El mayor incendio que sufrió Londres en su milenaria historia ocurrió entre el 2 y el 5 de septiembre de 1666. Destruyó más de 13.000 casas, 70 iglesias, el Ayuntamiento, la Catedral de San Pablo, varios palacios, algunas cárceles, cuatro puentes sobre el Támesis y el Fleet, y otras muchas edificaciones, dejando centenares de muertos y sin hogar a unas 80.000 personas.
Todo comenzó en el horno de una panadería. El fuego se propagó a las casas vecinas y la abundancia de madera en las construcciones, pronto convertidas en antorchas, llevó a una propagación enorme. Durante tres días ardieron barrios enteros sin control.
Aquellas viejas casas no tienen nada que ver con los modernos edificios.
Esta vez ha sido un rascacielos el que ha ardido como la tea, no por la madera, sino por sustancias inflamables. Con los conocimientos actuales este incendio se explica menos que aquel que destruyó el centro de la ciudad.