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Cuando comenzó el Procés, los contrarios solían decir que los partidarios sufrirían una frustración. Esta era la palabra. Sin embargo, lo que ha ocasionado en ellos, al no ver cumplida su ilusión, no ha sido frustración, sino irritación.
Mientras tanto los contrarios al Procés han pasado en estos diez años de la preocupación al malestar. Total, que tenemos a Catalunya dividida sentimentalmente en dos, molesta, irritada o ambas cosas a la vez.
La solución de Aragonès es que se vote y haya una parte ganadora y otra perdedora. Esta última, sea la que sea, debería asumir el resultado. Sánchez propone otra cosa: que lo que se vote no sea el desacuerdo, sino un acuerdo que se alcance. Pero para muchos esto es «pantalla pasada». El bloqueo de posturas es total.
