'Charlie Hebdo': disonancias

Llega tras el maravilloso espectáculo de la marcha del domingo, el prosaísmo de la política

19 mayo 2017 23:44 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:27
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Como era de prever, apenas terminados la enorme manifestación anti-yihadista del domingo en París y el coro universal en favor de la misma han proliferado matices, consideraciones, versiones, detalles, puntualizaciones, comparaciones y otras lindezas que han arruinado la gloriosa unanimidad.

Son tantas que ni someramente es posible resumirlas, pero algunos ejemplos ayudan a situar el poliédrico asunto: trascendió que el presidente Hollande pidió a Netanyahu que no asistiera pero el primer ministro israelí acudió y entonces aquél invitó al palestino Mahmud Abbas; el gran mufti de Egipto, Shauqi Ibrahim al-Allam, un moderado profesional sin afiliación política conocida, pidió imperativamente a Charli Hebdo que se abstuviera de publicar otra caricatura del profeta Muhammad, lo que la revista no hizo, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, un musulmán conservador-desarrollista elegido, arremetió contra el tratamiento generalizado del asunto, la gran revista de los jesuitas de Francia, Etudes, tomó partido por la conducta del semanario en nombre de la saludable libertad de expresión (lo que no es seguro que sea bendecido por el secretario de Estado del Vaticano, el italiano Pietro Parolin), un periódico ultraortodoxo israelí censuró la foto de la presidencia de la marcha para eliminar de la misma a las mujeres (como manda su canon), el expresidente Sarkozy, que ya está en campaña para la próxima presidencial francesa, se las ingenió para estar indebidamente en la segunda fila etc. etc. Esto significa, sencillamente, algo saludable: que lo sucedido añade a su prístina y adorable significación una cruda dimensión política y no meramente en el campo antimusulmán o, al contrario, en el pro-anarquista, libérrimo y antisistema del que se desprende el propio semanario, sino en la bendita ‘calle’: todo el mundo tiene una opinión sobre el particular y la clase política y periodística, la suya, acomodada, inclinada, atenuada, explotada o examinada bajo todas las luces, incluida las de la erudición de los islamólogos, requeridos por los medios y que son acaso los únicos que aportan puntos de vista moderados, realistas y atendibles en general.

El gran evento se valora en términos políticos y eso vale desde Buenos Aires, donde se dice que el canciller Timerman, de religión judía, fue por su cuenta a la ‘mani’, o en Chechenia, donde el presidente Ramzan Kadyrov, quien lleva a cabo la durísima política anti-islamoterrorista por cuenta del Kremlin, dice sin pestañear que acabará con quien se meta con el Profeta. ¿Vale todo, pues? No, pero las necesidades de la acción política de la matanza de París se abrirán camino y, particularmente sobre el conflicto israelo-palestino, tendrán consecuencias. Así es la vida: llegan, tras el maravilloso espectáculo de la marcha del domingo, el prosaísmo de la política y las necesidades estratégicas de la diplomacia. además de los exabruptos de rigor.

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