Ante el desánimo, urge transmitir confianza

La larga convivencia con la Covid-19 ha generado una fatiga en la población que no admite ya caer en nuevos errores

12 febrero 2021 09:20 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:54
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Llevamos ya un año con la pandemia de Covid-19 insertada en nuestras vidas y Catalunya suma la escalofriante cifra de más de 20.000 muertes por coronavirus, además de decenas de miles de infectados, con los sanitarios bajo una amenaza enquistada, con sectores tan seriamente dañados que flirtean con la quiebra y con pérdidas económicas tan grandes que son difíciles de cuantificar... Pero la huella que el Covid-19 está imprimiendo en nuestras vidas hay que calibrarla también por sus efectos menos visibles, esos que tienen que ver con la erosión que el prolongado combate con el coronavirus está provocando en todos y cada uno de los ciudadanos, hastiados ya de restricciones y víctimas de una fatiga pandémica que nos tiene desmoralizados, tristes, angustiados, ansiosos, apáticos.

Este desgaste psicológico y emocional que están generando estos largos meses de forzosa convivencia con el Covid comienza a pasar factura en mucha gente que ya muestra resquicios en su compromiso para acatar las normas de protección y la procelosa relación de restricciones impuestas e incluso para seguir confiando en la actuación de los poderes públicos, viendo además que las medidas cambian en función de la comunidad que las aplica sin que ello esté siempre justificado por la situación epidemiológica. Ante esta creciente sensación de desánimo, que se impone incluso cuando ya tenemos aquí varias vacunas que deben ser la solución a esta tragedia, urge embridar la pandemia –una responsabilidad que nos sigue correspondiendo a todos– y superar las trabas, los recelos y las actitudes fraudulentas en el proceso de vacunación a fin de intentar restablecer, cuando menos, las expectativas con que arrancó 2021. Lo que significa tanto como exigir a las instituciones y el resto de actores políticos que no vuelvan a cometer los errores ya acreditados –abrir la mano en Navidad lo fue, con la agravante de que era predecible– y que se afanen en contrarrestar el hastío y la desafección que anidan en la ciudadanía para transmitir certidumbres y confianza.

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