Confianza y esperanza en la vacuna

Los ciudadanos confían en la inoculación, pero el instrumento más eficaz para doblegar el virus no acaba de despegar

30 marzo 2021 09:00 | Actualizado a 30 marzo 2021 09:07
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Tras las dudas surgidas con la paralización de la inoculación con la vacuna de AstraZeneca por su posible relación con la aparición de trombos en algunos vacunados y tras la posterior comprobación por parte de las autoridades sanitarias europeas de que la vacuna es segura, la ciudadanía ha recuperado la confianza. Así lo confirma el hecho de que prácticamente la totalidad de los tarraconenses –el 94%– citados para recibir esta vacuna acuden a la cita, por un 2% que rechaza la inyección. Es una buena noticia, si tenemos en cuenta que la esperanza para superar esta pandemia pasa a día de hoy de forma inexorable por la vacunación masiva.

Sin embargo, tres meses después de que la llegada de las primeras vacunas fuera interpretada como la existencia de una luz al final del túnel, esa estación término del Covid no acaba de aproximarse en el horizonte con la celeridad precisa para ir normalizando los hábitos existenciales y una actividad económica que se va recuperando a duras penas bajo pesadas sombras aún de incertidumbre. En efecto, la baza de la vacunación como el instrumento más eficaz contra la pandemia no ha logrado desplegarse con todas sus potencialidades.

No lo ha hecho por la insuficiencia de dosis disponibles; por una gestión manifiestamente mejorable por parte de las autoridades de la UE, del Gobierno central y del de las diferentes comunidades, incluido el de Catalunya; por escollos logísticos y de otra índole más dudosa como los surgidos en torno a AstraZeneca; y por otras razones varias que hacen que, en definitiva, Tarragona llegue al examen de Semana Santa con apenas el 5% de su población inmunizada.

Si los titubeos podían asumirse al comienzo de una vacunación desconocida por su envergadura, tres meses después es preciso que Salut acelere la campaña todo lo que esté en su mano. Porque urge reactivar la confianza en poder doblegar un virus cuya persistencia llevará presumiblemente a nuevas restricciones que incrementarán el desconcierto, el hastío y el desánimo que ya se ha apoderado de una ciudadanía agotada y angustiada.

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