El 18 de marzo de 1990 gocé de una experiencia periodística única: asistir a una jornada electoral en la que el ganador, De Maizière, propuso la desaparición de su país.
Estábamos en Berlín Oriental. El Muro había caído hacía cuatro meses y los ciudadanos de la RDA, (es decir la Alemania no democrática), celebraba sus primeras elecciones libres. Venció una alianza presidida por los demócrata-cristianos. De acuerdo con su programa, el Parlamento votó el 30 de setiembre (el sábado se cumplieron justamente 30 años) disolver Alemania Oriental y fusionarse con la otra.
El peso de la historia fue decisivo. Tuvo dos grandes protagonistas: Helmut Kohl, que condujo el tren de la reunificación y Mijail Gorbachov que, aun siendo contrario, no lo detuvo.