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Si alguna lección extraemos de 2020 es que el futuro es imprevisible también para el hombre moderno.
El nuevo año comienza con algunos motivos para el optimismo. El primero es la existencia de las vacunas contra la Covid-19. El segundo es un cambio en la escena internacional con la elección de Joe Biden. No sabemos qué dará de sí, pero hemos visto alejarse un peligro.
Las nuevas oportunidades deberán estar atentas, sin embargo, a un fenómeno que ya parece irreversible: la despersonalización a cambio de una revolución digital que ya existía, pero que ha impulsado la pandemia.
Es una dificultad para muchos (pienso ahora en inmigrantes y en ancianos), de resolver sus problemas exponiéndolos en un diálogo personal, sin intermediarios técnicos complejos.
