Baile de disfraces

Nadie quiere que le quiten lo que no es suyo y el maltrecho PSOE defiende con uñas y dientes, sobre todo con dientes, su talante socialdemócrata. Todos somos como nos gustaría ser y como nos ven los demás, pero entre el mirar y el ver se interpone el viento y la nubosidad es variable, pero los huracanes son siempre una agresión. Quizá por eso estemos todos algo aventados, por no decir majaras. ¿Qué partido político es el más socialdemócrata? Pablo Iglesias, que es el más inteligente de los estrategas en pugna, corre el peligro de pasarse de listo. Ciertamente eso no le sucede a Pedro Sánchez, al que jamás ha calumniado nadie hasta el punto de atribuirle la equívoca virtud de la astucia. La presidenta andaluza, que tiene más labia que ideas, ha percibido que lo que ellos llaman «nueva socialdemocracia» no sólo no es democrática, sino que no es nueva. A su juicio, es «la mayor operación de camuflaje político de la reciente historia de España».

Nos estábamos reponiendo del ridículo partido de nuestra selección ante Georgia y ahora nos llega otro chasco del tiquitaca de los partidos políticos. Los que tiene la cara más dura la esconden y defienden desde la nacionalización de la banca hasta el derecho de autodeterminación, según se lleve. En lo que parece que están todos de acuerdo, excepto los banqueros, es en que la retribución de los múltiples consejeros y ejecutivos de las entidades es excesiva. El negocio no da para tanto, pero no les conviene traspasarlo porque sigue dando para muchos. El problema es seguir ordeñando a las vacas flacas antes de que explote la gente y decida ciscarse, vulgo cagarse, en la leche que le han dado a ellos. El baile va a empezar y nadie se pregunta eso de «mascarita, ¿me conoces?» Aquí nos conocemos todos y los que se quitan la careta descubren un rostro idéntico al que tenían antes de ponérsela. Por eso, la palabra máscara, según dicen los sabios menos inútiles, equivale al vocablo persona. Los griegos, antes de dejar de serlo, lo supieron todo.