se han pagado fortunas durante años para retener otros jugadores y no se ha hecho lo propio con el 10? 
La personalidad coincidente de Laporta y Tebas probablemente cortocircuitó la continuidad de Leo. Soberbios, egocéntricos, endiosados, pusieron por delante la filosofía de la testosterona («para gallito yo») y no exploraron la infinidad de soluciones que tenían en sus manos, habida cuenta su poder, la voluntad de todas las partes en que el rosarino continuara y el tiempo que quedaba para diseñar la operación. Pero no, optaron por apretar el botón y propulsaron a Messi a París, a Mánchester o vete a saber dónde.

Con la decisión del mandatario azulgrana perdemos todos. La primera víctima es Messi, que priorizando la vertiente deportiva y sentimental y desoyendo los cantos de sirena de otros clubs, optó claramente por completar su ciclo profesional en el Barça, rebajando incluso  su salario un 50%. Un grado de fidelidad poco común, y menos en los jugadores venidos de fuera. Y a una semana del comienzo de la Liga tiene que buscarse otro club deprisa y corriendo. El Barça pierde el mejor futbolista que ha tenido en toda su historia, lo que disminuirá el 30 % de sus ingresos totales, su potencialidad futbolística, su peso específico en el concierto de los equipos europeos punteros y, previsiblemente, el número de títulos que conseguirá. Los seguidores del Barca también somos damnificados, pues nos vemos privados de la excelencia futbolística del argentino, de sus goles y de su juego de Playstation. Y, por último, también pierde La Liga, el campeonato más prestigioso del mundo hasta no hace mucho, que comenzó su declive con la marcha de Ronaldo, siguió con la de numerosas figuras, y que ahora culmina con la de Messi. 

Y como su salida parece absurdamente inexorable, solo nos queda decir, entre el enojo y la resignación, gracias Leo por tu excelencia, por deleitarnos durante dos décadas, y por ayudarnos a ser más felices y a conllevar los contratiempos de la vida. 
Y sirvan estas líneas como particular homenaje a un jugador irrepetible. ¡Adiós, Messi, adiós!

Paco Zapater es licenciado en Derecho por la Universitat de València y  uno de los abogados más conocidos de Tarragona. No solo porque ejerce desde 1980 sino también por su implicación en la sociedad civil. Fue Síndic de Greuges de la URV y concejal de Relacions Ciutadanes del Ayuntamiento de Tarragona. 

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