¿Cien gaviotas, dónde irán?

La pesca del atún rojo, un deporte traído en los 60 por un pescador de Cambrils llamado Maxi

19 mayo 2017 23:41 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:29
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Hace seis millones de años, el Mediterráneo fue un desierto y que hoy sea el espejo en el que nos miramos tantos pueblos se lo debemos a Hércules, quien, arrepentido por haber asesinado a su esposa y a sus tres hijos, caminó hasta el fin del mundo.

La primera entrega de la serie Tarakon, de Xavier Climent, novela desde los íberos la historia de Tarragona, y narra que cuando el héroe griego llegó y descubrió el océano infinito, buscó el punto más débil de la hilera de montañas y convirtió aquel valle estéril en esta fuente de luz única en el planeta.

Hércules comenzó a excavar con sus enormes manos hasta abrir una zanja por donde pasó el agua y de paso se le colaron por el Estrecho de Gibraltar hordas de atunes azules por fuera y rojos por dentro que procedían de todos los confines del Atlántico. Ya el poeta Oppiano di Anazarbo, habla del gran botín que ese animal grasiento proporcionaba, y un geógrafo almeriense del siglo XII, afirmó que sólo Dios sabe la mojama que exportaban,

Contar una historia triste a modo de fábula cruel permite que la moraleja advierta de las consecuencias de desviar el rumbo. Y había una vez dos atunes de aleta azul que la primavera pasada atravesaron la zanja como hacen desde el neolítico, y que este 2015 no volverán a visitarnos.

Tania y Tuno, habían migrado desde Suecia cuando llegaron al tubo y es cuestión de huevas los datos de capturas de las almadrabas registrados desde 1525. Una especie se considera en peligro de extinción cuando la población se reduce al 5% y se han mantenido constantes durante siglos hasta que las atrocidades cometidas han provocado que hayamos entrado en el XXI con apenas un 20% de la especie y empeorando.

En verano pasado, Tania regresaba con Tuno desde el Golfo de León tras haber liberado felizmente dos millones de huevos, cuando de repente se esfumó atrapada en una red de cerco. Y poco después apareció junto a Tuno caída del cielo aunque separada por una jaula de engorde que se dirigió lentamente, tirada por dos barcos de arrastre, hasta una granja.

El instinto gregario provoca que los atunes libres sigan al cardumen y merodeen a los cautivos que dan vueltas, aunque no se alimentan debido a la angustia que les produce intuir que esa delicia que nos pertenecía, marchará hacia el lejano Oriente conforme una ley del mar que establece que el grande se come al chico.

Aquí es donde la fábula se parte por el horizonte contando lo que sucede en un barco con un matrimonio que han zarpado de Tarakon al alba, y lo que pasa con Tuno que se aleja de la costa tras despedirse de Tania que lo mira con cara de cordero y ojos de sushi.

Triste pero muerto de hambre, Tuno confunde la estela del barco con un banco de boquerones y provoca que el carrete saque humo mientras intenta zafarse del señuelo. Tras luchar cuatro horas, Tuno saca la cabeza y ve por primera vez a un humano que le ha metido un cabo por la branquia.

La pesca del atún rojo está prácticamente prohibida para palangreros, y muy especialmente para la pesca de altura, un deporte traído en los sesenta a estas costas por un pescador de Cambrils llamado Maxi que siempre dejaba una oportunidad al pez.

El lenguaje utilizado si te trincan, precisa el significado de la palabra ‘matutero’, usada en el delta del Ebro como sinónimo de furtivo, pero que es contrabandista. Las sanciones son tales que a uno que ayudó a amarrar, el fiscal de Málaga le pidió seis meses de multas que pueden llegar hasta sesenta mil euros y el decomiso de la embarcación. Los métodos para desembarazarse del alijo, incluyen neumáticas y se utilizan las expresiones mercancía, incautación o redada.

Así que el patrón ordena a la marinera que se ponga un bikini y traiga un cuchillo, se quita la camisa y, de rodillas en la bañera, decapita a Tuno antes de sacarle las entrañas y dejarlo a ladrillos en papel film. Luego aproxima la embarcación hasta una playa, mete al protagonista en bolsas de basura negras, y le lanza a su esposa un salvavidas pidiéndole que se introduzca en el mar y desembarque los fardos.

Las fábulas son más crueles que los cuentos: a Pinocho se lo traga una ballena y una bruja enciende el horno para cocer a Gretel, pero ningún niño está dispuesto a comerse a un animalito que tiene nombre. Sinceramente no me imagino a los Hermanos Grimm trinchando al Patito Feo, pero puedo ver a dos lobos de mar comiéndose a Caperucita, con limón y pimienta, sin que ningún leñador venga a salvarla. La esposa que no regresó a puerto, no estaba muerta, estaba de parranda en un chiringuito, harta de comprar lomos de atún tintados de colorín colorado.

Si las bestias tuvieran circunstancias personales, esta fábula terminaría en un juicio de lesa humanidad y los que deberíamos testificar estamos con la caña en el banquillo pagando justos por pescadores. La tecnología militar y las autoridades civiles, han podido contra las enormes manos de Hércules y se calcula que este mar cuya luminosidad saca los colores, volverá a ser un desierto en tres mil años.

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