Allende de las modas

Feijóo y Urkullu representan la estabilidad y la gestión, cada uno a su manera 

14 julio 2020 11:30 | Actualizado a 14 julio 2020 14:40
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Huelga decir que, precisamente, ninguno de los triunfadores de la noche electoral del domingo –Feijóo y Urkullu– son la quintaesencia del político moderno, sonriente, jovenzuelo, de discursos grandilocuentes y capaces de hacerte levantar de la silla en un mitin abarrotado. No, ninguno de los dos lo es.

Por ello, allende de las modas, permanecen impertérritos en sus salones presidenciales con un poder reforzado después de 12 años de gestión el gallego y 8 el vizcaíno, con gobiernos que priman la gestión y la estabilidad a los anuncios y a la propaganda y con dos organizaciones políticas muy asentadas en el territorio, impregnadas de galleguismo y vasquismo y con un gran arraigo municipalista.

Estos dos políticos del norte representan la estabilidad y la gestión, cada uno a su manera y con su experiencia, impasibles ante el clima de crispación y agitación política que ha vivido España al albur de la crisis económica y política de los últimos años.

Muchos –la mayoría– de los actores que han emergido en el panorama político nacional en los últimos años no han entendido el modelo de gobernanza que aplican Urkullu y Feijóo en sus respectivos territorios. Tampoco han entendido que un partido político no se hace en dos días, ni en dos años, y que es mucho más que un movimiento personalista.

A efectos prácticos la sociedad vasca y gallega han enviado un mensaje a nivel nacional: se acabaron los experimentos. En tiempos de crisis –como la que nos viene por delante– no es época de mudanzas. Parece un cierre de círculo, una vuelta a un bipartidismo imperfecto y a partidos hegemónicos y atrapalotodo que en clave autonómica consigue atraer a votantes de todo tipo y condición, como hacía en tiempos pretéritos la Convergència i Unió en Cataluña de los 90.

Reivindicar la política, más allá de las modas y de los candidatos estrellas es más necesario que nunca: la estabilidad en el poder es lo que prima y eso también es extrapolable para otras instituciones públicas como ayuntamientos o diputaciones, pilares que sustentan los gobiernos hegemónicos como lo son en Galicia y en Euskadi.

O porque, al final, todo en la vida es cíclico. O porque las modas son pasajeras. O porque lo auténtico y original no perece; y en política más aún. La razón estriba, fundamentalmente, en el agotamiento de una forma de hacer política y de gobernar basada en la confrontación y en los discursos altisonantes que no aportan ninguna de las soluciones que demanda la ciudadanía, cada vez más harta. No solo trabajar por gestionar y solucionar los problemas de la gente, no solo decirlo, también no crear nuevos ni ser un problema per se.

Feijóo y Urkullu, Urkullu y Feijóo, cuatro años más de estabilidad aumentando el número de escaños y votos, reforzando su hegemonía territorial y su ascendencia en la política nacional a través de sus amplias mayorías. Aviso a navegantes: se acabó la nueva política –que nunca existió ni debió existir–. Empieza la POLÍTICA.

Ángel Guillén es consultor de Asuntos Públicos

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