Barcelona World, bienvenido

El mayor beneficio de BCN World se lo llevarán los empresarios del territorio

19 mayo 2017 19:32 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:40
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La pregunta es la siguiente: ¿hasta qué punto es posible reconducir Barcelona World que ha encallado porque la sociedad ha cambiado y por tanto hay que replantear otras prioridades y buscar un nuevo consenso entre todos los actores? Sí que es posible relanzar el proyecto de 2012 nacido en manos de los políticos, que encontraron unos primeros inversores interesados.

Pero en poco más de tres frenéticos años, se han sucedido la charlotada de Sheldon Adelson –bienvenido míster Marshall–; la espantada del bostoniano, la irrupción de Madrid y el fracaso; la llegada de Enrique Bañuelos y su empresa Veremonte; su salida; el mantenimiento de la inversión por parte de Hard Rock, de Merco y del Grupo Peralada. Hasta el impasse político que ha paralizado el tema, todavía ha habido tiempo para construir Ferrari Land, cien millones encima de la mesa y su apertura un día de estos. Ha sido un tiempo suficiente como para que la sociedad catalana haya madurado.

En efecto, ha tomado conciencia de que el crecimiento turístico no se puede producir como consecuencia del cualquier impulso urbanístico, sino que éste debe seguir a aquél. Es decir, no se monetiza con unos cuantos puestos de trabajo –más o menos de calidad, más o menos basura–, si a cambio hay que cerrar los ojos a corto plazo ante cualquier tipo de operaciones inmobiliarias que condicionarán definitivamente a largo plazo. La sostenibilidad del territorio y del patrimonio va delante de cualquier planificación y tanto en el litoral como en la costa aparecen numerosos indicios de este cambio de mentalidad.

El clúster turístico de Port Aventura –tematización, playa, náutica y descanso– y de la Costa Dorada recibe cuatro millones de turistas al año, habiéndose convertido en uno de los más consolidados de Europa. Se trata de una concentración de ocio extraordinaria, con fuerte impacto en un verano alargado, pero con atractivo suficiente durante el resto del año. Cuando se alcanzan estas cantidades de turistas, el futuro no se puede abandonar al albur de los flujos turísticos, más rusos, menos rusos. Hay que intervenir. Hay que planificar un modelo de crecimiento que permita asegurar lo alcanzado y configurar un claro escenario en el que el crecimiento tenga una consistente razón de ser.

Port Aventura había nacido en 1995 como un impulso urbanístico particular. Por sus orígenes, hubiera podido haberse convertido en la actualidad en un destino insostenible, como le ha ocurrido a algunos cercanos. Pero gracias a que los distintos promotores no han cometido desmanes, el lugar ha llegado a convertirse en un espacio turístico bastante equilibrado, ordenado y rentable tanto para los sucesivos inversores y operadores, como para el territorio y para el empleo.

Consenso, nuevo consenso

Tres lustros después de haber nacido Port Aventura, el núcleo gordiano que debe desatar Barcelona World consiste en saber si hay que redimensionar el proyecto, volver a empezarlo desde cero, o a abandonarlo para siempre. Al margen del estado de las licencias, del retraso del Plan Director Urbanístico del Centro Turístico y Recreativo, de la posición de tal o cual conselleria o partido, del nombre de los inversores, lo que hay que buscar es el consenso. El del territorio inmediato, de las comarcas meridionales de Cataluña. Son sus habitantes los que deben reflexionar sobre el modelo de crecimiento.

No podemos movilizar a todos los catalanes; ya tenemos bastantes cuestiones entre manos como para implicarles directamente en ese proyecto también. Más que lanzarse a defenderlo con uñas y dientes, hay que promover la búsqueda de un consenso social, económico, medioambiental, turístico, recreativo, deportivo, ciudadano, entre todos los actores para decidir el modelo de planificación que se desea. Del mismo se desprenderá el desarrollo del proyecto concreto que deberán realizar los promotores y los expertos.

Estos serían los contenidos sobre los que buscar ahora el acuerdo:

• Cuál es el impacto medioambiental para todas las comarcas meridionales, y para el litoral; que sea asumible y lo mejore.

• Cuál es la capacidad de carga del territorio a raíz del proyecto. De cuatro millones a diez millones de visitantes parecería de entrada más un slogan que algo fruto de una sensata planificación y una ocupación racional del espacio.

• Cómo se interrelaciona el nuevo complejo con las actividades turísticas en el territorio de las comarcas meridionales, las potencia y las complementa. No fuera caso que el proyecto desertizara zonas o actividades locales, interesantes y sostenibles.

• Qué mix de oferta y en qué porcentajes: No podemos ahora sacarnos de la chistera que si un centro de negocio o de lo que sea, si no conocemos la demanda previsible de los próximos diez años europea, norteamericana y asiática, las nuevas tendencias del viaje y del modo de ocupar el territorio.

• Qué número de casinos se pretende. Es verdad que ha repuntado el juego en Europa gracias a las apuestas online, pero hace años que se trata de una actividad bastante estable que atrae menos gente que condicionantes provoca su instalación. El proyecto nació como Eurovegas, ideado desde el más rancio modelo norteamericano de los años 1980, y uno o dos casinos podrían complementar bastante bien la oferta, pero no mucho más. Nunca podría ser el atractivo principal. ¿Fiscalidad menor para el juego? Esta cuestión hay que contemplarla desde la óptica de la reducción general de los costes sobre las empresas y los salarios a los que nos somete la creciente normativa.

• Qué desarrollo de turismo familiar se potencia para aprovechar el conocimiento adquirido por Salou como impulsor del mismo.

• Y una vez conocido todo esto y los contenidos de la nueva atracción turística, cuánto inmobiliario se debe contemplar para cubrir las necesidades del desarrollo turístico a tenor del proyecto conjunto.

El modelo de desarrollo turístico consensuado atraerá, sin lugar a dudas, a los actuales interesados y a nuevos inversores y emprendedores. La rentabilidad será tal vez un poco menor para los inversores del proyecto Barcelona World del 2012, aunque más que suficiente. Ahora bien, el beneficio mayor se lo llevarán el territorio, los empresarios y emprendedores de la zona, los puestos de trabajo y, cómo no, los visitantes futuros.

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