Todos los partidos políticos dicen que, si de ellos depende, después de las próximas elecciones habrá Gobierno. Y todos ellos mienten.
La aritmética electoral prevé que tras el 26-J será necesarias alianzas similares a las que no consiguieron fraguar el pasado diciembre. Y no tenemos motivos para pensar que esta vez sí vayan a hacerlo.
Sólo caben dos hipótesis, a cuál más forzada, La primera sería un pacto de las izquierdas en el caso de que el PSOE superase en escaños a Podemos y sus aliados, hecho que el CIS ha dicho que no pasará. De suceder al revés, como anuncia el CIS, los socialistas se verían fagocitados por los de Pablo Iglesias y ya podrían olvidarse, para siempre, de ser el partido de los trabajadores y el perenne referente de la izquierda. O sea, que no.
Pero la coalición tampoco resultaría fácil con predominio socialista, ya que el conglomerado ‘podemita’ debería renunciar para ello a los referéndums secesionistas en España, cuestión aprobada y explicitada en su programa como una de sus señas de identidad. Si, por su parte, el PSOE tragase con eso, perdería la E de sus siglas y con ella un sinfín de votos. En cualquier caso, de triunfar esa coyunda, adiós a Mariano Rajoy, de La Moncloa y posiblemente de la política.
La otra hipótesis es la de que un PP ganador electoral insuficiente consiguiera formar Gobierno con Ciudadanos y PSOE o con la mera abstención de éste. Semejante posibilidad, además de difícil, requeriría la inmediata substitución de Rajoy, algo que ya ha manifestado explícitamente Albert Rivera e insinuado el propio José María Aznar.
Ya ven: en un supuesto o en el otro, adiós, pues, a Mariano Rajoy. Si, por el contrario, nuestro hombre no considerase tal eventualidad, España no sólo continuaría sin Gobierno, sino que caminaría hacia un futuro más que sombrío.