Ataque a la tumba de Fernando Buesa

10 julio 2020 10:10 | Actualizado a 10 julio 2020 11:41
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ETA ya no es una amenaza, pero su sombra es alargada y el discurso del odio aún sigue presente en el País Vasco. Sin ir más lejos, ayer, a cuatro días de la celebración de las elecciones en esa comunidad, la lápida de la tumba de Fernando Buesa, el dirigente socialista asesinado por la banda terrorista en febrero del año 2000 en Vitoria, fue atacada por unos desconocidos que la rociaron de pintura roja.

Quizá les molestaba la inscripción allí escrita: «Fue un hombre de paz. Defendió la libertad de todos con la palabra». No dejar descansar a los asesinados ha formado parte de la estrategia de los terroristas y sus secuaces. Sí, ETA mataba y luego, remataba. No les era suficiente el dolor de la muerte, sino que los ataques continuaban incluso después, con insultos, pintadas…, quizás en un intento de tratar de justificar lo injustificable.

El País Vasco es hoy una sociedad madura que ha aprendido a convivir después de tantos años de dolor, y estos energúmenos no tienen cabida en esa sociedad. Sin embargo, sería un error ignorar estos hechos, que hay que denunciar sin matices ni medias tintas. Porque, como recordaba ayer el delegado del Gobierno en el País Vasco, Denis Itxaso, «las heridas y el dolor que dejaron las décadas del terrorismo no cicatrizarán mientras persistan acciones de odio e intransigencia».

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