Candidato Trump

Ahora que Trump tiene la candidatura en el bolsillo, tal vez cambiará de tono

19 mayo 2017 19:25 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:15
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Donald Trump atinó del todo cuando dijo: «Ustedes van a votar por mí, no por el partido». En efecto, el votante medio del GOP (‘Great and Old Party’), gran formación republicana de los EEUU, no se asemeja a Trump, pero él sí ha sabido representar muy bien a los conservadores nacionalistas, inquietos, más bien rurales desorientados y que, sobre todo, se han inscrito para las primarias.

Él ha hecho el milagro: es, aunque le falte la confirmación de la Convención republicana a celebrar en julio en Cleveland, el candidato republicano que debe enfrentarse a Hillary Clinton, también aspirante segura del campo demócrata. En las primarias del martes en Indiana, Trump arrasó, obtuvo los 57 delegados en juego y obligó a su contrincante, el senador Ted Cruz, a tirar la toalla y retirarse de la carrera.

Para ese momento, previsto en las encuestas, el partido republicano ya dibujaba claramente un cambio: habrá que digerir a Trump, olvidar ya toda veleidad de hacerle abandonar con conspiraciones de última hora en la Convención manejando el papel de los llamados «superdelegados». Tal cosa sería percibida –lo dijo ya hace semanas el propio Trump– como un golpe de Estado.

Muy al contrario, en el campo demócrata Hillary es la candidata solvente, centrista, con experiencia de gobierno, la afiliada-tipo que hace de Obama un hombre netamente de izquierda para los estándares norteamericanos, pero sin perfiles acusados, progresista en lo que digiere la sociedad en términos generales, cómoda con los cambios culturales en marcha, pero muy fiel a las líneas centrales del consenso social imperante sobre asuntos económicos y de seguridad. Ella es del todo previsible; Trump, un aguafiestas provocador, indisciplinado, rupturista y aún populista desde su posición de millonario hecho a sí mismo. Tildarle de oscuro reaccionario no es exagerado desde los postulados liberal-progresistas y eso hizo ayer The New York Times, que en su editorial dijo que «el partido republicano se hunde más profundamente en la oscuridad».

Ahora que tiene la candidatura en el bolsillo y el partido y sus barones parecen haber abandonado juiciosamente toda posibilidad de vetarle ‘in extremis’, tal vez Trump cambiará el tono. Es más que verosímil que esta sea la línea impuesta por su flamante asesor político-electoral Paul Manafort, fichado hace cinco semanas, que procurará dulcificar algo los excesos del aspirante, hasta hoy vencedor puramente personal y autofinanciado ante un público devoto, ansioso de rupturas, falto de convencionalismos, puro y duro.

Se supone que tras ganar las primarias del GOP tiene, en cambio, perdida la elección presidencial. ¿Es seguro? Al menos muy probable, entre otras cosas porque los demócratas harán también su giro discreto hacia el campo del candidato ‘socialista’ Bernie Sanders, cuya excelente prestación prueba que algo se mueve entre el público y que, cortejado por Hillary, se convertirá en una reserva de votos que no sobrarán.

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