Ni la inestabilidad política, ni los atentados terroristas, ni la subida de la tasa turística a los apartamentos han conseguido evitar que la Costa Daurada haya alcanzado en el 2017 un nuevo récord turístico con un total de 22,2 millones de pernoctaciones. La bonanza de los datos, sin embargo, no ha de servir para instalarnos en la suficiencia. Muy al contrario. La fortaleza del sector turístico de la Costa Daurada ha permitido superar todo el cúmulo de imponderables que el pasado año se han cebado sobre un sector tan sensible como el turístico. El análisis que estamos obligados a hacer nos lleva a concluir que sin todos los problemas enumerados, nuestro turismo hubiera conseguido mejores cifras. Sobre esta premisa debe encararse la próxima temporada. La primera exigencia es a nuestros políticos para que, de una vez, recuperen la normalidad política e institucional y dejen de proyectar hacia el exterior una imagen de inestabilidad cuando no incluso de inseguridad. Las múltiples ofertas que hoy encuentra el turista a nivel mundial no permiten la más mínima perturbación. Este año hemos superado la prueba, pero no podemos jugar con fuego. Nuestros más inmediatos competidores en el Mediterráneo no se duermen. Países como Túnez, Turquía y Egipto están lanzando al mercado unas ofertas prácticamente imbatibles en precios. Hay que contrarrestar con la proyección de seguridad, calidad y fiabilidad. Los dos últimos aspectos corren por cuenta del sector que se ha lanzado en la mejora de instalaciones, a la transformación de hoteles de tres a cuatro estrellas y en la modernización de bungalows y apartamentos turísticos. El primer aspecto depende de nuestros gobernantes.
Otro de los aspectos que tampoco conviene descuidar es la promoción. En ese punto es fundamental la colaboración conjunta del sector público con el privado para remar todos en la misma dirección. La suma de todos los factores citados sólo puede inyectar optimismo de cara a la próxima temporada turística.