Cacas de perro

Aumenta la sobreabundancia de cacas perrunas en las aceras de las ciudades

19 mayo 2017 19:29 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:12
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Por alguna razón que se me escapa, numerosas ciudades han lanzado al unísono resonantes campañas encaminadas a presionar sobre los ciudadanos que tienen perro para que recojan sus deyecciones y eviten así la infección de las aceras y los parques con los residuos inevitables que producen, como todos los seres vivos, estos simpáticos animales.

En este asunto, que es aparentemente banal, se oculta sin embargo una inquietante contradicción: por una parte, es conocido que el aumento de las mascotas domésticas se corresponde con la elevación del nivel de vida y con la madurez cultural de las sociedades. Pero, por otro lado, aumenta la sobreabundancia de cacas perrunas en las aceras, lo que significa que el refinamiento que parece indicar el convivir con perros no se corresponde con el civismo que parecería lógico en quienes manifiestan creciente sensibilidad.

En definitiva, nuestro desarrollo socioeconómico y personal nos impulsa a la sofisticación de las mascotas pero no a responsabilizarnos de ellas en la medida necesaria. Y puesto que no parece posible evitar mediante alguna mutación genética que las mascotas defequen, deberíamos llegar a la conclusión de que no es razonable que, ante la ambivalencia de la vida, nos quedemos sólo con la parte amable de las cosas y desdeñemos lo prosaico, que suele ser el inevitable envés de la propia felicidad.

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