Aquel verano del 72

Madrugaba, iba a Reus a recoger los paquetes de ‘Noticieros’ y recorría un dédalo de localidades, calles y plazas de la Costa Dorada repartiéndolos por los quioscos 

20 julio 2021 08:16 | Actualizado a 20 julio 2021 08:22
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¡Hola vecinos! Aquel verano del 72 el director del diario El Noticiero de Zaragoza, un joven catalán recién aterrizado, propuso algo insólito al entonces más joven aún reportero Tribulete –que en todas partes se mete– abajo firmante:

-¿Te gustaría pasar dos meses en la playa como enviado especial a la playa?

-¿En qué playa? ¿Cobrando?  ¿Hotel, dietas, kilometraje, gastos? ¿Tendré vacaciones en otoño? ¿Se trata de una broma de catalanes?

-Playa, la Costa Dorada en general donde veranean los maños. Cobrando tu sueldo de nómina, extra de julio incluida. Las crónicas puedes telefonearlas a cobro revertido. I no és broma, home.  A ver: ¿no tienes tú una tía con casa en Altafulla?

-Mi tía Virtudes, sí.                                                                            

-Pues lo del hotel y las dietas, arreglado. ¿Dónde vas a estar mejor que con tu tía Virtudes? La familia es la base de la sociedad en la ciudad, en el campo y en la playa. Y los gastos... home, algo tendrás que poner de tu parte, que te estoy ofreciendo un chollo. De las vacaciones en otoño ya parlarem en otoño.

Y me fui a casa de la tía Virtudes en Altafulla, en mi molón Mini 1000 rojo con techo blanco. Dispuesto a chulear a la hermana de mi mamá dos meses de pensión completa, viviendo en un ático con terraza, vistas al mar y la única encomienda de pasar al periódico crónicas acerca de los aragoneses por la Costa. Hay que ser pardillo.

Una vez asentado y cuando no había remedio ni vuelta atrás, desde Zaragoza me dieron instrucciones complementarias:

- Por las mañanas, temprano, vas a la estación de tren de Reus.  Recoges los paquetes de Noticieros del día que enviaremos a tu nombre y los repartes por los quioscos de prensa de Salou, Cambrils, Torredembarra, etc. según relación en listado aparte.  Pides a los quiosqueros que pongan el periódico bien a la vista, si es posible tapando los del Heraldo de Aragón. Haces cuentas y recoges los ejemplares no vendidos del día anterior y te los llevas.

-¿Los tiro al mar?

-Si quieres, tráelos de vuelta cuando acabe tu misión de enviado especial a la playa.

-¿En el Mini? No me van a caber.

Madrugaba, iba a Reus a recoger los paquetes de ‘Noticieros’, recorría un dédalo de localidades, calles y plazas de la Costa Dorada repartiéndolos por los quioscos y acarreando los sobrantes del día anterior, llegaba a la hora de comer a casa de la tía Virtudes, escribía la crónica, subía a la centralita de teléfonos de Altafulla pueblo y la dictaba a la cabina de magnetófono de transcripción a pedal de El Noticiero donde algún compañero o compañera la pasaba a papel en el convencimiento de que me estaba pegando la vida padre por enchufe del director. Y quedaba la tarde-noche para mí.

Hubo tardes-noches que me capucé, vestido, al Mediterráneo. Hasta le birlé la novia a un militar del Aire. Los periódicos sobrantes se quedaron en casa de la tía Virtudes. Lo menos se vendieron en total 20 o 30. Había ejemplares en el ático como para aburrir.

El director catalán del viejo ‘Noti’ se llamaba Antonio Coll. Confesó que, como experimento empresarial, la operación ‘Pardillo a la playa’ no tenía pinta de prosperar. Pero que mis crónicas eran muy buenas. Hoy, Coll es consejero editorial del Diari de Tarragona. Mediados de julio de 2021. Y aquí me tiene, currando de puma, de ‘puto maño’. No me lo puedo creer.

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